Descripción del blog:

Este es un blog en el que dos amigas publicamos nuestra historia. Comenzamos con la primera parte; "Aullido en la oscuridad" ¡Esperamos que os guste!

miércoles, 22 de enero de 2014

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 15

Noté el calor que Thyler desprendía, mi cabeza seguía oculta en su hombro y él jugaba con mi pelo. Fui recuperando la vista. Recordé lo que había sucedido en la noche, el por qué estaba ahí velando por mí. No llevaba la camisa, mis ojos buscaron aquella cicatriz que tanto me había llamado la atención en el sueño. En unos segundos la encontré. Mi dedo se deslizo por encima de ella, dibujándola. Thyler ya sabía que estaba despierta.
-Buenos días.- me dijo Thyler mostrándome una brillante sonrisa.
-Buenos días.- aparté mi mirada de la cicatriz y me sumergí en el dorado de sus ojos.
-Veo que estás mejor. Esta noche me has asustado.- dijo dándome un beso en la frente.
-No me lo recuerdes.- le contesté en un bajo tono de voz.
- Ya vuelves a ser la misma Kiara de siempre.- dijo sonriendo- Nunca te había visto tan asustada como esta noche.
Le sonreí levemente, desviando de nuevo mi mirada a su seña del hombro. Sentía curiosidad.
-¿Cómo te la hiciste?- le pregunté admirando la forma de la cicatriz.
-No lo sé, la tengo desde que tengo memoria. Supongo que será una marca de nacimiento- me respondió abrazándome con más fuerza hacia él. Asentí.
Al sentir de nuevo el contacto con su piel, recordé cuando Thyler se me acercaba y aferraba la daga a mi garganta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, seguido un leve gemido, a causa del estremecimiento, afloró de mi garganta.
-Nunca dejes que te pierda, por favor. Nunca.
Thyler se miró perplejo, pero por mi rostro ya surcaban lágrimas tan transparentes como el agua. No podía reprimirlas, era lo que de verdad sentía. Fue secándolas una a una con sus manos. Apoyo su mano en mi barbilla e hizo que le mirara. Sus ojos dorados se mostraban tiernos y cariñosos, como siempre.
-Kiara, te lo prometo.- aseguró acercándose más a mí. Las lágrimas aun resbalaban. Nuestros rostros estaban a escasos milímetros. Podía notar su respiración, nuestros labios se rozaban. Apoyó su frente con cuidado en la mía.- Te quiero.
Sus labios se unieron a los míos con un apasionado beso. Mi mano rodeo su cuello y se hundió entre su pelo. La cabeza comenzaba a palpitarme, pero no iba a dejar que estropease ese momento. Noté aquella electricidad que vibró con fuerza en nuestros cuerpos. Apoye la frente contra la suya, apartando nuestros labios. Tenía los ojos cerrados.
-¿Por qué solo me pasa contigo?
-Porque soy especial.-respondió Thyler, su respiración se aceleró.
-Eso ya lo sé.- le dije con un sonrisa.- Ayer me salvó el lobo de mis sueño y del cuadro, recuerdo sus ojos dorados clavándose en los míos. Son como los tuyos.  
Los ojos de Thyler se oscurecieron, recordándome a los de su sueño. Me aparte bruscamente de él. Una extraña sensación me inundó, el miedo. Caí al suelo, las manos se me iban a la cabeza, un fuerte zumbido que se mezclaba con los latidos de mi corazón. Un sudor frío me recorría la espalda. Thyler salió de la cama y avanzó hacia mí. Fui yéndome hacia atrás, mientras venía hacia mí despacio, mirándome horrorizado. Mi espalda chocó contra la pared. 
-¿Qué te ocurre? Es como si me tuvieses miedo.- me dijo Thyler colocándose en frente de mí, en cuclillas.
-No te equivocas.- dije en voz baja.
Su expresión intentó ser tranquilizadora, pero me alteraba aún más.
- Kiara… ¿Qué soñaste? La verdad.- me exigió Thyler.
-Está bien, pero escúchame atentamente- le dije triste, ocultando mi rostro entre mis manos, porque las lágrimas habían comenzado a brotar de nuevo.
Le conté mis sueños despacio y con la voz quebrada. Tenía un nudo en la garganta. Los dedos de Thyler se entrelazaban con los míos, dejando mi rostro al descubierto. Thyler se sentó al lado mío y me abrazó, hasta que por fin se decidió a hablar.
-No te haré daño, no soy esa persona con la que soñaste. Llevará mi cara, pero no mi alma.- me afirmó Thyler.
-Lo sé, pero aun así…es difícil no dejar que el miedo te invada.
-Kiara, no eres una cobarde si a eso te refieres.
-Quiero que esto acabe, quiero encontrar a ese lobo, deseo matar a Deathmort y encontrar a mis parientes.
-Y acabará, cuando llegué el momento.- me dijo Thyler dándome un beso en la frente- No te atormentes.
-Será mejor que nos cambiemos, quiero partir a Bluelake cuanto antes. Tendré miedo de mis sueños, pero no van a impedirme que le clave una daga a Deathmort en el corazón.- le dije segura de mí misma. La vulnerabilidad me enfadaba, quería luchar, quería sentirme fuerte de nuevo. La piedra volcánica comenzó a brillar un poco.
-Pues entonces, yo también me voy a cambiar- me tendió una mano para ayudarme a levantare- ¿Juntos?
Le acepté su mano y tiró de mí.
-Juntos.
Antes de que se fuera, corrí hacia él y le cogí del brazo con fuerza. Hice que se girará, no me lo pensé. Necesitaba volver a sentir esa electricidad que sentía hacia Thyler, necesitaba ver ese lazo que en unos meses se había formado y que no se cortaría. Necesitaba ver que mi antiguo mundo había quedado olvidado, volver a sentir sus labios contra los míos. Que la gente se equivocaba. El beso que le di fue largo y duradero, queriendo absorber al otro, expresando lo que sentíamos. Deje que se fuera, sino no podría separarme de él.
Abrí el vestidor, cogí unos pantalones de cuero negros, una camiseta blanca de tirantes, las botas negras y la chaqueta de cuero también negra, con eso pasaría desapercibida. Me puse los cinturones con los diversos cuchillos y armas. Respiré hondo y por primera vez en mucho tiempo, me hice una trenza de espiga, no quería que el pelo me molestara mientras luchará.
Salí fuera y allí estaban todos esperándome. Les dirigí una mirada, me siguieron. Mi expresión había cambiado por completo. Ahora estaba recta, firme, segura y deseosa comenzar. Bajamos las escaleras y vi a Nagiel y a Finn dándose la mano. Respiré hondo y absorbí la esencia de aquel lugar. Pensé en el lobo, lo encontraría. Vi la silueta de una mujer mirar por una de las ventanas. Era Corina.
-Necesitamos caballos, partimos hacia Bluelake.- le dije seria.
-Lo sé, están a bajo.- contestó sin dejar de mirar por la ventana.
-Gracias.-le respondí. Proseguimos hacia la puerta principal.
Ella me agarró del brazo, aferrando su mano a mí.
-Kiara espera, quiero hablar contigo.
-Está bien- le miré- Id yendo.- les mandé a todos, ellos obedecieron sin reproches.
Me quedé a solas con Corina. Pude ver como el labio le temblaba, los ojos se le estaban poniendo llorosos.
-Habla, tengo prisa.- le dije seca.
-Solo serán unos minutos. Primero, para hacerte fuerte, consigue las tres piedras;  la del volcán ya la tienes, la de la luz está en City of Dropped Sun y la del agua está en Bluelake. Ahora no es el momento de que te explique para que las necesitas.- me explicó Corina. Su mirada seguía clavada en el exterior.
-Entendido, las encontraré.
- Y…he de confesarte…que conocí a Deathmort en primera persona.- dijo Corina poniendo su mirada en mí.
-¿Y?
-Pues que…él mató a tu padre.- el labio le temblaba más, iba a ponerse a llorar.
-Ya lo sabía, dime algo que no sepa.
Mi tono de voz se escuchaba frío, helador para ser exactos. Tenía demasiada prisa como para escuchar de nuevo la misma historia sobre Deathmort. Corina comenzó a andar de un lado a otro, inquieta y nerviosa. Se estrujaba las manos, una contra otra de forma que los nudillos se volvían blancos.
-      Kiara, no lo entiendes, yo soy tú madre.-dijo Corina con un susurro, las lágrimas comenzaron a resbalarle por las mejillas. Hice una imperceptible pausa, lo asimile e intente no gritar.
-No es cierto, mi madre está muerta. ¡Muerta, entiendes!
-      No quiero que me perdones, solo quiero que vuelvas conmigo y seamos la familia que en realidad somos.- me dijo Corina posando sus manos en mis hombros, yo me zafé de ella con brusquedad.
-¿Qué familia?- grité- ¡No tengo padres! Mi padre murió en manos de Deathmort y mi madre, ahora mismo, está muerta para mí.- le dije duramente.
-Por favor Kiara…-comenzó a decir.
-No tienes derecho. ¿Creíste que hacías bien? Me mandaste a un lugar en el cual nadie me quería, me sentía distinta…Esto no se perdona en dos días. Me has fallado, primero abandonando a mi padre, un desconocido para mí, dio la vida por mí, por ti… y tú comienzas a refugiarte en Deathmort.- le recriminé enfadada.
-No sabía cómo era y estuve contigo en todo momento.- me replicó. Me di la vuelta, dejando atrás su mirada de culpa.
-Yo no te vi en mis cumpleaños, en mis recitales, en mis sueños, en mis canciones...-le dije duramente. Comencé a andar, cuando una mano me retuvo.
-Kiara, perdóname…- suplicó Corina.
Me solté con desprecio, las lágrimas no asomarían, lo impediría. Conté hasta tres y me dirigí hacia la puerta, la abrí y deje que el sol iluminará mi rostro. No oía nada, quería gritar. Cerré la puerta con fuerza que el eco retumbóen los pasillos. Dejé que mis ojos se cerrarán. Grité con desesperación y dolor, sintiéndome una minúscula gota de agua en medio de un mar. Caí al suelo de rodillas. Me daba igual quien me observará, las lágrimas comenzaron asomar, me incliné y me abrace las rodillas con fuerza, clavándome las uñas para sentir dolor. Vi a Elessar enfrente mío, a Thyler…a todos.
-¡Lo sabíais!- les grité enfadada y dolida.
-Desde que te vimos ayer por primera vez, supimos tus orígenes. Eres una copia exacta de tu madre a tu edad, no la culpes ni menosprecies por lo qye hizo. Te protegió del mal, de la oscuridad.- explicó Elessar.
-Se acabó.- dije limpiándome el rostro y sorbiendo por la nariz.
Me quite la chaqueta de cuero y la lancé al suelo. Me deshice la trenza y me sequé los ojos de nuevo. Pegué un fuerte silbido, esperando a que un caballo respondiera. Una hermosa yegua negra se acercó a mí. Subí a ella de un salto, mirando con desprecio a cualquiera que tuviera puesta la vista en mí.
-Vámonos.- les ordené. Todos se quedaron inmóviles en el sitio.- ¡Vámonos!
Subieron a sus respectivos caballos. Las manos me temblaban y el pelo dejaba oculto facciones mi rostro. Notaba el frío congelar mi sangre, pero eso me mantendría firme. Ya no había lágrimas que corrieran por mi rostro, no merecía la pena. El caballo comenzó a andar. De repente las puertas se abrieron y Corina salió.
-¡Kiara espera!- gritó. Mi mano derecha se fue a uno de los pequeños cuchillos, lo lancé sin mirar,  se clavó justo enfrente de los pies de Corina, ella paró. Elessar me miraba enfadado y confuso.
-No sé qué quieres, pero ya me da igual, no me gusta que una familia se rompa. Pero en está ocasión, no quiero saber nada de ti, ni de nadie de esta ciudad. Soy huérfana de padres y de lugar de origen.- le espeté sin mirarla a la cara.
-Kiara, sé que no me vas a perdonar, pero  quiero que te lleves esto.- dijo acercándose a mí con el cuchillo que le había tirado, con una carta y una espada brillante.  Lo cogí con desprecio.
-¿Qué es?
-Una carta que escribió tu padre para ti, por si… y su espada. Me la trajo Deathmort.- dijo Corina, con gesto dolido.
-He de irme, Corina.
-Suerte. Vuelve sana y salva, por favor.- me pidió mi madre secándose las lágrimas.
Me colgué la espada a la espalda, un sentimiento de culpa, dolor e ira recorrió mi brazo hasta llegar a mi corazón. Mi lucha con Deathmort se había convertido en algo personal. Levanté la cabeza, me aparté el pelo de la cara y clavé mi mirada en el frío horizonte. Pensé en cómo sería él, mi padre, si me hubiera criado allí habría tenido una familia y lo más seguro es que no fuera la elegida. Respire hondo, y sin mirar atrás, hice que el caballo comenzará a andar. Oí los cascos de los demás caballos, pero no iba a hablarles. No por ahora. Ellos estaban impactados por mi reacción, se debían de creer que actuaría acorde con la situación, que diría << te quiero mamá, te perdono por haberme metido en un mundo al que no conocía>>
New Sun Shine era un punto en el horizonte. Thyler se había acercado un par de veces para hablar conmigo, pero no le había respondido, ni siquiera le había mirado. De repente me di cuenta, no había abierto la carta. No sé si porque mi subconsciente no quería destapar la voz de una persona que no conocí y que yace muerta, o porque estaba tan enfadada y dolida que no había pensado en ella. Pase los dedos suavemente por la carta y la abrí. Comencé a leerla.
“Querida Kiara, cuando leas esto significará que estoy muerto y que has vuelto. Quiero que sepas que te quiero muchísimo, mi pequeña, seguramente no te acuerdes de cuando diste tus primeros pasos, pero eras la niña más feliz del mundo, yo luché por ti. Aunque no esté ahí contigo, no significa que debas de sucumbir ante la oscuridad, eres muy fuerte, más de lo que crees.
La espada que empuñé es un arma diseñada para invadir de luz cualquier espacio a oscuras. Eres la elegida y como tal debes llevar un arma poderosa. Has de saber que cuando la empuñes y lleves las tres piedras; la de volcán, la de la luz y la del agua, serás más fuerte y podrás ver más allá de lo que conoces.
 Quiero pedirte, conociéndote, sé que eres muy vengativa y que no perdonarás a tu madre por haberte dejado con tú tía. A mí me has perdonado, ¿por qué a ella no? Ella te quiere más que a nada en el mundo y eres lo único que le recuerda a mí, a los tres. Perdónala, no tiene la culpa de querer lo mejor para ti. No me llegaste a conocer, pero siempre estaré ahí, como ella.
Los amigos que tengo en las distintas ciudades ocultas como espías te ayudarán, solo debes decir las palabras secretas “medio sol”. Les reconocerás, porque llevan un brazalete de hierro.
Te quiere, tu padre. Calsan.”
La metí de nuevo en el sobre, cerré los ojos. Deseaba que estuviera ahí. Que no hubiera muerto. Las manos me temblaban de forma inevitable. Salté del caballo, deseaba caminar. No comprendía nada de aquel lugar. Agarré las riendas del caballo y comencé a andar. De nuevo, ese molesto zumbido inundó mi cabeza, alguien me llamaba.
- “Kiara, Kiara…”- decía una voz femenina.- “Sé que me puedes oír. Responde”
- “¿Quién eres?”- pensé.
- “Me llaman Cassandra. Kiara, libérame de este encierro.”- decía con voz calmada.
- “¿De qué? No te entiendo”
- “De la nada, libérame.”
- “¿Por qué?”
- “Porque me necesitas para ganar. Invócame. ”
- “¿Y si no te quiero invocar?”
-“Pues esto”.- dijo Cassandra. Un horrible pinchazo recorrió mi cabeza, paré un momento y volví a recuperar el paso.
-“Está bien. ¿Cómo lo hago?”
- “Necesitarás que haya luna llena, una lágrima, una gota de sangre y estar en el lago de Bluelake. Sí no lo haces te mataré. Tengo poder suficiente como para hacerlo.”
La voz y el zumbido se fugaron de mi cabeza como una simple brisa. Noté que unos dedos se entrelazaban con los míos. Thyler. Me miraba con una sonrisa dibujada en su perfecto rostro. Sus ojos dorados me hacían olvidarme de lo que estaba sucediendo. Le miré y volví a fijar mis ojos en el horizonte.
-Sé que es duro y lo sentimos mucho, todos, no podíamos decírtelo, teníamos órdenes.- me afirmó Thyler.
-Lo he comprendido, he estado admitiendo que no os puedo culpar a nadie. Ni siquiera a mi madre.- le dije volviendo a cruzar mi mirada con la suya.
- Estamos llegando a Bluelake.
Noté la oscuridad calando mis huesos.
-Thyler, ¿quién es Cassandra?
Suspiró antes de contestar.
-Veo que ya se ha puesto en contacto contigo, sabía que no tardaría mucho. Es una bruja, a la que debemos invocar. Seguramente ya te habrá dicho dónde, cuándo y cómo.
-¿Por qué la debemos invocar?
-Porque conoce mejor que nadie los oscuros secretos de Deathmort.
Thyler se acercó más a mí. Paré de andar y el también paró. Me acerque a él y le besé. No podía no hablarle durante mucho tiempo. Hizo que me olvidará de lo que sucedía a mí alrededor. Me separé un poco de él.
-Tengo que encontrar las dos piedras que me quedan. Las necesito para acabar con él, lo presiento.
-También lo sabía. La del agua está en Bluelake.
Volvió a unir mis labios con los suyos. Aquella sensación fue inquebrantable. El tiempo pareció detenerse a nuestro alrededor, noté el latir de su corazón junto al mío. Algo dentro de él me resulta muy familiar. Me separó poco a poco, intentando mantener su calor en mi cuerpo. Continuamos andando.
Al cabo de un rato, el sol se está ocultando entre los árboles. Quedan unas pocas horas de luz. Miré a Thyler y noté una extraña presencia. Una electricidad igual que laque él le producía con solo rozarle. Entonces, ya sé que está ahí. Que me está observando, notó sus ojos clavarse en mi espalda. Thyler me miró comprendiendo que sucedía. Me separo de él, cogí una flecha y el arco. Apunté entre los árboles.  Finn y Nagiel bajaron del caballo con rapidez y Thai se unió a ellos. El jovencito empuñaba una pequeña daga en su mano derecha.
-Ya te demostré que si me lo propongo suelo acertar con el arco, Deathmort.- dije mirando entre los árboles.
Cautelosos ruidos de pisadas se aproximaban hacia mí, sigilosos y precavidos. Demasiado para aquel que las emitía.
-Siempre me fascinas, aunque sé que no me dispararías.- admitió una sombra colocándose enfrente de mí. Thyler y él cruzaron una mirada llena de odio y rencor.
-¿Qué te hace pensar eso?- le pregunté, volviendo a poner su fría mirada en mí.
-Sé bastantes cosas. De ti, tus padres…- respondió.
-Mataste a mi padre, engañaste a mi madre, nos traicionaste y aun así crees que no te mataría.- le dije seria apuntando con el arco a su corazón.
-¡Ah! – exclamó fingiendo sorpresa- Ya lo sabes, la próxima vez que veas a tu madre le das recuerdos de mi parte. Y le dices que la sigo esperando.-dijo sonriendo maliciosamente.
-Te odio y por eso morirás, aparte de por tus crímenes.- le dije intentando aparentar dureza.
-Joven Kiara, nuestro odio es mutuo, pero me consuela saber qué si caigo yo, caes tú.- se fue acercando a la punta de la flecha hasta que ésta le rozó el pecho.
-¿Qué quieres decir?- le pregunté.
-Veo que no te han contado la parte de la historia en la que te sacrificas y así consigues matarme. Por eso, si muero yo, mueres tú.- respondió. La mirada de Thyler se oscureció.
-Estás mintiendo.- dijo éste serio.
-¿Por qué he de mentir? ¿Qué ganaría con ello?- le preguntó Deathmort sonriendo con maldad. Había conseguido una información valiosa, lo veía en sus ojos.
-Conseguir que abandonase la lucha, cosa que no va a suceder.-le advertí duramente.
-Bueno, será mejor que me vaya. Tengo asuntos más importantes que atender. De todas formas, estáis en mis dominios, siempre sabré lo que hacéis o dejáis de hacer.- dijo desapareciendo en un neblina negra.
Thyler me miró fijamente, estaba dolido. Creo que no quería creer lo que había dicho Deathmort. Yo tampoco lo quería creer, de modo que guardé el arco y la flecha.
- No es cierto.- le aseguré a Thyler.
-¿Y si de verdad lo es?- preguntó acercándose a mí.
-No lo es, hay una imagen que dicta el futuro, la victoria es inminente y yo no moriré. ¿No te acuerdas del cuadro?-le pregunté a Thyler intentando calmarle.
-No dejaré que te suceda nada malo. Quiero creer que no morirás.
-Pues deja de darle vueltas y pasemos juntos las últimas semanas que quedan antes de descubrir la verdad.- le dije dibujando una sonrisa.
Thyler se acercó a mí y sin pensárselo dos veces, me besó. Posó su frente contra la mía, dejando una separación entre nuestros labios.
-Si ocurriera algo, yo...
Le mandé callar y volví a unir nuestros labios. Nos despegamos y rápidamente continuamos el camino. No iba a dejar que creyera que no le quería y que me iba a dejar morir. Nunca. Aquella última palabra resonó en mi cabeza con fuerza. En cuanto me di cuenta, ya estábamos en Bluelake. Se veía la hermosa fortaleza protegida por una muralla. Alrededor un lago negro, que en sus tiempo sus aguas debían de haber sido transparentes y cristalinas, de ahí el nombre de la ciudad. Las estrellas estaban en el firmamento, brillando intensas.
-Antes este lugar era precios.- dijo Finn.
-Me acuerdo de las hermosas aguas del lago, todo el mundo bebía de está agua para curar alguna enfermedad o como modo de purificación. Ahora es puro veneno.- respondió Nagiel.
-Entonces, ahí dentro, en ese lago, debe estar lo que busco. La piedra del agua.- les comuniqué a todos.
-¿Qué te hace pensar eso?- me preguntó Thai.
-Pues que es un lugar al que, si me sumerjo, puedo morir, es inalcanzable. Nadie lo conseguiría. Eso me hace pensar que está ahí, en el lugar más sencillo, pero más difícil de conseguir.- le respondí sonriendo.
-Interesante.- dijo Nagiel. Aunque su cara era de preocupación.
-Será mejor que invoque a Cassandra antes de entrar.- les anuncié a todos.
-¿A quién?- me preguntó Finn confuso.
-Luego os lo explico.- les dije alejándome de ellos.
Me acerqué al lago, la luna llena estaba asomando, me parecía ver a Thyler enloquecer, pero no le di mucha importancia. Sus ojos ahora brillaban muchísimo más. Alcé mi daga y me hice un corte en el antebrazo, el dolor hizo que una lágrima resbalase por mi rostro, la cogí y la tiré al lago. Acto seguido, acerqué mi brazo a la orilla del lago y una gota de sangre roja cayó en el, haciendo pequeñas hondas negras. Al principio no pasó nada, pero poco a poco, unas grandes burbujas comenzaron a salir del interior del lago. Una joven rubia, de penetrantes ojos verdes y, aunque hacía aparecido del interior del lago, no parecía estar mojada. Cassandra se acercó a mí.
-Gracias, Kiara, mi ayuda será gratuita.- me dijo ella sonriendo.
-Así que tú eres Cassandra. No dudo que tú ayuda, si resulta no ser me de gran ayuda, te mataré.- le dije firme.
Esbozo una risita malévola. Me acerqué a donde estaban todos. Observaban a la joven con interés, excepto Thyler. Vi como estaba apoyado en el caballo y parecía agarrarse a él con fuerza. Comprobé como los ojos de Cassandra se dirigieron hacia él con sumo interés.
-Será mejor que nos vayamos, ya es de noche y el bosque es peligros.-les dije a todos.- Tú usarás el caballo de Thyler.
Le dije ofreciéndoselo. Thyler subió al caballo que llevaba antes, después subí yo. Noté que sus músculos estaban tensos, parecían que se iban a rasgar por momentos. Le rodeé agarrándome a él, apoye mi cabeza en su espalda.
-¿Estás bien?- le pregunté en voz baja.
-Sí, no te preocupes, pero es importante llegar a Bluelake cuanto antes.-dijo ansioso. Su tono de voz estaba cambiando, ahora era más duro y frío.
-Bien, pues adelante.- le dije agotada.
Comenzaron a trotar todos los caballos a un ritmo uniforme. Thyler llevaba la marcha y los demás nos seguían. Notaba una presencia que, de vez en cuando, era como si nos siguiese desde que abandonamos el lago. De repente un hombre nos cortaba el paso. Thyler paró en seco al caballo y los demás frenaron bruscamente.
-Por fin, estaba deseando conoceros. Pero sobre todo a ti Nagiel.- dijo aquel hombre que nos miraba maliciosamente. En su rostro, una gran cicatriz le surcaba desde el pómulo hasta la clavícula. Su pelo era largo y castaño, de ojos negros como el carbón, cuyos cabellos ocultaban a menudo.
-Azarien…- susurró Nagiel por lo bajo. Vi como el gesto de Finn cambiaba., apretó los puños contra su costado, éstos temblaban de ira.
-Estáis en mi territorio, ¿qué queréis los demás?- preguntó.
-He venido a buscar un valioso objeto.- le respondí únicamente.
-Deathmort se alegrará de veros a los cuatro.- dijo Azarien.
-Ya sabe que estamos aquí.-dijo Thyler aclarándose la voz. No dejaba de mirar a su alrededor, clavando la mirada en la oscuridad que, rápidamente, se adueñaba del ambiente. Estaba a punto de caer la noche.
-Hola Thyler, aun no me he olvidado. ¿Qué te sucede?- le preguntó sonriendo.
-Bueno, será mejor que nos vayamos.- dijo Thai por lo bajo estirándome de la cazadora.
-Me temo que no es posible. ¡A por ellos!- gritó Azarien.
Un gran número de soldados se encontraron frente a nosotros. Azarien corrió a por Nagiel. Cuando quise darme cuenta estaba luchando contra cualquier hombre o mujer que me atacara. Azarien agarraba a Nagiel y Finn luchaba enfadado. Mató a quince hombres en menos de treinta segundos. Estaba realmente enfadado, en el campo de lucha no le importaba nada, y menos si eran soldados de Azarien. Vi como a Thyler se le iban las manos, cogía la espada y atacaba, llevándose por delante a más de cinco hombres.
-¡Agarradle bien, nunca lo he visto transformarse!- gritó Azarien.

En ese momento, no comprendí muy bien lo que quería decir. Pero entonces, algo vibró en mis adentros. Vi como todo el mundo agarraba a Thyler con fuerza y él no gritaba como un ser humano lo haría. Era como el sonido de un animal furioso a punto de escapar de su cuerpo. La luna estaba en el centro del firmamento. La ropa de Thyler comenzó a rasgarse, haciéndose girones. Cayó al suelo, retorciéndose sobre sí mismo por el dolor. Su cuerpo se cubrió del pelo y su mirada se convirtió en mucho más intensa. Los hombres le soltaron. Un lobo de pelo cobrizo, ojos dorados y fuertes patas me miraba fijamente dolido. Era él. 

miércoles, 15 de enero de 2014

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 14



-Sé que no os ofrezco la gloria eterna, ni siquiera una victoria segura- les gritaba a todos los presentes en la gran sala del castillo de New Sun Shine- pero os aseguro que juntos, uniendo nuestras fuerzas, valores y alma, conseguiremos derrotar a la oscuridad de una vez por todas. Liberar a GreenCoast del mandato de Deathmort. ¡Eso es lo que queréis y os ayudaré a lograrlo! ¡Yo lucharé por el reino! Pero con vuestra ayuda, apoyo y fidelidad, seremos invencibles. Solo os pido que os unáis a mí. Tal vez sea la elegida sí, pero no dejo de ser otro cuerpo enjaulado bajo las garras de Deathmort y sus secuaces, como todos vosotros. ¡Merecéis ser libres y yo puedo llevaros a esa libertad! ¡Juntos podemos lograrlo!

Todos los guerreros presentes me prestaron toda la atención que podían ofrecerme. Intenté mirar a todos y cada uno de ellos, girando sobre mis pies, poco a poco mientras mis palabras manaban fluidas de mi garganta.

Uno de los elfos se levantó de su silla y, con la espalda erguida y sin apartar la mirada de mí, alzó su espada como símbolo de que me ofrecía su apoyo en la batalla. Después, se fueron sumados todos los demás, alzando sus espadas con virtud y valentía. Había conseguido tener a todos los guerreros de New Sun Shine de mi lado. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, aunque debía de mantenerme firme, yo era su líder. De repente, la luz de la sala comenzó a disminuir y, todos los guerreros, bajaron sus espadas hasta llegar a tirarlas al suelo, donde se desintegraron sin motivo alguno. Anduve unos cuantos pequeños pasos hacia atrás, cuando las caras y cuerpos de los presentes se empezaban a desfigurar y a romper en diminutos pedazos, como un jarrón de cerámica que se cae al suelo hecho añicos a causa de un golpe brusco. Cuando todos se hubieron desintegrado, desapareciendo ante mis ojos sin motivos, grandes sombras negras se elevaban con suma rapidez desde el suelo hasta más de la altura que yo medía. Comenzaron a girar, aumentando su velocidad de forma que, aparte de sentirme temerosa, consiguieron marearme. De pronto, se pararon en seco y se abrieron dejando paso a una luz blanca y brillante. De ella, una figura caminaba hacia mi posición con zancadas decididas. Un joven vestido completamente de negro, dejando al descubierto una marca con forma de lágrima atravesada por una flecha en su hombro. Era Thyler. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraba de pie delante de mí, con las manos cruzadas detrás de la espalda. No pude evitar dirigir mi mirada a su marca del hombro, una seña que jamás había visto antes en su cuerpo. Tal vez no le había prestado demasiada atención, ya que ésta parecía de nacimiento. Los ojos del muchacho ya no tenían ese color dorado y cálido, ahora eran negros como la noche, ni siquiera podía distinguir su pupila del resto. Un sonrisa torcida apareció en su rostro, su gesto hizo que temblase y sentía como el sudo frío me corría por la espalda y la nuca. Thyler acercó su boca a mi oído y me susurró:

-Todos tenemos un lado oscuro. ¿Cuál es el tuyo, elegida?

Su voz sonaba fría y apagada, no era él, de eso estaba segura. Nunca me había sentido incómoda a su lado, no hasta ahora…

Con un ágil movimiento, Thyler consiguió inmovilizarme, colocándome una daga de plata en mi garganta, la cual, lentamente fue bajando hacia mi corazón con la mano firme y sin remordimientos. Un ahogado grito salió de mi boca. No creía lo que estaba sucediendo, la persona a la que amaba estaba a punto de matarme, sin lástima ni corazón.

-Tal vez esta daga de plata te produzca menos dolor que a mí- me susurró con voz grave, hundiendo la punta del arma en mi pecho.

Un estruendoso alarido salió de mi garganta, haciendo que me sentase sobre la cama, escuchando el acelerado latido de mi corazón mientras las lágrimas y el sudor se mezclaban un mis pómulos. Todo había sido un mal sueño, una terrible pesadilla. La confusión y el miedo se habían adueñado de mí. No recordaba cómo había llegado a parar a aquella cama. Mi último recuerdo era caer inconsciente en el lomo de aquel bello lobo de pelaje cobrizo.

Me destapé y encogí mis piernas, llevándolas hacia mi pecho. Oculté mi cara en ellas con la finalidad de acabar con mis llantos.

-¡Kiara!- escuché oír mi nombre a gritos desde los pasillos. Reconocí la voz al instante. Thyler llegó a mi habitación, abriendo la puerta de ésta de par en par, impactándola contra la pared rugosa de la habitación. Ver su rostro con esos grandes ojos amarillos y las manos libres de armas, hizo que mis sollozos resurgiesen, esta vez más intensos y llenos de miedo y dolor. Oculté de nuevo mi cara sobre las piernas mientras Thyler cerraba la puerta tras de sí y se aproximaba a mi cama, donde se sentó cerca de mí. El calor que irradiaba su cuerpo llegó a mi piel, impregnándose en ella.

-Kiara, ¿qué ocurre? Te he escuchado gritar- acercó su mano a mi cabello con intención de acariciarlo pero, sin ninguna intención y bajo el poder de mi propio temor, levanté mi rostro y retrocedí hasta que mi espalda topó con el cabecero de la cama. Ante mi gesto, la expresión de Thyler cambió por completo, mostraba mucha más preocupación y angustia. Él fue a pronunciar alguna palabra pero, venciendo mi miedo y sabiendo que era él verdaderamente, me abalancé sobre sus brazos dejando que Thyer estrechase en los suyos.

-Kiara, basta de llantos y dime lo qué ocurre, por favor- susurró el joven colocándome un dedo bajo la barbilla para que le mirase. Veía su rostro borroso por culpa de las lágrimas, me limpié los ojos para intentar ver con más claridad.

-Solo ha sido una pesadilla.

-¿Qué ocurría en ella?

No contesté al instante, ni siquiera estaba segura de contarla la verdad sobre mi sueño y su intento de acabar con mi vida en el. Contárselo solo serviría para preocuparle más y debía mantenerme fuerte, la batalla estaba cerca.

-Era…era el sueño de siempre. El lobo, la luz cegadora…las sombras- le mentí. Él me miró frunciendo el ceño.

-Kiara, sé cuando me ocultas algo. ¿Estás segura de qué el sueño trataba de eso? ¿Cómo todos tus primeros antes de llegar a GreenCoast?

-Sí- susurré con la voz quebrada.

-Está bien, pero me preocupas. Me he enterado de tu accidente de ayer por la noche, uno de los lobos de la Orden de GreenCoast te trajo aquí de nuevo, ¿lo recuerdas?

Me limité a asentir, estaba cansada pero no tenía todas conmigo de poder volver a dormir a pierna suelta todo lo que quedaba de noche.

-Thyler no te vayas, quédate conmigo esta noche, por favor- le pedí, apoyando mi cabeza sobre su hombro.

Thyler me miró como siempre solía hacerlo, con esa mirada tierna que me reconfortaba hasta en la más peligrosa situación. Me acarició el cuello con la yema de los dedos hasta la clavícula.

-Siempre me quedaré- me dejó una suave y dulce beso en la mandíbula- Vamos, ahora intenta descansar, mañana partiremos hacia los principales dominios de Deathmort.


Asentí exhausta y entré en la cama, dejándole un espacio a Thyler y tapándome con las sábanas. Él se desprendió de la camiseta y se tumbó a mi lado. Ahora, tal y como aparecía en mi sueño, puedo ver esa marca escondida en su hombro. Una especie de lágrima atravesada por una flecha. Me abrazó, estrechándome contra su pecho para que sintiese todo su calor. Apoyé mi cabeza en él mientras me sentía protegida en sus brazos. Cerré los ojos, dejando que Thyler ahuyentase a mis malos sueños.