Descripción del blog:

Este es un blog en el que dos amigas publicamos nuestra historia. Comenzamos con la primera parte; "Aullido en la oscuridad" ¡Esperamos que os guste!

martes, 5 de noviembre de 2013

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 2


Una luz cegadora me envolvía sin escapatoria. A primera vista parecía una fina capa de centelleantes y diminutas estrellas pero, cuando te conseguía atrapar,  se volvía rígida y dura como una roca. Kiara sentía como sus fuerzas disminuían a la vez que la cubierta de luz se echaba sobre ella. De pronto, un estruendoso ruido rompía la cúpula dejando paso a una densa oscuridad. Era un aullido de lobo.
Kiara notaba como un sudor frío le recorría su espalda mientras respiraba con dificultad. El aullido no cesó hasta acabar con la luz cegadora y brillante, dejando a la joven libre y aturdida. Fugaces sombras la rodeaban reclamando su nombre.  Cada vez, giraban a su alrededor a más velocidad, aclamando su nombre.  ¿Qué querrían de ella? El grupo de sombras siniestras se abrió paso ante ella, dejando visibles dos grandes ojos color miel. Esa mirada consiguió ponerle los pelos de punta. Le ponía nerviosa y a la vez le transmitía seguridad, protección…
Sobresaltada y empapada en sudor, Kiara despertó de su sueño, saltó de la cama y caminó hasta su pequeño armario. Otro nuevo día comenzaba y  ya tenía dieciocho años. Se supone que, cuando cumples años y es tu gran día, todo te parece de color rosa. A la gente normal todo el mundo les regalan cosas y les felicitan…son personas que les quieren. Kiara no conocía ese cariño, no sabía nada del amor de una madre a su hijo y, dadas las circunstancias que vivía día a día, nadie la iba a felicitar por sus dieciocho cumpleaños, ni siquiera a acordarse de que hoy es su día. Su gran día.
Rápidamente, se viste con unos vaqueros desgatados que se amoldaban a sus delgadas piernas, sus botines negros con cordones y un jersey ancho de punto del mismo tono que su calzado. Se acerca a su tocador y contempla su reflejo. Nunca le ha gustado ir maquillada pero, es su día y, aunque solo ella lo vaya a compartir consigo misma, quiere verse distinta. Coge su rímel y se aplica un poco en sus largas pestañas de forma que hace que resalten sus grandes ojos azules. Para finalizar, destapa una barra de labios color carmín y aplica ligeros toques sobre sus labios carnosos. Lista, ya es suficiente.
Recoge su mochila del suelo, la cual se carga al hombro y baja las escaleras hasta llegar a la cocina. Como de costumbre, todos están desayunando juntos alrededor de una mesa llena de suculenta comida. Falta su plato, y no le extraña. Siempre ha sido así, nunca fue bienvenida en esa casa. Daría lo que fuera por salir de allí. Ya no tiene apetito así que, con la cabeza alta, sale de la casa sin despedirse de nadie. Ellos no lo harían.
Hay algo diferente esa mañana, la gente suele mirarla con desprecio y los vecinos de las demás viviendas de la calle, cuchichear entre ellos. Eso no sería así si su tía ni hubiera sacado trapos sucios de donde no las había. Se dedicaba a inventar habladurías sobre mis fallecidos padres y, a raíz de ellos,  mías. Hoy no, la gente pasaba a su lado cabizbaja, otros caminaban deprisa sin quitar la vista del frente… No la rehuían ni criticaban, era como si no existiese para ellos en ese nuevo día nubloso y gris.
A dos manzanas del instituto, Kiara se para en seco y recuerda que ha olvidado su redacción de biología sobre la mesa de su habitación. Mira su reloj de pulsera, aún faltan veinte minutos para que comiencen las clases, si se da prisa puede llegar a tiempo. La muchacha comienza a correr calle abajo sin quitar la vista de las manecillas del reloj. Tiene diez minutos para recoger lo olvidado y correr hacia el instituto. Puede conseguirlo.
Fugaz como una flecha, Kiara mete la mano en el bolsillo delantero de su mochila y saca las llaves de la casa. Al primer intento, introduce la llave en la ranura de la cerradura de la puerta, tiene que hacer fuerza para terminar de abrirla completamente. Una vez abierta, un humo blanco sale de recibidor e impide la visión de Kiara. Mueve las manos para intentar despejar el lugar y, al mismo tiempo, siente como una sensación de humedad se adhiere a su piel. La niebla se desvanece, dejando ante los ojos de Kiara un lugar completamente distinto. Los muebles habían desaparecido, dejando en su lugar, densos arbustos verdes y densas hiedras que cubrían las paredes. La madera del suelo se había convertido en maleza y la humedad reinaba en todo el ambiente. Kiara dejó que la puerta se cerrase, sin dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo. ¿Qué había pasado con la casa? ¿Dónde estaban todos? La mochila resbaló de su hombro y cayó sobre la hierba lata que conseguía llegarle hasta más arriba de los tobillos. 
-¿Hola?- preguntaba ella asustada. La única respuesta que recibió fue su eco desvaneciéndose en la casa. Comenzaba a sentir como el miedo le recorría todo el cuerpo. Le temblaban las piernas y la misma sensación de sudor frío le embargaba de nuevo, al igual que la anterior noche en su sueño.
Aterrorizada, Kiara vuelve a salir de la casa con la esperanza de que todo vuelva a la triste normalidad, pero no es así. Al salir, la calle ha desaparecido, junto con las carreteras y las personas que se dedicaban a lanzarle miradas de odio y desprecio a esas horas de la mañana. Un gran contraste entre un frondoso bosque y la ciudad se encontraba ante la vista de la joven. ¿Y si no se ha despertado de su sueño? Con el miedo apoderándose de ella, aprieta los ojos con mucha fuerza, tanto que incluso llegan a dolerle. Sobresaltada, los abre al escuchar un chasquido procedente de unos matorrales cercanos. Siente las ganas de correr de nuevo hacia la casa, esconderse allí y no salir jamás. Retrocede unos pasos, sin apartar la mirada del seto del cual se ha escuchado el ruido. Anduvo demasiados pasos, ya debería haber llegado a la casa de su tía. Levemente, observa de reojo y contempla como la morada se ha volatilizado, como tantas otras cosas. Está perdida.
-¡Hola!- grita una voz aguda que asusta a Kiara. Un niño de baja estatura, aparece de entre los matorrales. Con grandes zancadas se acerca a ella. A medida que se aproxima, observa que varias pecas adornan el rostro del joven que, por su apariencia, no debe tener más de once años.
Kiara intenta pronunciar alguna que otra palabra, pero el temor le ha robado hasta el habla.
-¿Qué te pasa? ¿Se te ha comido la lengua el gato?- le pregunta el jovencito bromista- Me llamo Thai, ¿y tú eres…?
-Me…me llamo Kiara, Kiara Waldlow- le contesta ella en un susurro casi inaudible.
El muchacho palidece al escuchar el nombre de la joven. No puede ser…es ella…Thai saca un doblado y viejo papel amarillento del bolsillo de su chaqueta. Kiara no consigue ver su contenido, perola expresión del niño le intriga. Observa varias veces la imagen presente de Kiara con su pergamino. Pasan uno minutos hasta que vuelve a guardarlo en su chaqueta.
-Tienes que venir conmigo, ahora- le advierte Thai.
-¿Cómo?- se extraña ella- No iré a ninguna parte hasta que no me digas que sitio es este. ¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?
-Haces demasiadas preguntas y yo no tengo las respuestas idóneas para ti. Solo tengo doce años, me queda mucho por aprender y…descubrir. Ven, confía en mí y sígueme.
Veloz, Thai gira sobre sí mismo y camina con pasos largos y decididos. Kiara lo sigue, admirada por el paisaje del bosque y exhausta por su largo trayecto. Gran parte de ese lugar estaba repleto de bosques y laderas, todo menos una sola parte. Al final, se divisaban unos edificios altos de tonalidades azules y colores metálicos. La mayoría de ellos destruidos o derrumbados.
-Ya hemos llegado, Kiara.- le avisa el pequeño- Bienvenida a tu nuevo hogar.
-¿Mi nuevo hogar?
Ante sus ojos, aparece un enorme castillo, rodeado de pequeñas cabañas de madera. La belleza del lugar asombra a la joven que no quita la mirada de ni un solo detalle.
-Es precioso, ¿verdad?- le pregunta Thai con una gran sonrisa. A primer contacto, le ha caído bien. Pensándolo, por ahora es la única persona que le ha ayudado de alguna forma a llegar a un lugar seguro- Ven-le coge de la mano- te presentaré a Brígida, la dueña de este lugar.
Juntos, atraviesan la ladera que cruza lo que parece un campo de entrenamiento y las chozas. A escasos metros de la última cabaña, unas escaleras de piedra gris y mármol conducen al inmenso castillo donde, a la entrada, una mujer de avanzada edad y largos cabellos amarillo platino, espera su llegada.
Thai suelta la mano de Kiara y sube, a gran velocidad, los peldaños de todos los tramos de escalera. Se sitúa junto a la señora que le tiende una mano a Kiara desde arriba. Hay algo en la figura de aquella mujer que le reconforta. Camina, temerosa hasta el antepenúltimo escalón en el que frena en seco. Ambas, se miran fijamente. Los ojos de la anciana son de un color gris apagado, escondidos tras unas lentes de vidrio redondas. Sus labios finos dibujaban una leve sonrisa en su rostro. Kiara acepta la mano de la mujer que le transmite seguridad.
-Bienvenida a Greenscoat, Kiara Waldlow.








3 comentarios:

  1. ¡Me encanta! Tengo muchas ganas de seguir leyendo,por ahora esta todo muy interesante.
    Subid pronto,chicas.
    Besos.

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    Respuestas
    1. Hola!
      Muchas gracias por pasarte por nuestra historia<3
      Avisaré desde mi blog (graciaxhacermefeliz.blogspot.com) en una nueva entrada el próximo capítulo que subamos:)
      Un beso muy grande!

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  2. Genial, la historia me esta enganchando bastante y solo voy por el segundo capítulo. Además empatizas fácilmente con Kiara, la protagonista. Con ganas de seguir leyendo.

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