Descripción del blog:

Este es un blog en el que dos amigas publicamos nuestra historia. Comenzamos con la primera parte; "Aullido en la oscuridad" ¡Esperamos que os guste!

jueves, 14 de noviembre de 2013

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 7

Baje las escaleras, un poco mareada y confusa con lo que acababa de pasar. Me acababa de decir que algo en sus adentros le dice que me tenía que proteger, que me tenía envidia por ser…la elegida. Llame a la puerta de Thyler, apoyando la espalda en la fría pared. En unos pocos segundos la puerta se abrió  y Thyler apareció, mirando hacia dónde estaba apoyada.
- Que rápida…-dijo con una bonita sonrisa blanca.
-Tengo que hablar contigo, pero antes…-dije mirándome el brazo.
Me cogió por debajo de las rodillas y por debajo de la nuca. Me sobresaltá por su gesto. Notaba su fuerte respiración, su calor pasaba a través de mi ropa y sus ojos se clavaban en mí, aquellos relucientes ojos dorados. Me dejo en su cama, suavemente. El edredón era suave. No parecía la típica habitación de chico; era limpia, ordenada y con muchos libros en una pequeña estantería, al lado de una ventana que daba a un balcón.
-Tienes que enseñarme el hombro, sino, no voy a poder saber lo que te pasa.-dijo sonriendo pícaramente mientras se acercaba a mí.
-Cuando esté perfectamente,  me las pagarás que lo sepas.- le dije un poco enfadada, aunque en el fondo creo que me empezaba a gustar. No, me empezaba a caer mejor. Tal vez ambas cosas… era una situación algo confusa.
-Luego me lo agradecerás.- dijo con una sonrisa dibujada en la cara. Se giró y yo me quite con cuidado la camiseta blanca. Dejando al descubierto mi pecho y con ello mi hombro.
-Ya te puedes girar.- le dije sonriendo.
Miré mi hombro por un instante, había aparecido un gran hematoma morado sobre mi blanca piel. Se acercó a mí y me miró extrañado. Puso las manos en el hombro. Cada punto que tocaba de la extremidad, era un nuevo gemido de dolor por mi parte. Llegó a una conclusión.
-Te lo has dislocado.- dijo con su mirada puesta en él, pensativo.
-Pues colócamelo bien, haz lo que creas para que pueda recuperarme, para luchar.- dije empezando a preocuparme.
-No es tan fácil.- dijo Thyler mirándome a los ojos.- te va a doler.
-Hazlo.- le dije agarrándole con fuerza el brazo.
-Está bien. Piensa en algo que te distraiga, cualquier cosa que no haga que pienses en el dolor.- me dijo colocando las manos ya en el hombro, me miraba fijamente.
-No sé qué pensar que me haga distraerme.- le dije desviando su mirada. Sus manos se apretaron con fuerza.
-Preparada, uno, dos…-dijo mirándome a los ojos.
 Y justamente, cuando empezó a mover el hombro, se me abalanzo encima y me besó suavemente, con delicadeza. Mi hombro pegó un fuerte crujido, pero yo ya no estaba en el mundo real. Sus labios, carnosos y suaves, fueron los culpables de abstenerme de la realidad. Una fuerte corriente, como si fuera de electricidad, corrió por todo mí cuerpo y, al parecer, también en el suyo.
 Nuestros ojos hasta entonces cerrados, se abrieron con fuerza. Se apartó de mí, despegando las manos con suavidad. Creo que no podía creerse lo que había hecho. Nos miramos a los ojos fijamente durante unos segundos. Se levantó y se aclaró la garganta, desviando mi mirada.
-Cuando acabes…sube arriba te estaré esperando, no muevas mucho el brazo…- dijo corriendo, mientras salía de la habitación mascullando algo. Parecía nervioso.
Intenté asimilar lo que acababa de pasar en aquella extraña situación, me quería convencer de que no había pasado de verdad, que estaba durmiendo, soñando algo distinto.
Me puse la camiseta, el hombro ya no importaba, mi corazón había latido fuerte por un momento. Noté, en el momento que nuestros labios se rozaron, como una corriente y supe que Thyler también la notó. ¿Qué significaría aquella sensación? Subí corriendo las escaleras, sin pensar en el dolor del hombro, quería saber lo que tenía que decirme. Cuando me besó, note que había encontrado algo perdido. ¿Qué significará? Llegué a la parte de arriba, notaba que el corazón se me iba a salir del pecho en cualquier instante. No conseguía aclarar si lo sucedido era bueno o malo…Entré en la terraza en ruinas, Thyler se encontraba apoyado en la barandilla, divisando el horizonte. Se dio cuenta de mi presencia, pero no se giró. Me acerqué hasta donde estaba él y apoye las manos en la fría barandilla de piedra. No dije nada, ni él tampoco durante unos segundos.
-Lo que ha pasado…- dijo sin saber cómo continuar aquella frase.
-¿Tú también lo has notado?- le dije cortando su frase. Él me miró fijamente y yo a él.
-Sí, aquella corriente, aquella sensación de haber encontrado algo perdido.-dijo Thyler, haciendo un gran esfuerzo, por decirlo.- Fue muy intensa…
-¿Es la primera vez que la sientes, verdad?- le pregunté desviando su mirada penetrante, pero Thyler no me quitaba los ojos de encima.
-Así es, ¿y tú?- me preguntó volviendo su mirada otra vez hacia el horizonte, pero ahora su mano se acercó, sigilosa a la mía, entrelazando sus fuertes dedos contra los míos. Nuestras miradas se cruzaron,  otra vez aquella extraña sensación se manifestaba.
-También. De hecho, creo que ha llegado la hora de confesarte una cosa.-le anuncié, Thyler cambió de posición, apoyando sus lumbares en la barandilla, sus dedos no se des entrelazaron de los mío, al revés, ahora se aferraban mucho más fuerte.
- ¿El qué?- preguntó confuso.
Tomé aire antes de hablar.
-Desde que cumplí los dieciocho, he tenido el mismo sueño todos los días, y cada día que mi subconsciente lo rememora, parece darme más pistas.-sus ojos se clavaron firmemente en los míos,  ahora los suyos brillaban más que nunca, cómo si hubiera encontrado la pieza de su puzle, montado en su cabeza.- Estoy en una especie de cúpula, blanca, que parece delicada. Una luz cegadora me envuelve sin escapatoria. A primera vista parece una fina capa de diminutas estrellas pero, cuando me consigue atrapar,  se vuelve dura e impenetrable. Mis fuerzas disminuyen  a la vez que la cubierta de luz se echa sobre mí. En ese momento, un estruendoso ruido rompe la cúpula dejando paso a una densa oscuridad. El aullido de un lobo. Este no cesa hasta acabar con la luz cegadora y brillante, dejándome libre. Al romperse la cúpula, aparecen unas sombras que me rodean aclamando mí nombre. El grupo de sombras siniestras se abre paso ante mí, dejando visibles dos grandes ojos color miel y un lobo con el pelaje cobrizo. – Sus ojos se iluminaron y, al cabo de un momento, se desvanece ese brillo. ¿Por qué?
-No te preocupes, solo es un sueño.- dijo acercándome contra él.
-¿Qué es de lo que de verdad me querías hablar?- le pregunté.
-Aun no me conoces interiormente y he de decirte que, al principio, no sentía nada por ti, pero en estos pocos días notaba que algo me unía a ti y no sabía el que. Ahora creo saberlo. No te puedo confesar lo que soy de verdad, por ahora. Cuando a bajo te he besado, algo en mi interior había latido por primera vez. Y lo que he sentido no lo cambiaría por nada. Me he dado cuenta de que…me estoy enamorando de ti, pero no ahora mismo. Es como si mi corazón te hubiera estado esperando, como si en unos días hubiera renacido. - dijo mirándome a los ojos. Me coloqué enfrente de él, sus ojos brillaban más que nunca, cogió mi mano y la apoyó en su pecho.- ¿Lo notas? Pues es la primera vez, que late así por alguien.- un fuerte y sonoro ritmo, vibraba por su interior, mis ojos se unieron a los de él.
-Yo…también era distinta antes de llegar aquí, la verdad me golpeó con fuerza. Cuando estoy contigo me siento protegida, segura, como si hubiera encontrado una parte en mi interior, que no hubiera despertado. Cuando me has besad he notado, como si estuviera…destinada a ti. Cuando noto tu calor, tu sonrisa…me pongo nerviosa, y creo que yo también me estoy enamorando de ti. - le dije mirándole fijamente, sus ojos brillaban, y los míos seguro que sí.
-Sabes que yo no me abro fácilmente a las personas, soy una persona solitaria y haberme topado contigo, ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Por una vez, me alegro de confesar lo que siento.- dijo apretándome más contra él y sonriendo suavemente.
-¿Por qué me confiesas todo esto?- le pregunté curiosa, nadie mostraba así como así sus sentimientos a otra persona.
-Todo lo bueno, tiene una parte oscura y cuanto más bonito y bello más lúgubre y tenebrosa es la parte oscura.- dijo mirándome fijamente.
-¿Y cuál es la parte oscura de esta situación en la que me acabas de poner?- le pregunté curiosa, sus ojos se habían oscurecido.
-Que… que he de irme de aquí.-dijo mirándome fijamente, dolorido.
-¿Qué? ¿Por qué?- le pregunté. De mis ojos, empezaban a surcar lágrimas.
-He de irme de aquí, por ti, no quiero hacerte daño. Eres una de las mejores personas con las que me he cruzado en mi vida y, por eso, he de irme.- dijo Thyler secándome las lágrimas con los pulgares de ambas manos.
-¿Por qué me ibas a hacer daño? No lo entiendo Thyler…- le dije mientras la lágrimas no paraban de cesar.
-Porque no sabes cómo soy verdaderamente y, algún día especial, te haría mucho daño y yo no me lo perdonaría nunca.- susurró juntando su frente con la mía.
-Y entonces, ¿por qué me lo has confesado?- le pregunté. Las rodillas me fallaban, era la primera persona con lo que sentía algo así, tan intenso y en tan poco tiempo. Caí al suelo y él cayo conmigo. Ahora Thyler estaba enfrente de mí de rodilla.- Lo has vuelto hacer, has jugado conmigo y ahora, que ya te has cansado, me tiras como si no valiese nada.
-No he jugado contigo, es solo que si no vuelvo, quería que supieras lo que sentía por ti.- nuestros ojos se miraron. Los míos surcaban lágrimas y, los suyos, me miraban fijamente, con expresión dolida. Mi corazón por un momento se había sentido lleno, sin espacio para dolencias y tristezas, ahora se había sumido completamente en la tristeza.
-Me iré contigo, te ayudaré, haré lo que me digas, pero…no te vayas.-le dije con voz entrecortada.
-Sabes muy bien que no puedo, no quiero hacerte daño. Confía en mí, cuando pueda  volveré.- dijo abrazándome contra su pecho, mientras me acariciaba el pelo con ternura.- Como ya te he dicho yo no me he enamorado de ti en unos días, mi corazón te ha estado esperando desde hace mucho… ¿Sabrás esperarme tu a mí como yo te he esperado a ti?- dijo levantándome la cara, tenía dibujada una sonrisa melancólica.
-Si me prometes que volverás…-le dije mirándole a los ojos, fijamente.
-Volveré…por ti, porque lo mucho que te necesito no se va a evaporar en dos horas…- dijo sonriéndome. Sus labios se acercaron lentamente a los míos hasta llegar a unirse. Aquella extraña sensación me invadió todo el cuerpo, estaba con la persona correcta…en el momento correcto. Aún seguíamos arrodillados en el suelo, sus manos estaban calientes y se aferraban a mis caderas mientras que, las mías, se posaban una en el corazó y la otra le rodeaba la nuca.
-¿Cuándo te irás?- le pregunté con un susurro, nuestras frentes estaban apoyadas una en la otra de nuevo.
-Mañana, temprano.- dijo volviéndome a besar.- No pienses en ello.
-¿Interrumpo?- dijo una voz conocida, rápidamente nos separamos, levantamos la mirada los dos. Era Thai.- Brígida quiere hablar con vosotros- nos miraba asombrado y… ¿frustrado?
-Dile, que ahora mismo bajamos.- dijo Thyler, despachándolo. Se había formado una situación un tanto incómoda.
- Voy…-dijo Thai, sin quitarnos la mirada de encima. Volvió a bajar.
Reí un poco y dije:
-Momento incómodo.
-Por fin, veo una sonrisa dibujada en tu rostro.- dijo levantándose y luego ayudándome a mí.
Cuando estuvimos él uno frente al otro, otro beso volvió a surgir. Aquella sensación de haber encontrado lo que tanto tiempo llevabas buscando, llenaba cualquier vacío. Me cogió de la mano y bajamos las escaleras, sin quitarnos la mirada el uno del otro. Llegamos al salón donde se encontraba Brígida. Antes de abrir la puerta, compartimos miradas cómplices. Llamó a la puerta, su fuerte mano no se despegó de mí en ningún momento. Abrió la puerta, la cual, chirrió un poco.
-Buenas tardes- saluda la anciana- me acaban de informar de lo que ha surgido haciendo en la terraza, me figuraría que pasaría y no solo yo, por lo visto.- dijo mirando a Thyler.
-Buenas tardes.- dije yo de manera educada, intentando ocultar mis colores.
-Sentaos, tenemos que hablar.-dijo muy seria, estaba ahora sentada en la larga mesa de comedor con un libro muy viejo entre las manos. Nos acercamos y nos sentamos uno frente al otro.
-Yo parto mañana…lejos de aquí- le dijo a Brígida, que no le sorprendió mucho la nueva noticia.
-¿Por qué?- preguntó curiosa, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Usted, ya sabe el motivo.- le dijo el sonriéndole irónicamente.
- Entiendo, bueno tenéis que partir pasado mañana a WhiteTower, el jefe de los Elfos quiere ayudaros en vuestra…- carraspea- tú misión- dijo corrigiendo la frase.
-Pero entonces iré sola- dije mirando a Brígida.
-Así es, tu primera misión en solitario.-dijo sonriéndome.
-No, intentaré ir allí para estar contigo. Si pasado mañana no estoy aquí para partir contigo, vete, yo acudiré a WhiteTower.- dijo mirándome muy convencido.
-Está bien.-dije mirándole fijamente a sus grandes ojos dorados.
-Muy bien os podéis ir. – dijo sonriente. Parecía saber desde el principio lo que iba a pasar.
Salimos de la sala. Al cerrarse la puerta, un desgarrador grito de felicidad salió desde dentro de la sala. Thyler y yo compartimos miradas asustadas.
-Que te parece si nos vamos a comer a la pradera en la que estuvimos.-dijo mostrando su blanca dentadura. Sus ojos brillaban de felicidad, dorados como si fueran oro derretido.
-Me parece bien, pero yo no tengo mucha hambre.-le dije desviando su mirada. Notaba las mejillas ardiendo de las lágrimas que antes, habían surcado mi rostro. Tenía las rodillas doloridas del golpe al impactar contra el suelo. Aunque no me importaba, estaba con él.
-Voy a por unas cosas y vuelvo.-dijo sonriente.- Ves bajando abajo y espérame en el hall principal.
-Está bien.- le dije sonriéndole, no podía ocultar esa sonrisa de niña tonta.
Me fui yendo hacia las escaleras blancas de mármol, oía el repiqueteo de sus zapatos en el suelo, rápidos. Empecé a bajarlas. Estaban limpísimas y el olor a humedad azotaba la estancia. Cuando pasé por al lado del cuadro me quedé mirándolo durante unos minutos. Aún seguía mi imagen con la de un lobo de ojos dorados y pelo cobrizo. No había cambiado nada, todo seguía como la última vez. Me quedé observando aquel cuadro minuciosamente, observando cualquier detalle que me pudiera dar una pista de quién era ese lobo y cómo podría encontrarlo. Oía los zapatos de Thyler, repiquetear más fuerte en el suelo, más cercanos a mí. En unos segundos, ya estaba en las escaleras de mármol, observándome. Estaba anonadada con el cuadro. Bajó las escaleras y se acercó a mí, colocándose a mi lado. Comenzó a observar el cuadro con la misma atención que yo.
- No es solo un sueño, lo sé.- le dije cortando el silencio, mirándole a los ojos. Su expresión, era totalmente blanca, sus ojos dorados se oscurecieron y sus labios se habían vuelto una fina línea dibujada en su rostro.
- Me estoy dando cuenta de que no…-dijo entrecortadamente.
-Aun no sé quién es ese lobo y no sé cómo lo podré encontrar.- le dije mirándole a los ojos. Thyler me devolvió la mirada, seguía pálido, sorprendido.
-No me hagas mucho caso…pero aquí no hay lobos…hay licántropos…-dijo entre suspiros, como si no quisiera decirlo, pero se le estaba escapando de su boca.
-Entiendo…-le dije mirando al cuadro.- ¿Conoces a algún licántropo?
No respondió a mi pregunta, se quedó callado admirando el cuadro. Tras varios minutos en silencio, aquella pintura empezó a cambiar, empezó a brillar, dando paso a otra pintura totalmente distinta, otro hecho del futuro. En esta nueva, había un salón de un palacio, iluminado con pequeñas luces blancas y grandes cuadros. Todas las personas que estaban en ese salón iban muy bien vestidas, de gala, con trajes blancos impolutos. Hacían hueco en el medio, admiraban como dos personas bailaban. Una chica, vestida con un precioso vestido rojo, con una melena marrón al viento y un chico, con un traje negro. Me acerqué más a admirar la pintura. Aquellas dos caras me eran muy conocidas, una era yo…y la otra era…Thyler. Sus ojos y lo míos coincidieron.
-Será mejor que vayamos a comer.- dijo Thyler.
-Sí.- le dije mirándole a los ojos, los suyos brillaban como dos estrellas doradas en la noche. Eran los ojos más penetrantes y hermosos que nunca antes había visto.
Bajamos corriendo las escaleras, habíamos estado demasiado tiempo admirando el cuadro, aquel que nos había revelado un cercano fututo… Thyle me cogía entre sus brazos mientras bailábamos.
Llegamos a la cuadra corriendo.
-Cogemos solo a Alma, Vivaz mañana se vendrá conmigo.-dijo Thyer, sonriendo, mirando al horizonte.
 Ensillé a Alma. Yo solo podía pensar en lo sucedido y en el cuadro. Subí a la yegua, con un poco de ayuda suya, estaba distraída. Luego subió Thyler y mis nervios se crisparon. Notaba todo su cuerpo contra el mío, sin salvaguardar ningún recoveco entre nosotros que no poseyera ninguna pizca de su calor. Paso las manos por debajo de mis costados, rozándolos, apoye mi espalda en su pecho, que subía y bajaba rápido y alterado. Su mano derecha se agarró a mi estómago, para evitar que cayera, la izquierda apretó la rienda con fuerza. Alma comenzó a correr muy rápido, estaba empezando a hacerse tarde.
En un  momento llegamos a la preciosa pradera. Thyler bajo del caballo, y luego me ayudo, nuestros ojos no paraban de mirarse. Estaba atardeciendo muy rápido. Cogí la manzana, me tumbé en el suelo, apoyando mi cabeza en el hombro de Thyler y, sin decir nada, admiramos el atardecer. Lo sucedido vibraba en mi cabeza como imágenes grabadas a fuego.
- Eso es WhiteTower, el salón del palacio.- dijo mirándome a los ojos.
-Entiendo.- le dije sin mirarle.
- Yo quería decirte que volveré, como te he…- dijo, pero le corté antes de que acabará.
-Shh calla, no digas nada, disfruta de este momento conmigo antes de irte…-le dije mirándole a los ojos. El sol estaba ocultándose bajo los árboles, la luz se volvía a naranjada, brillante. Eran los últimos rayos de sol, antes de que la oscura noche cayera sobre nosotros  y las primeras estrellas asomarán.
El resto de la estancia allí, no dijimos nada, nos mirábamos fijamente, y algunos besos surgían de vez en cuando. Las estrellas se vinieron encima. Cayó la noche.  Me cogió de la mano y, acercándola contra su rostro muy suavemente, la besó.
-No olvidaré este momento, pero será mejor que nos vayamos.- dijo Thyler cariñosamente.
Sus ojos bajo la luna aun brillaban más. Volvía a subir al caballo y luego él, volvía a pasar lo de antes, más que ahora, el latir de su corazón era suave y relajante, los nervios habían desaparecido. Sus ojos brillaban y el viento se llevaba mi pelo hacia tras. Al tener todo su cuerpo contra el mío, no tenía frío.
Llegamos al palacio sin decir nada. Los dos nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones, cogidos de la mano, sonriendo tontamente, enamoradizamente. Llegué a la puerta de mi habitación. Se colocó en frente mío y, suavemente, me cogió las manos y las llevó a su corazón, nuestros labios se unieron. Tras unos segundos después, nos separamos de forma que nuestros labios se rozaban.
- ¿Me esperarás?- preguntó Thyler con un susurro, sus labios movían a los míos al hablar.
-Sabes que sí.- le respondí y, finalmente, nuestros labios chocaron de verdad en un beso mucho más intensificado que el anterior. Se separó de mí.
-Buenas noches, Kiara.- dijo suavemente.
Entré en mi cuarto, quitándome la ropa y poniéndome un pijama de manga cota y pantalón corto de seda blanca, pasaba mucho calor allí, encerrada. Deje todo tirado por el suelo, solo quería descansar. Conseguí conciliar el sueño.
-Kiara…-empecé a oír mi nombre, unos ojos dorados eran reflejados por la luna.
-¿Qué quieres a las dos de la mañana?- pregunté muy confusa y con los ojos entrecerrados.
- Puedo dormir aquí contigo, por favor.- dijo Thyler, presionando mi mano contra su pecho con fuerza.
-Está bien, buenas noches.- le dije abriendo el edredón, el frío de la habitación me caló.
-Buenas noches.- dijo metiéndose dentro de la cama y abrazándome contra él.
Creía que todo eso era un sueño, que había muerto y había renacido. No me costó mucho conciliar el sueño de nuevo, notándome protegida, segura, amada…
Los primeros rayos de sol inundaron la habitación, desperté. El calor de Thyler se había esfumado. Ahora había una pequeña caja con un papel doblado por la mitad encima. Me desperecé y me levanté, abriendo el contenido de la nota.


“No quiero que te pase nada malo, aquí tienes tu primer traje de batalla. Ojalá nunca lo uses, aunque sé que es imposible. Me está resultando muy difícil separarme de ti. Te quiero. Espérame, juro que volveré por ti”

martes, 12 de noviembre de 2013

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 6

Amanecí tumbada sobre la áspera colcha de mi cama, me sentía agotada y no recordaba cómo había llegado hasta allí. Despacio, me incorporé hasta llegar a sentarme. Desde la habitación, se escuchaban los sonidos que emitían las hojas de las copas de los árboles hasta chocar unas con otras por el viento. Le relajaba escucharlo. Un sol anaranjado, despertaba de entre las montañas ofreciendo sus primeros rayos. Estiro los brazos y bostezo, doy un salto y bajo de la cama. Sobre una robusta silla de madera muy oscura, hay, plegados, un pantalón de cuero negro y una camiseta blanca y ancha de manga corta. Camina hacia la silla extiende la ropa. Al abrirla una nota cae al suelo, la recojo y leo su contenido. La letra con la que está escrita es muy fina y está ligeramente tumbada hacia la derecha. Brígida quiere verla cuando esté preparada y arreglada. Rápidamente, coge su nueva ropa y se cambia. La camiseta resbala por uno de sus hombros, dejándolo al descubierto. De pronto, un dolor agudo atravesó ese mismo hombro. Un dolor tan intenso que hizo que me estremeciera. Miré al frente y, con pasos decididos, me dirigí al despacho de Brígida. No estaba lejos de mi cuarto, solo tuve que cruzar un largo pasillo y era la primera puerta a la derecha. Llamé dos veces son los nudillos de la mano.
-Adelante, Kiara- se escuchó desde dentro.
Abrí la puerta y encontré a la anciana sentada en el gran sillón giratorio. Su cabello estaba recogido en un moño bajo y mostraba una nueva expresión en su rostro. Al decir verdad, no estaba muy segura de lo que me quería transmitir.
-¿Cómo sabía que era yo?
-Querida mía, eres la única alumna de esta academia que se devela antes del amanecer y no vuelve a conciliar el sueño hasta, con suerte, la noche siguiente- comentó haciéndome un gesto para que me sentara en una silla, claramente mucho más incómoda que su sillón, en frente de ella.
-Thyler, tu adiestrador, habló conmigo a altas horas de la noche- juntó las manos sobre su regazo y continuó hablando- Me informó de tu gran habilidad en el tiro. ¿No lo habías hecho nates?
-¡No, claro qué no! En mi vida normal no me dedicaba a lanzar cuchillos contra un blanco fijo. Más bien, lo mío eran las ciencias.
-Que chistosa- dijo sin mostrar una triste sonrisa- Te he mandado llamar para comunicarte que no necesitarás más clases de lucha. Ya estás preparada.
La noticia me pilló muy desprevenida. ¡No llevaba ni tres días entrenando! ¿Y si Thyler quería quitársela del medio?
-Y… ¿Thyler te ha pedido que mis clases terminen?
-Así es.
Apreté los puños, sintiendo como la sangre hervía por mis venas. Lo había vuelto a hacer. Me levanté tan bruscamente de la silla que esta cayó al suelo. La rabia y la ira irradiaban de mí. Quería gritar. 
Subí las escaleras que daban a la terraza en ruinas. Llegué, me llevé las manos a la cabeza y grité al infinito. El eco rebotó por todo el bosque, asustando a varias aves que volaban juntas.
-Vaya- dijo una voz detrás de mí- ¿Nos hemos levantado con el pie izquierdo esta mañana?
Thyler se encontraba apoyado en uno de los muros más estables de la que quedaba de la estructura. Me giré de forma brusca y le fulminé con la mirada.
-¡Es qué siempre tienes que aparecer cuando quiero estar sola!- grité andando de un lado a otro.
-¿Qué te he hecho ahora?- preguntó Thyler desconcertado.
-Brígida me ha dicho que ya no quieres ser mi adiestrador, que ya no necesito tus lecciones. ¡Lo has vuelto a hacer, Thyler! ¡Pasas de estar cabreado conmigo o ser honrado! ¿A qué juegas?- pregunté intentando calmarme. De nuevo, el dolor de mi hombro resurgió haciéndome caer de rodillas en el suelo. Gemí por el agudo dolor.
-¡Kiara!
Thyler corrió a una velocidad inigualable hasta que consiguió sujetarme antes de que cayese desplomada sobre el frió suelo. Rodeó mi cintura con uno de sus fuertes brazos, pasando el libre por mi espalda para evitar que solo rozase el suelo con mis piernas.
-Kiara… ¿Qué te ocurre?- preguntó el muchacho con tono preocupado.
-Mi hombro, me duele- contesté. El calor de sus manos al rozar mi blanca piel me producía escalofríos- Está mañana me desperté con este dolor y no recuerdo haberme golpeado con nada.
-Ven, apóyate en mi- Thyler tensó sus brazos para ayudarla a tenerse en pie.  Al conseguir elevarme, clavó su mirada en mis ojos. Él era más alto que yo y mucho más fuerte, saltaba a la vista. Una fuerte ráfaga de viento consiguió desequilibrarme hacia delante, me vi obligada a sujetarme rodeando con mis brazos el cuello de Thyler. Me sonrojé al instante, intentando apartarme de él. Pero me retuvo.
-¿Dices que no recuerdas nada de lo que pasó anoche?
-No- desvié la mirada. Thyler conseguía ponerme nerviosa, muy nerviosa. Sabía que él lo había notado, su expresión facial cambió. Arqueó las cejas y me preguntó:
-¿Te pongo nerviosa?- acercó su cuerpo más al mío. Conseguía escuchar su respiración tranquila.
-¡No!- salté zafándome de él- ¡Y no cambies de tema! ¿Se puede saber por qué dices que no necesito más clases tuyas? ¿Tan poco de agrado?
-¡Ya estás preparada, te lo dije! ¡Ningún otro luchador ha aprendido con tanta facilidad como tú, Kiara!- gritó alejándose de mi- ¡Ni siquiera yo!
La respuesta me pilló muy desprevenida. Era eso…
-Por eso te comportas así conmigo…distante y frio en muchas ocasiones…- susurraba- No podías admitir que yo…de alguna forma… ¿sea mejor que tú?
Thyler apretó los puños haciendo notar los músculos de su antebrazo. Ella era la elegida, y lo respetaba. Pero el fue desde siempre el número uno en la escuela de lucha. Siempre…hasta ahora.
-Thyler, nunca seré mejor que tú. Solo soy…
-La elegida. La que librará a este reino de la oscuridad perpetua, del miedo que aterra a sus habitantes- narraba él- Supe que vendría la persona indicada, pero mi mente no se imaginó a alguien como tú, Kiara. Alguien que ha cambiado mi rumbo completamente, que ha aparecido de la nada, como una sombra. De alguna forma, no me preguntes cual porque no lo sé, me siento unido a ti, destinado a protegerte hasta que yo caiga. Y eso haré, es mi deber, mi desino.
-Ningún destino está  escrito Thyler, el de nadie- me comencé a acerca a él con pequeños y cautelosos pasos- Tú puedes elegir el tuyo, no está obligado o protegerme en esto.
-No te hagas la valiente.- me acusó girándose para mirarme- Tienes razón en que puedo elegir mi futuro, ya lo he hecho. Siempre dejo guiarme por lo que siento y, ahora, siento que debo estar a tu lado en la batalla- ahora, nuestros rostros se encontraban a pocos centímetros de distancia- Voy a arriesgarme por ti, Kiara Waldlow, y no vas a poder impedírmelo. Nada lo hará.
Thyler alzó una de sus manos con intención de acariciar mi rostro, se detuvo en seco y la retiró.
-Te espero en mi habitación, hay que curarte eso hombro.
Segundos después desapareció de la terraza.



sábado, 9 de noviembre de 2013

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 5

Me llevo por unas estrechas sendas en las que íbamos él delante y yo detrás. No decía nada, estaba concentrado en los alrededores. En aquel majestuoso bosque de árboles altos, sin hojas, que dejaban pasar la luz del sol. Notaba a Alma un poco inquieta. Oía el ruido de la naturaleza, el pisar de los animales, el susurro del viento y los pequeños tintineos de un riachuelo no muy lejano. Aquel paisaje me resultaba familiar, todo aquello, pero yo nunca había estado allí en persona. Tal vez en algún sueño. Notaba mis frías manos rodeando las riendas de cuero con fuerza. Thyler, sabía que estaba muy tensa, todo me había pillado por sorpresa, un nuevo mundo había caído a mis pies y yo, de la noche a la mañana, me había convertido en su luchadora. Había descubierto que mi madre vivía y mi padre…Thyler se detuvo, habíamos llegado a un ensanchamiento en aquel camino, se giró. Notaba el frío metiéndose por mi camisa blanca, empapándome los huesos. Me miró fijamente, pensativo.
-Ya están colocadas las dianas. Solo tendrás que fijarte. Son de color rojo.- dijo mientras se bajaba del caballo y lo ataba a un árbol. Me pasó el arco y las flechas. Intentaba concentrarme, pero era muy difícil, todo en aquel lugar me abrumaba. Había descubierto otra parte de mí que no era yo.
-Entendido.- le dije con total firmeza. Notaba el arco frío entre mis dedos. Cogí una flecha, eran de madera con las plumas doradas. Observé cómo se acercaba  a Alma y se miraban fijamente. Se subió a ella de un salto. ¿Qué estaba pasando?
-Dame las riendas, así podrás disparar.- se las pasé, notaba sus piernas calientes pegadas a las mías, su pecho subiendo y bajando, su respiración en la nuca y sus brazos rodeándome.- Concéntrate, tu puedes…haz como si yo no estuviera aquí. ¿Lista?
-Más que nunca.-le dije mirándole a los ojos. Nuestros rostros estaban muy juntos, casi rozándose.
Cogió las riendas y empezó a hacer que Alma galopará muy rápido. Empuñé el arco y preparé una flecha, me giré y disparé a una diana roja. Cargué otra flecha, vi otra a la derecha, volví a disparar. Cargué  el arco, a la izquierda había una a lo alto, disparé. Preparé otra flecha, una se encontraba a ras de suelo, me incliné dejándome llevar por una parte de mí que me indicaba dónde estaban, volví a disparar. Me coloqué en buena posición mientras cargaba otra flecha. Había una detrás de un árbol, era muy difícil de ver, me giré vislumbrando el rostro de Thyler, mirando hacia el frente, disparé. El caballo fue cesando su agitada corrida. Dio la vuelta y, con el caballo otra vez galopando, revisó las flechas mientras las desclavaba. Volvimos al llano donde estaba Vivaz, tranquilo y olisqueando el suelo. Bajo del caballo. En todo el camino hasta llegar al caballo negro, Thyler no había dicho nada. Le pasé el arco y lo guardó. Aún no me había dicho que tal había hecho aquel ejercicio. Ya no notaba el calor de sus piernas, sus brazos rozando mis costados, como subía y bajaba su pecho y su respiración en mi nuca. El frío me volvió a arropar.
-Baja del caballo, continuaremos a pie.- anunció con una áspera voz mientras desataba a Vivaz.
-Pues tenemos un problema…- le dije con voz temblorosa. Se giró hacia mí con una mirada llena de recelo.-…he sabido subir, pero no se bajar.
Se acercó a mí sigilosamente, sus pasos se clavaban en la tierra húmeda  y los claros de luz que dejaban atravesar las ramas iluminaban su rostro, sus ojos y su pelo oscuro. Sonrío y su mirada se clavó en mis ojos, que por una vez se sentían…admirados por los suyos. Me puso las manos en las caderas con cuidado, estaban calientes y con fuerza de sobras, me elevo del caballo y me fue bajando, sus ojos quedaban por debajo de los míos, que me miraban de forma intensa. Me posó en el suelo y cambio el rumbo de su mirada. Estaba confusa, Thyler tenía ocasiones en las que me odiaba y otras que hacía sentirme deseada, acompañada. Cuando estaba con él, me sentía protegida, cuidada, arropada por su calor, como si le conociera… ¿Qué me está pasando…?
Cogió las riendas del caballo, iba andando deprisa, no quería coincidir conmigo, no quería que le hablara… ¿qué le pasaba? Hice lo mismo que él y me puse a su altura. Íbamos andando el uno junto al otro, le miraba fijamente. Nadie dijo nada, seguí mirando hacia el frente, observando ese bonito paisaje e intentando que la situación no fuera incómoda, pero era demasiado tarde. Nuestras miradas coincidían alguna vez, aunque, rápidamente, cambiaban de destino. Tenía frío, no hacía muy buen tiempo para llevar solo una camisa. Thyler se dio cuenta. Llevábamos media hora andando en silencio. Paró en seco, se quitó la chaqueta de cuero, dejando ver la camiseta oscura que marcaba su esculpido cuerpo. Me la ofreció, sin decir ni una palabra. Yo paré y la acepté. Me la coloque y saqué el pelo que se había enganchado por dentro.
-Gracias- agradecí con un susurro de voz sabiendo que no obtendría respuesta. Me equivocaba. Mis ojos coincidieron con los de él.
-De nada. Oye, llevo todo el rato preguntándome algo.-dijo mirándome, mientras caminábamos.- Nunca has hecho nada de esto y…parece que llevas entrenando muchos años.- Sus ojos miraron hacia el frente, los míos se clavaron en el poco cielo que nos observaba. Se hizo un silencio.
-Lo sé, nunca se me han dado bien los deportes y, el llegar aquí y saber cómo manejar una espada, como disparar, como montar a caballo…es todo muy confuso.- dije mirando hacia el frente, notaba como sus ojos se clavaban en mí.
-Haces que parezca fácil lo que hacemos.- dijo mientras me miraba. Me giré para verle la cara, la cual, había cambiado por completo, sus ojos se habían llenado de un brillo especial, su rostro se mostraba relajado, sus labios mostraban una bonita sonrisa, en el fondo, debajo de esa coraza dura y fría, escondía un pequeño corazón.
-Llevo preguntándome esto desde que te nombraron mí adiestrador, ¿cuál es tú don, Thyler?- le pregunté. Él dejo de mirarme, sus rasgos se volvieron contrarios, la sonrisa se había borrado, los ojos se habían oscurecido, ahora parecía un chico frío y distante. El Thyler de siempre.
-No te lo voy a decir, cuando llegue el momento, lo sabrás.- dijo corriendo más.- Estamos llegando. Hora de comer.
Aceleré el paso.
- A veces pienso que me odias, a veces pienso que te caigo bien…te contradices, me confundes…-le dije cruzando nuestras miradas.
-A eso yo también sé jugar.- dijo enfadado.- No me conoces, y vienes aquí para aprender a luchar, y ya sabes. Vienes aquí y cambias mi mundo, no quería ser tu adiestrador por el mínimo hecho de que soy una persona solitaria por deseo, mientras que tú…no te conoces ni a ti misma. Si no te lo quiero decir, será por algo. ¡No todo te lo van a dar hecho! -dijo medio gritando.- Para ti todo tiene lado bueno pero yo, por ejemplo, no lo tengo por elección mía. Tú tienes un destino y yo…- le interrumpí, las lágrimas que iban a brotar de mí, empezaban a escaparse. Me seguía mirando, pero ahora se sentía dolorido y culpable. Me quite su chaqueta y se la tiré.
-No tienes ni idea…-le dije llorando. Thyler empezaba a mirarme con culpabilidad.-…me has hecho más daño que todas las personas que he conocido en estos pocos segundos, con unas simples palabras para ti…
- Yo…lo siento.- dijo el acercándose a mí, dejando a Vivaz sin atar.
-¡No! ¡No lo sientes! Y lo dicho, dicho está.- le dije llorando, no sabía por qué me había respondido así. Fue hacia mi decidido, le empuje hacia atrás.
-Yo…no quería decir…-decía mientras intentaba secarme las lágrimas y disculparse.
-Sí soy tanta molestia para ti, le diré a Brígida que ya no quiero que me entrenes.- le dije soltando a Alma, no la había atado. Seguía intentando apartar a Thyler de mí. Mientras me secaba las lágrimas y Thyler se iba acercando, los dos animales salieron corriendo. Dejándonos allí, solos.
-Dios…es que soy…-dijo mirando al suelo apartándose de mí, y pegando pataletas al suelo, se dio cuenta de que la cesta con comida estaba en el suelo. Ya no brotaban lágrimas de mis ojos, seguí andando, Thyler se quedaba atrás, cogió la cesta.-…vamos a comer a dónde te he dicho…
Ahora el frío se había evaporado por las calientes y húmedas lágrimas que surcaban mi rostro. Sus ojos se clavaron en mi espalda.
-¿Por qué corres?-preguntó curioso, aceleró el paso y se puso a mí altura.
-Porque no quiero estar contigo, ¿no me odiabas?-dije acelerando el paso, y él volviéndose a quedar atrás.
- No te odio es solo que…-dijo confundido, agarrándome el brazo y haciendo que parará.
-Era una pregunta retórica.-le dije bruscamente, cansada de verle, el frío ahora era solo un manto que arropaba el paisaje.
-Lo sé.- dijo mirándome con sus grandes ojos color miel. Un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Pues entonces?- le dije mirándole a los ojos enfadada, esperando que él se expresase de la misma forma.
- Es solo que…-volvió a decir, parecía que le costaba admitir algo, pero… ¿él qué?
-¿Qué eres una persona solitaria?, ¿qué lo eres por elección? ¡O venga ya, eso no se lo cree nadie! Solo eres a sí de antipático, por él mínimo hecho de que no te gusta abrirte a los demás, tu ropa, tus expresiones…son solo una coraza de tipo duro…ves yo también se jugar a creer que conozco a las personas, pero lo más duro es que sabes que tengo razón.- le dijo bruscamente, sus ojos se oscurecieron, perdiéndose, como si le hubieran atestado una apuñalada en el corazón.
-Tienes razón en la mayoría de cosas…pero eso que has dicho, es en lo que te has dado cuenta en menos de un día, en lo exterior, pero en realidad no sabes lo que soy…-dijo encontrándose con mis ojos, ahora brillaban más que nunca, me soltó el brazo, el frío caló hasta mi alma.
Siguió andando, yo iba un paso más atrás que Thyler,  le había hecho daño. ¿Qué estaba pasando? ¿Ahora yo había sido yo la antipática? Nadie decía nada, yo solo me limitaba a seguirle, apresurada. Pegó un brusco giro a la izquierda, cosa que yo también hice. Atravesamos una gran maraña de árboles, después de unos minutos, nos encontramos en una pradera llena de lavandas y con unas bonitas vistas a la maleza. Era precioso, se podía ver el azul cielo, los troncos de los árboles luchando para ser vistos y el oír piar de los pájaros. Thyler se sentó en el suelo, observando al cielo. Yo me senté un poco más separada de él. Le miré, y él se giró para mirarme.
-Lo siento, no era mi intención decirte eso, yo no soy así.- le dije, el cambio el rumbó de su mirada, otra vez hacía el cielo. Creía que no iba a decir nada.
-Si yo no te hubiera dicho lo que te he dicho antes, no te habrías puesto así. La culpa es mía por creer que te conozco.- dijo volviendo a posar su mirada en mí.
-Entiendo que no me quieras decir algunas cosas.-le dije mirándole a los ojos. Nos miramos fijamente unos segundos. Hasta que Thyler rompió el silencio con un carraspeo.
-El ejercicio de tiro…lo has hecho muy bien, es verdad, tienes buena puntería. Creo que no te hace falta que te enseñe a luchar, ya sabes hacerlo.- dijo sonriéndome.
- No quiero hablar de eso. Estamos aquí ahora para comer, no para que me digas lo que hago bien o hago mal. Ya tendrás tiempo.-le dije sonriendo. Pero los escalofríos no cesaban.
-Toma, póntela, vas a pillar una neumonía.- dijo mientras me pasaba su chaqueta. Me la puse, está vez él me sacó el pelo que se había quedado enganchado dentro, me sorprendió un poco. Seguía caliente. El frío que sentía se evaporaba poco a poco.- ¿Qué quieres comer?-preguntó sonriéndome. Debían de ser las cuatro de la tarde.
-Dame una manzana, por favor.-sacó de aquella cesta una manzana roja, la más roja que había visto nunca. Thyler se cogió otra, no teníamos tanta hambre después de aquella discusión.
Me la pasó y le pegué un mordisco, estaba muy dulce. Seguí mirando aquel paisaje, más que ahora, miraba al cielo tumbada, sin saber que esperar del futuro, del presente…Él estaba sentado, mirando hacia el frente.
-Bueno, cuéntame tu historia…-dijo girándose, para mirarme, sus ojos ahora brillaban más que nunca, y su rostro, brillaba por la fina luz del sol.
-¿Qué historia?-le pregunté confusa.
-Tu vida, ¿sería un buen comienzo para saber el uno del otro, no crees?-dijo entre suspiros, se tumbó a mi lado.
-Pues…a ver por dónde empiezo…Mis padres me abandonaron, dejándome con mi tía, la cual, me trataba como a una basura. No encajaba con nadie en el instituto. Ayer cumplí los dieciocho y, antes de otro nuevo día espantoso en la historia de mi vida, descubrí Greencoast. Hasta ahora.- dije mientras Thyler seguía sonriendo, ya se había acabado la manzana.- ¿Y la tuya?
-Pues yo no tengo padres, he estado sobreviviendo solo, hasta que conocí a Brígida. Ella fue quie me enseño a luchar. Cuando cumplí los dieciséis me fui de allí a vivir al bosque.-dijo mientras pasaba sus manos por sus cabellos oscuros.
-Es decir que, ¿hoy ha sido el primer día que os habéis visto en dos años?-dije mirándole, estaba empezando a oscurecerse. ¿No era muy temprano para que cayese la noche?
-Sí, así es.- dijo mientras me miraba. De repente se oyó un ruido de cascos de caballos. Thyler se levantó rápido, desenvainando una de sus dagas y empuñándola con fuerza. Yo me levanté, fugaz.- Kiara ponte detrás de mí.- me alertó en voz baja. No paraba de mirar hacia el frente, donde se divisaban dos siluetas, una negra y otra blanca. Eran dos caballos, Vivaz y Alma. Bajo la daga y me fui a por ellos y los até a un árbol Thyler se había vuelto a tumbar, yo hice lo mismo.
-Qué susto -respiré aliviada -responde me esto, ¿cómo descubriste este lugar?- le dije curiosa, una hermosa luna llena comenzaba a salir. Definitivamente, ya estada cayendo la noche. Demasiado temprano…
-Oye, escucha, no te sientas mal, pero me tengo que ir, ¿sabrás volver a casa?- dijo empezando a preocuparse, llevábamos varias horas hablando, sus ojos se iluminaron.
-¿Por qué?- le pregunté sin saber que quería decir.
-Escucha, no hay tiempo para explicaciones, llévate a Vivaz y Alma, mañana continuaremos.- dijo levantándose y ayudándome a mí.
-¿A qué tanta prisa?- la luna estaba ya casi en medio del cielo.
-Mañana hablaremos vale, descansa.-dijo él empezando a agobiarse, sus ojos se volvieron más dorados. Me ayudó a subir a Alma, y desató a los caballos. Se puso en frente de Alma, y la miró fijamente, no sé por qué hacía eso.- Agárrate fuerte, adiós.

Sin dejarme replicar ni una sola palabra más, desapareció entre los altos árboles. Alma comenzó a correr tan rápido que Kiara sentía el roce del viento como cuchillas. Mientras volvíamos la luna ya estaba en su punto más alto y un fuerte aullido sonó de entre los árboles. Un aullido conocido.