Descripción del blog:

Este es un blog en el que dos amigas publicamos nuestra historia. Comenzamos con la primera parte; "Aullido en la oscuridad" ¡Esperamos que os guste!

jueves, 14 de noviembre de 2013

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 7

Baje las escaleras, un poco mareada y confusa con lo que acababa de pasar. Me acababa de decir que algo en sus adentros le dice que me tenía que proteger, que me tenía envidia por ser…la elegida. Llame a la puerta de Thyler, apoyando la espalda en la fría pared. En unos pocos segundos la puerta se abrió  y Thyler apareció, mirando hacia dónde estaba apoyada.
- Que rápida…-dijo con una bonita sonrisa blanca.
-Tengo que hablar contigo, pero antes…-dije mirándome el brazo.
Me cogió por debajo de las rodillas y por debajo de la nuca. Me sobresaltá por su gesto. Notaba su fuerte respiración, su calor pasaba a través de mi ropa y sus ojos se clavaban en mí, aquellos relucientes ojos dorados. Me dejo en su cama, suavemente. El edredón era suave. No parecía la típica habitación de chico; era limpia, ordenada y con muchos libros en una pequeña estantería, al lado de una ventana que daba a un balcón.
-Tienes que enseñarme el hombro, sino, no voy a poder saber lo que te pasa.-dijo sonriendo pícaramente mientras se acercaba a mí.
-Cuando esté perfectamente,  me las pagarás que lo sepas.- le dije un poco enfadada, aunque en el fondo creo que me empezaba a gustar. No, me empezaba a caer mejor. Tal vez ambas cosas… era una situación algo confusa.
-Luego me lo agradecerás.- dijo con una sonrisa dibujada en la cara. Se giró y yo me quite con cuidado la camiseta blanca. Dejando al descubierto mi pecho y con ello mi hombro.
-Ya te puedes girar.- le dije sonriendo.
Miré mi hombro por un instante, había aparecido un gran hematoma morado sobre mi blanca piel. Se acercó a mí y me miró extrañado. Puso las manos en el hombro. Cada punto que tocaba de la extremidad, era un nuevo gemido de dolor por mi parte. Llegó a una conclusión.
-Te lo has dislocado.- dijo con su mirada puesta en él, pensativo.
-Pues colócamelo bien, haz lo que creas para que pueda recuperarme, para luchar.- dije empezando a preocuparme.
-No es tan fácil.- dijo Thyler mirándome a los ojos.- te va a doler.
-Hazlo.- le dije agarrándole con fuerza el brazo.
-Está bien. Piensa en algo que te distraiga, cualquier cosa que no haga que pienses en el dolor.- me dijo colocando las manos ya en el hombro, me miraba fijamente.
-No sé qué pensar que me haga distraerme.- le dije desviando su mirada. Sus manos se apretaron con fuerza.
-Preparada, uno, dos…-dijo mirándome a los ojos.
 Y justamente, cuando empezó a mover el hombro, se me abalanzo encima y me besó suavemente, con delicadeza. Mi hombro pegó un fuerte crujido, pero yo ya no estaba en el mundo real. Sus labios, carnosos y suaves, fueron los culpables de abstenerme de la realidad. Una fuerte corriente, como si fuera de electricidad, corrió por todo mí cuerpo y, al parecer, también en el suyo.
 Nuestros ojos hasta entonces cerrados, se abrieron con fuerza. Se apartó de mí, despegando las manos con suavidad. Creo que no podía creerse lo que había hecho. Nos miramos a los ojos fijamente durante unos segundos. Se levantó y se aclaró la garganta, desviando mi mirada.
-Cuando acabes…sube arriba te estaré esperando, no muevas mucho el brazo…- dijo corriendo, mientras salía de la habitación mascullando algo. Parecía nervioso.
Intenté asimilar lo que acababa de pasar en aquella extraña situación, me quería convencer de que no había pasado de verdad, que estaba durmiendo, soñando algo distinto.
Me puse la camiseta, el hombro ya no importaba, mi corazón había latido fuerte por un momento. Noté, en el momento que nuestros labios se rozaron, como una corriente y supe que Thyler también la notó. ¿Qué significaría aquella sensación? Subí corriendo las escaleras, sin pensar en el dolor del hombro, quería saber lo que tenía que decirme. Cuando me besó, note que había encontrado algo perdido. ¿Qué significará? Llegué a la parte de arriba, notaba que el corazón se me iba a salir del pecho en cualquier instante. No conseguía aclarar si lo sucedido era bueno o malo…Entré en la terraza en ruinas, Thyler se encontraba apoyado en la barandilla, divisando el horizonte. Se dio cuenta de mi presencia, pero no se giró. Me acerqué hasta donde estaba él y apoye las manos en la fría barandilla de piedra. No dije nada, ni él tampoco durante unos segundos.
-Lo que ha pasado…- dijo sin saber cómo continuar aquella frase.
-¿Tú también lo has notado?- le dije cortando su frase. Él me miró fijamente y yo a él.
-Sí, aquella corriente, aquella sensación de haber encontrado algo perdido.-dijo Thyler, haciendo un gran esfuerzo, por decirlo.- Fue muy intensa…
-¿Es la primera vez que la sientes, verdad?- le pregunté desviando su mirada penetrante, pero Thyler no me quitaba los ojos de encima.
-Así es, ¿y tú?- me preguntó volviendo su mirada otra vez hacia el horizonte, pero ahora su mano se acercó, sigilosa a la mía, entrelazando sus fuertes dedos contra los míos. Nuestras miradas se cruzaron,  otra vez aquella extraña sensación se manifestaba.
-También. De hecho, creo que ha llegado la hora de confesarte una cosa.-le anuncié, Thyler cambió de posición, apoyando sus lumbares en la barandilla, sus dedos no se des entrelazaron de los mío, al revés, ahora se aferraban mucho más fuerte.
- ¿El qué?- preguntó confuso.
Tomé aire antes de hablar.
-Desde que cumplí los dieciocho, he tenido el mismo sueño todos los días, y cada día que mi subconsciente lo rememora, parece darme más pistas.-sus ojos se clavaron firmemente en los míos,  ahora los suyos brillaban más que nunca, cómo si hubiera encontrado la pieza de su puzle, montado en su cabeza.- Estoy en una especie de cúpula, blanca, que parece delicada. Una luz cegadora me envuelve sin escapatoria. A primera vista parece una fina capa de diminutas estrellas pero, cuando me consigue atrapar,  se vuelve dura e impenetrable. Mis fuerzas disminuyen  a la vez que la cubierta de luz se echa sobre mí. En ese momento, un estruendoso ruido rompe la cúpula dejando paso a una densa oscuridad. El aullido de un lobo. Este no cesa hasta acabar con la luz cegadora y brillante, dejándome libre. Al romperse la cúpula, aparecen unas sombras que me rodean aclamando mí nombre. El grupo de sombras siniestras se abre paso ante mí, dejando visibles dos grandes ojos color miel y un lobo con el pelaje cobrizo. – Sus ojos se iluminaron y, al cabo de un momento, se desvanece ese brillo. ¿Por qué?
-No te preocupes, solo es un sueño.- dijo acercándome contra él.
-¿Qué es de lo que de verdad me querías hablar?- le pregunté.
-Aun no me conoces interiormente y he de decirte que, al principio, no sentía nada por ti, pero en estos pocos días notaba que algo me unía a ti y no sabía el que. Ahora creo saberlo. No te puedo confesar lo que soy de verdad, por ahora. Cuando a bajo te he besado, algo en mi interior había latido por primera vez. Y lo que he sentido no lo cambiaría por nada. Me he dado cuenta de que…me estoy enamorando de ti, pero no ahora mismo. Es como si mi corazón te hubiera estado esperando, como si en unos días hubiera renacido. - dijo mirándome a los ojos. Me coloqué enfrente de él, sus ojos brillaban más que nunca, cogió mi mano y la apoyó en su pecho.- ¿Lo notas? Pues es la primera vez, que late así por alguien.- un fuerte y sonoro ritmo, vibraba por su interior, mis ojos se unieron a los de él.
-Yo…también era distinta antes de llegar aquí, la verdad me golpeó con fuerza. Cuando estoy contigo me siento protegida, segura, como si hubiera encontrado una parte en mi interior, que no hubiera despertado. Cuando me has besad he notado, como si estuviera…destinada a ti. Cuando noto tu calor, tu sonrisa…me pongo nerviosa, y creo que yo también me estoy enamorando de ti. - le dije mirándole fijamente, sus ojos brillaban, y los míos seguro que sí.
-Sabes que yo no me abro fácilmente a las personas, soy una persona solitaria y haberme topado contigo, ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Por una vez, me alegro de confesar lo que siento.- dijo apretándome más contra él y sonriendo suavemente.
-¿Por qué me confiesas todo esto?- le pregunté curiosa, nadie mostraba así como así sus sentimientos a otra persona.
-Todo lo bueno, tiene una parte oscura y cuanto más bonito y bello más lúgubre y tenebrosa es la parte oscura.- dijo mirándome fijamente.
-¿Y cuál es la parte oscura de esta situación en la que me acabas de poner?- le pregunté curiosa, sus ojos se habían oscurecido.
-Que… que he de irme de aquí.-dijo mirándome fijamente, dolorido.
-¿Qué? ¿Por qué?- le pregunté. De mis ojos, empezaban a surcar lágrimas.
-He de irme de aquí, por ti, no quiero hacerte daño. Eres una de las mejores personas con las que me he cruzado en mi vida y, por eso, he de irme.- dijo Thyler secándome las lágrimas con los pulgares de ambas manos.
-¿Por qué me ibas a hacer daño? No lo entiendo Thyler…- le dije mientras la lágrimas no paraban de cesar.
-Porque no sabes cómo soy verdaderamente y, algún día especial, te haría mucho daño y yo no me lo perdonaría nunca.- susurró juntando su frente con la mía.
-Y entonces, ¿por qué me lo has confesado?- le pregunté. Las rodillas me fallaban, era la primera persona con lo que sentía algo así, tan intenso y en tan poco tiempo. Caí al suelo y él cayo conmigo. Ahora Thyler estaba enfrente de mí de rodilla.- Lo has vuelto hacer, has jugado conmigo y ahora, que ya te has cansado, me tiras como si no valiese nada.
-No he jugado contigo, es solo que si no vuelvo, quería que supieras lo que sentía por ti.- nuestros ojos se miraron. Los míos surcaban lágrimas y, los suyos, me miraban fijamente, con expresión dolida. Mi corazón por un momento se había sentido lleno, sin espacio para dolencias y tristezas, ahora se había sumido completamente en la tristeza.
-Me iré contigo, te ayudaré, haré lo que me digas, pero…no te vayas.-le dije con voz entrecortada.
-Sabes muy bien que no puedo, no quiero hacerte daño. Confía en mí, cuando pueda  volveré.- dijo abrazándome contra su pecho, mientras me acariciaba el pelo con ternura.- Como ya te he dicho yo no me he enamorado de ti en unos días, mi corazón te ha estado esperando desde hace mucho… ¿Sabrás esperarme tu a mí como yo te he esperado a ti?- dijo levantándome la cara, tenía dibujada una sonrisa melancólica.
-Si me prometes que volverás…-le dije mirándole a los ojos, fijamente.
-Volveré…por ti, porque lo mucho que te necesito no se va a evaporar en dos horas…- dijo sonriéndome. Sus labios se acercaron lentamente a los míos hasta llegar a unirse. Aquella extraña sensación me invadió todo el cuerpo, estaba con la persona correcta…en el momento correcto. Aún seguíamos arrodillados en el suelo, sus manos estaban calientes y se aferraban a mis caderas mientras que, las mías, se posaban una en el corazó y la otra le rodeaba la nuca.
-¿Cuándo te irás?- le pregunté con un susurro, nuestras frentes estaban apoyadas una en la otra de nuevo.
-Mañana, temprano.- dijo volviéndome a besar.- No pienses en ello.
-¿Interrumpo?- dijo una voz conocida, rápidamente nos separamos, levantamos la mirada los dos. Era Thai.- Brígida quiere hablar con vosotros- nos miraba asombrado y… ¿frustrado?
-Dile, que ahora mismo bajamos.- dijo Thyler, despachándolo. Se había formado una situación un tanto incómoda.
- Voy…-dijo Thai, sin quitarnos la mirada de encima. Volvió a bajar.
Reí un poco y dije:
-Momento incómodo.
-Por fin, veo una sonrisa dibujada en tu rostro.- dijo levantándose y luego ayudándome a mí.
Cuando estuvimos él uno frente al otro, otro beso volvió a surgir. Aquella sensación de haber encontrado lo que tanto tiempo llevabas buscando, llenaba cualquier vacío. Me cogió de la mano y bajamos las escaleras, sin quitarnos la mirada el uno del otro. Llegamos al salón donde se encontraba Brígida. Antes de abrir la puerta, compartimos miradas cómplices. Llamó a la puerta, su fuerte mano no se despegó de mí en ningún momento. Abrió la puerta, la cual, chirrió un poco.
-Buenas tardes- saluda la anciana- me acaban de informar de lo que ha surgido haciendo en la terraza, me figuraría que pasaría y no solo yo, por lo visto.- dijo mirando a Thyler.
-Buenas tardes.- dije yo de manera educada, intentando ocultar mis colores.
-Sentaos, tenemos que hablar.-dijo muy seria, estaba ahora sentada en la larga mesa de comedor con un libro muy viejo entre las manos. Nos acercamos y nos sentamos uno frente al otro.
-Yo parto mañana…lejos de aquí- le dijo a Brígida, que no le sorprendió mucho la nueva noticia.
-¿Por qué?- preguntó curiosa, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Usted, ya sabe el motivo.- le dijo el sonriéndole irónicamente.
- Entiendo, bueno tenéis que partir pasado mañana a WhiteTower, el jefe de los Elfos quiere ayudaros en vuestra…- carraspea- tú misión- dijo corrigiendo la frase.
-Pero entonces iré sola- dije mirando a Brígida.
-Así es, tu primera misión en solitario.-dijo sonriéndome.
-No, intentaré ir allí para estar contigo. Si pasado mañana no estoy aquí para partir contigo, vete, yo acudiré a WhiteTower.- dijo mirándome muy convencido.
-Está bien.-dije mirándole fijamente a sus grandes ojos dorados.
-Muy bien os podéis ir. – dijo sonriente. Parecía saber desde el principio lo que iba a pasar.
Salimos de la sala. Al cerrarse la puerta, un desgarrador grito de felicidad salió desde dentro de la sala. Thyler y yo compartimos miradas asustadas.
-Que te parece si nos vamos a comer a la pradera en la que estuvimos.-dijo mostrando su blanca dentadura. Sus ojos brillaban de felicidad, dorados como si fueran oro derretido.
-Me parece bien, pero yo no tengo mucha hambre.-le dije desviando su mirada. Notaba las mejillas ardiendo de las lágrimas que antes, habían surcado mi rostro. Tenía las rodillas doloridas del golpe al impactar contra el suelo. Aunque no me importaba, estaba con él.
-Voy a por unas cosas y vuelvo.-dijo sonriente.- Ves bajando abajo y espérame en el hall principal.
-Está bien.- le dije sonriéndole, no podía ocultar esa sonrisa de niña tonta.
Me fui yendo hacia las escaleras blancas de mármol, oía el repiqueteo de sus zapatos en el suelo, rápidos. Empecé a bajarlas. Estaban limpísimas y el olor a humedad azotaba la estancia. Cuando pasé por al lado del cuadro me quedé mirándolo durante unos minutos. Aún seguía mi imagen con la de un lobo de ojos dorados y pelo cobrizo. No había cambiado nada, todo seguía como la última vez. Me quedé observando aquel cuadro minuciosamente, observando cualquier detalle que me pudiera dar una pista de quién era ese lobo y cómo podría encontrarlo. Oía los zapatos de Thyler, repiquetear más fuerte en el suelo, más cercanos a mí. En unos segundos, ya estaba en las escaleras de mármol, observándome. Estaba anonadada con el cuadro. Bajó las escaleras y se acercó a mí, colocándose a mi lado. Comenzó a observar el cuadro con la misma atención que yo.
- No es solo un sueño, lo sé.- le dije cortando el silencio, mirándole a los ojos. Su expresión, era totalmente blanca, sus ojos dorados se oscurecieron y sus labios se habían vuelto una fina línea dibujada en su rostro.
- Me estoy dando cuenta de que no…-dijo entrecortadamente.
-Aun no sé quién es ese lobo y no sé cómo lo podré encontrar.- le dije mirándole a los ojos. Thyler me devolvió la mirada, seguía pálido, sorprendido.
-No me hagas mucho caso…pero aquí no hay lobos…hay licántropos…-dijo entre suspiros, como si no quisiera decirlo, pero se le estaba escapando de su boca.
-Entiendo…-le dije mirando al cuadro.- ¿Conoces a algún licántropo?
No respondió a mi pregunta, se quedó callado admirando el cuadro. Tras varios minutos en silencio, aquella pintura empezó a cambiar, empezó a brillar, dando paso a otra pintura totalmente distinta, otro hecho del futuro. En esta nueva, había un salón de un palacio, iluminado con pequeñas luces blancas y grandes cuadros. Todas las personas que estaban en ese salón iban muy bien vestidas, de gala, con trajes blancos impolutos. Hacían hueco en el medio, admiraban como dos personas bailaban. Una chica, vestida con un precioso vestido rojo, con una melena marrón al viento y un chico, con un traje negro. Me acerqué más a admirar la pintura. Aquellas dos caras me eran muy conocidas, una era yo…y la otra era…Thyler. Sus ojos y lo míos coincidieron.
-Será mejor que vayamos a comer.- dijo Thyler.
-Sí.- le dije mirándole a los ojos, los suyos brillaban como dos estrellas doradas en la noche. Eran los ojos más penetrantes y hermosos que nunca antes había visto.
Bajamos corriendo las escaleras, habíamos estado demasiado tiempo admirando el cuadro, aquel que nos había revelado un cercano fututo… Thyle me cogía entre sus brazos mientras bailábamos.
Llegamos a la cuadra corriendo.
-Cogemos solo a Alma, Vivaz mañana se vendrá conmigo.-dijo Thyer, sonriendo, mirando al horizonte.
 Ensillé a Alma. Yo solo podía pensar en lo sucedido y en el cuadro. Subí a la yegua, con un poco de ayuda suya, estaba distraída. Luego subió Thyler y mis nervios se crisparon. Notaba todo su cuerpo contra el mío, sin salvaguardar ningún recoveco entre nosotros que no poseyera ninguna pizca de su calor. Paso las manos por debajo de mis costados, rozándolos, apoye mi espalda en su pecho, que subía y bajaba rápido y alterado. Su mano derecha se agarró a mi estómago, para evitar que cayera, la izquierda apretó la rienda con fuerza. Alma comenzó a correr muy rápido, estaba empezando a hacerse tarde.
En un  momento llegamos a la preciosa pradera. Thyler bajo del caballo, y luego me ayudo, nuestros ojos no paraban de mirarse. Estaba atardeciendo muy rápido. Cogí la manzana, me tumbé en el suelo, apoyando mi cabeza en el hombro de Thyler y, sin decir nada, admiramos el atardecer. Lo sucedido vibraba en mi cabeza como imágenes grabadas a fuego.
- Eso es WhiteTower, el salón del palacio.- dijo mirándome a los ojos.
-Entiendo.- le dije sin mirarle.
- Yo quería decirte que volveré, como te he…- dijo, pero le corté antes de que acabará.
-Shh calla, no digas nada, disfruta de este momento conmigo antes de irte…-le dije mirándole a los ojos. El sol estaba ocultándose bajo los árboles, la luz se volvía a naranjada, brillante. Eran los últimos rayos de sol, antes de que la oscura noche cayera sobre nosotros  y las primeras estrellas asomarán.
El resto de la estancia allí, no dijimos nada, nos mirábamos fijamente, y algunos besos surgían de vez en cuando. Las estrellas se vinieron encima. Cayó la noche.  Me cogió de la mano y, acercándola contra su rostro muy suavemente, la besó.
-No olvidaré este momento, pero será mejor que nos vayamos.- dijo Thyler cariñosamente.
Sus ojos bajo la luna aun brillaban más. Volvía a subir al caballo y luego él, volvía a pasar lo de antes, más que ahora, el latir de su corazón era suave y relajante, los nervios habían desaparecido. Sus ojos brillaban y el viento se llevaba mi pelo hacia tras. Al tener todo su cuerpo contra el mío, no tenía frío.
Llegamos al palacio sin decir nada. Los dos nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones, cogidos de la mano, sonriendo tontamente, enamoradizamente. Llegué a la puerta de mi habitación. Se colocó en frente mío y, suavemente, me cogió las manos y las llevó a su corazón, nuestros labios se unieron. Tras unos segundos después, nos separamos de forma que nuestros labios se rozaban.
- ¿Me esperarás?- preguntó Thyler con un susurro, sus labios movían a los míos al hablar.
-Sabes que sí.- le respondí y, finalmente, nuestros labios chocaron de verdad en un beso mucho más intensificado que el anterior. Se separó de mí.
-Buenas noches, Kiara.- dijo suavemente.
Entré en mi cuarto, quitándome la ropa y poniéndome un pijama de manga cota y pantalón corto de seda blanca, pasaba mucho calor allí, encerrada. Deje todo tirado por el suelo, solo quería descansar. Conseguí conciliar el sueño.
-Kiara…-empecé a oír mi nombre, unos ojos dorados eran reflejados por la luna.
-¿Qué quieres a las dos de la mañana?- pregunté muy confusa y con los ojos entrecerrados.
- Puedo dormir aquí contigo, por favor.- dijo Thyler, presionando mi mano contra su pecho con fuerza.
-Está bien, buenas noches.- le dije abriendo el edredón, el frío de la habitación me caló.
-Buenas noches.- dijo metiéndose dentro de la cama y abrazándome contra él.
Creía que todo eso era un sueño, que había muerto y había renacido. No me costó mucho conciliar el sueño de nuevo, notándome protegida, segura, amada…
Los primeros rayos de sol inundaron la habitación, desperté. El calor de Thyler se había esfumado. Ahora había una pequeña caja con un papel doblado por la mitad encima. Me desperecé y me levanté, abriendo el contenido de la nota.


“No quiero que te pase nada malo, aquí tienes tu primer traje de batalla. Ojalá nunca lo uses, aunque sé que es imposible. Me está resultando muy difícil separarme de ti. Te quiero. Espérame, juro que volveré por ti”

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