Corrí unos pasos para colocarme al lado
de Thyler. Me puse a su lado, su vista seguía fija en el horizonte, parecía
enfadado. Lo que me había dicho Nagiel hacía que la curiosidad brotará de mí.
Algo en mi interior me decía que ese no era mi rumbo, que estaba yendo en
dirección contraria. Agarré la mano de Thyler con fuerza, haciéndole parar. Los
demás al ver que me había detenido, también se pararon creyendo que sucedía
algo malo.
- Tengo que
hablar contigo.- le dije mirándole fijamente, sus ojos ambarinos se posaron en
mí desafiantes.
-¿Sucede algo?- me preguntó Finn
poniéndose a mí vera.
-Necesito hablar con Thyler un
momento a solas, esperar aquí.- le respondí seria, sin apartar la mirada de
Thyler en ningún momento.
Él no pronunciaba ni palabra. Las
miradas que compartíamos eran desafiantes y amenazadoras. Finn asintió y se fue
a hablar con Nagiel. Tiré de la mano de Thyler con fuerza y nos adentramos en
el oscuro bosque. El frío arropaba aquel tétrico paisaje y una fina niebla
comenzaba a ondear por nuestros pies, impidiendo la visión. Paré cuando ya
estábamos lo suficientemente lejos, para que sí debía gritar que no me
escucharán.
-¿Por qué me has dado está
piedra?- le pregunté confusa, mirándole a los ojos, seria.
-¿Sólo te preguntas eso?- me
respondió preguntando Thyler.
-No, tengo más preguntas de las
que podrías responder. ¿Por qué me la has dado?- le pregunté seria de nuevo.
-Supongo que porque debías de
tener una de esas piedras, ya que eres la elegida.- me respondió frío. Apoyó su
espalda en uno de los árboles más cercano.
-¡No me llames así!- le grité
enfadada. No aguantaba que me trataran por lo que yo no quería ser.
-Se acabó, he intentado
aguantarme.- me dijo Thyler muy serio.- ¡Como puedes dejar que Finn y
Nagiel den la vida por ti! Has cambiado el rumbo, le estás intentando dar la
espalda a tu destino. Esa decisión nos afecta a todos, pero no a diez personas,
¡sino a miles! Hace poco, prometiste ir a New Sun Shine para pedir la
protección de White Tower, y ahora cambias de opinión, dándoles la espalda.
¿¡Qué te sucede!? Hay algunos días que deseas luchar y otros que no sabes ni
por dónde te da el viento.- me dijo Thyler alzando la voz.
Noté como mis ojos se ponían húmedos,
intenté aguantar las lágrimas, pero ya era demasiado tarde. Le di la espalda
para que no me viera llorar, no le daría el lujo de darse cuenta de que se
había equivocado. Pero fue tarde, se dio cuenta de que se había sobrepasado.
-No puedes pensar que es, porque
no sé quién soy en el presente…como para saber quién seré en el futuro.- le
dije con un hilo de voz.
-Kiara, espera…- dijo con tono
calmado.
-Vete con ellos, déjame sola.- le
reproché triste, intentando tragar las lágrimas.
-Kiara…yo lo siento, no era mi
intención hacerte daño.- dijo intentando excusarse por su comportamiento.
-No, ya sé lo que piensas y en
parte tienes razón, pero antes de hablar, te recomiendo que pienses lo que
dices.- le dije apretando los puños, para no temblar.
Noté como un cuerpo me rodeaba con unos
fuertes brazos, posaba su cabeza en mi hombro y sus manos se posaron en mi
cintura. Intente apartarle, pero no tenía suficiente fuerza. Giré la cabeza con
desprecio, pero Thyler no se separó de mí.
-Entiende por un momento mi punto
de vista. Llevo años esperándote, que llegues de repente y que en unos pocos
días, con unas fáciles acciones, cambias el destino de una ciudad…eso no lo
hace cualquiera. No puedes darle la espalda a tu destino, porque siempre te
seguirá, vayas a donde vayas.- me susurro Thyler.
-Te repito, que yo no comprendo del
todo este lugar, no quiero que el destino de miles de personas caiga sobre mis
hombros, no quiero que nadie muera por mi culpa.- le dije con voz temblorosa.
-Kiara, te ha tocado a ti porque
eres especial, hay algo en tu interior que brilla y que desea salir, cada
persona de este lugar lo ve…si lo reprimes, un día estallará y perderás la
consciencia de tus actos y te arrepentirás toda tu vida.- le dijo Thyler con una
voz suave.
-Sí- razoné- tú tienes razón, haré
lo que me dicte el corazón.- le dije secamente, comprendiendo que tenía razón,
no podía eludir mis responsabilidades durante más tiempo, debía de volver a dar
la cara y luchar frente al destino.
-Y… ¿qué deseas hacer?- me susurró
Thyler, note como sus labios se posaban en mi cuello, dándome un pequeño beso.
-Por ahora esto…
Se separó un poco de mí y me giré. Sus
brazos volvieron a estrecharme entre los suyos. El frío que corroía mis venas,
se evaporó, dejando paso a un calor infernal. Posé una de mis manos con cuidado
en su chaqueta, agarrándola con fuerza y la otra la pase por detrás de su
nuca con suavidad. Tiré de él hacia mí, dejando que sus labios se juntarán con
los míos. Tras unos interminables segundos, me separé de él, sus ojos brillaban
como dos soles.
-Segundo, vamos a por Finn, Nagiel
y Thai y vámonos a la aldea más cercana a descansar. Tercero, planear un
viaje hasta New Sun Shine que duré menos de tres días. Cuarto, volver a
practicar con la espada. Quinto, aceptar lo que de verdad soy. Sexto no
olvidarlo nunca. Y por último matar a Deathmort.- dije seria. Los ojos de
Thyler brillaban con pasión y aprobación.
-Me parece bien, pero tienes
demasiados deberes.- dijo sonriendo.
-Vamos.
Nos volvimos a coger de la mano y
salimos de aquel bosque. Poco a poco, la niebla se iba haciendo menos densa y
se iba levantando, los árboles. Algo me daba mala espina de aquel lugar, hacía
que me dieran escalofríos continuos.
Por fin, llegamos a donde estaban los
tres jóvenes esperándonos. Esperaban sentados en el suelo, Finn abrazaba a
Nagiel y Thai se limitaba a dibujar en la arena del bosque. Al vernos volver,
se levantaron de inmediato.
-Bueno, continuemos.- dijo Finn
separándose de Nagiel.
-Sí, pero hacia New Sun Shine.-
les dije sonriente, había recuperado las esperanzas en mí misma.
-¡A estas horas!- alzó la voz
Finn.
- No, ahora nos vamos a la aldea más
cercana, la noche va a caer dentro de poco y tengo un mal presentimiento.- dije
mirando hacia Finn. Yo no había soltado la mano de Thyler en ningún momento.
-Desde luego.- dijo Finn con tono
de aprobación. - Cerca de aquí está Thisound, pero hay dos problemas: primero,
está invadida por la oscuridad, allí viven muchos de los soldados de Deathmort.
Segundo, tenemos delante de nosotros otro.- dijo mirándome fijamente.
-¿Yo? ¿Por qué?- pregunté confusa.
-Te acuerdas de lo que te acabo de
decir, ¿no? Cualquiera puede notar una luz dentro de ti, eso nos expone a
ellos. Te capturarían y nos matarían.- me explicó Thyler.
-Entiendo… ¿No hay ninguna
solución?- les pregunté. Nagiel se colocó al lado mío sonriente.
-Sí que la hay.- respondió ella.
Abrió la mochila que llevaba a la
espalda y sacó cuatro grandes capas negras y una especie de vestido negro
ajustado de cuero. Yo la miré extrañada.
-Sé que os va a parecer una
locura, pero iremos de incógnito. Las capas harán que no se vean nuestros
rostros y no sospecharán, están hechas de un material que hace invisible el
poder de cada uno. Eso resuelve el primer problema.- dijo pasando capas a cada
uno.- Kiara, sé que me vas a odiar, pero eres la única que llevas el traje de
lucha y si queremos entrar debes de quitártelo. Antes de irme cogí este vestido
por si acaso, es de cuero y con la misma magia que la capa, hará que te sientas
cómoda, aparte de que es oscuro y resistente. Segundo problema
solucionado.-dijo Nagiel. Me tendió el vestido negro de cuero. Lo acepté con
desgana.
-Si no queda otro remedio, me lo
pondré- dije un poco molesta, odiaba llevar vestidos cortos.- Me voy a cambiar.
Le di todas las armas a Thyler que
llevaba encima para que me las aguantara. Cogí el vestido y me metí entre los
árboles, me desabotoné la camisa y me puse aquel ceñido vestido de cuero negro,
me quite los pantalones y me deje las botas negras que llevaba. El vestido era
ceñidísimo, como una segunda piel. Era de tirante gordo, con un poco de escote.
Me di cuenta de que los laterales tenían dos tiras negras transparentes que
dejaban ver mi piel clara, el vestido me llegaba dos palmos por encima de las
rodillas y marcaba toda mi figura. Plegué la ropa y salí de entre los árboles.
Fui caminando hasta ellos, estaban
sentados y al oír mis pasos se levantaron, todas las miradas fueron dirigidas
hacia mí. La piedra roja lucía en mi pecho. Thai al verme se puso rojo, Finn me
observó y rápidamente desvió la mirada, Nagiel me sonrió y Thyler me miraba a
los ojos fijamente. Se levantó y me tendió el arco con las hermosas flechas,
también me dio los múltiples cuchillos.
Me cargué el arco a la espalda y las
flechas junto con una daga, guardé las tres dagas cortas, una en el muslo
derecho debajo del vestido y la otra lo mismo y la última daga, la guardé con
cuidado dentro de la bota derecha.
-Y pretendemos no llamar la
atención…-dijo Finn por lo bajo.
-Andando.- les dije seria.
Guardé el traje de lucha en la mochila
de Nagiel, me tendió la capa y todos nos la colocamos. Comenzamos a andar. El
sol estaba cayendo. Thyler y Finn iban discutiendo sobre cómo deberíamos de
llegar allí y adonde deberíamos ir, yo estaba sola con Nagiel. Thai iba con
ellos sin decir palabra.
-Ya os he visto a ti y a Finn.- le
dije sonriente, sin saber que tema de conversación sacar.
Ella me miró y se sonrrojó.
-Solo tenía frío.
-Sí, claro...- le dije
irónicamente.
-No puedo estar con él así, me
cuesta cada día más.- me dijo Nagiel desviando mi mirada.
-Díselo, tú también le gustas a
él.- le dije sonriéndole pícaramente.
-Lo sé. Ambos sabemos lo que siente el otro, pero no depende de
nosotros. Lo siento, pero es que no puedo hacerlo.- me dijo Nagiel frustrada.
-Sí que puedes, lo sabes, pero no
lo quieres hacer, habrá un día que no te podrás resistir y caerás en sus brazos
y cada hora que pasa ese día se acerca más.-le dije con ánimo de desacomodarla
en aquella conversación.
-No, Kiara, no lo entiendes. Tú
estás con Thyler porque ambos habéis decidido comenzar algo juntos. Finn y yo…
Iba a continuar su explicación, pero se calló
y decidió no decir nada. Los chicos se habían parado en frente nuestro, ahora
miraban como llegábamos. Nos pusimos enfrente de ellos. Desde ese altillo que
hacia el propio monte pude ver una gran aldea, con cabañas e iluminada por el
fuego. Había guirnaldas colgadas por las casas, se celebraba algo, seguro. La
aldea estaba defendía por unas altas murallas de piedra, custodiadas por
guardias.
-Ya hemos llegado, será mejor que
os cubráis el rostro.- dijo Finn.
Le hicimos caso y deje que la capucha de
la capa cayera por mi cabeza, tapando mis. A todos les pasaba lo mismo,
continuamos lo poco que nos quedaba de camino hasta la puerta principal, donde
se comprobaría si nuestras capas funcionaban.
Llegamos a la enorme puerta de madera,
donde dos guardias la custodiaban con lanza en mano. Los dos tenían los ojos
rojos y eran de piel oscura, lucían trajes negros y sus cabellos eran rubios.
-¿Qué queréis?- preguntó el de la
derecha.
-Venimos a hospedarnos en la aldea
más cercana, es decir, Thisound.- dijo Finn serio y distante.
-¿A qué se debe?- le preguntó el
otro guardia con voz grave.
-Somos viajeros y las estrellas se
han levantado antes de llegar a nuestro destino.- le respondió Finn.
-¿Y cuál es ese destino?- le
preguntó el otro guarda.
-Bluelake.- le respondió secamente
Finn.
-Muy bien, podéis pasar.- dijo el
guarda. Las puertas se abrieron solas, de par en par.
Al pasar entre los guardias, una ira
vibró dentro de mí, deseosa de salir y acabar con sus miserables vidas. Los
guardas lo percibieron, pero en ese momento llegó Thyler y me empujo para que
no pudiera pensar en ello. Volví a la realidad, aquello era desconocido para
mí.
Las calles estaban hechas de piedra, al
igual que las casas. Una hermosa fuente se alzaba en medio de una replaceta,
donde había múltiples comercios cerrados. Parecía la Edad Media, hasta que una
música electrónica invadió el ambiente. El cartel de posada inundaba una casa.
Finn se acercó y golpeo la puerta con fuerza. Una mujer despampanante y de pelo
oscuro abrió la puerta.
-Buenas noches, deseábamos
hospedarnos.- le dijo Finn cortésmente.
-Por supuesto, adelante.- dijo la
mujer abriendo la puerta.
Entramos dentro. El calor de aquel lugar
inundó mi cuerpo con fuerza, me sentía colérica y creía entender el por qué. Estaba
en un lugar lleno de demonios y traidores. Todos ellos aliados de Deathmort. La
mujer nos entregó tres llaves. Subimos las escaleras por orden.
-Bien, las últimas habitaciones,
dos habitaciones de dos camas y una única.- dijo Finn.
-Yo dormiré sola.- dijo Nagiel
sonriendo.-Thai y tú dormiréis en una y Kiara y Thyler dormiréis en otra.-
organizó la joven.
-¿Por qué se oye música
electrónica?- pregunté confusa.
-Hoy se celebra lo que vosotros
llamáis “Mardi Gras”. En Thisound se celebra el Dubble, es un festejo que se
celebra desde hace siglos, cuando las mujeres del lugar se tapaban con máscaras
y preparaban una gran fiesta en la que conocían a su...pareja. Si se gustaban,
les mostraban su rostro.- le explicó Thyler- Desde luego, no siempre se ha
escuchado este tipo de música. Aunque no lo parezca, aquí también se vive en
algunos aspectos vuestro siglo XXI
-Vamos a salir por ahí, a
investigar.- dijo Nagiel guiñándome un ojo y arrastrándome tras ella.
Una mujer apareció, era la posadera, quien estaba escuchando
atentamente nuestra conversación.
-Siento entrometerme, pero hoy es
el día en que todos los jóvenes van a Lullaby, disfrazados. Id allí y disfrutar
de lo más bonito de Thisound.- les ánimo la mujer.
-Vale, por mí no hay problema de
disfrutarlo-aseguró Thyler sonriéndome.
-Bien, vamos todos.- dijo Finn
animado, demasiado animado para lo que era él...
-Yo no, yo me quedo a descansar.-
dijo Thai seguido de un bostezo.
-Vale, pero no podemos ir así.-
dijo Nagiel sonriendo.
La cara de la
mujer se iluminó e invitó a todos a seguirla, Thai se metió en su cuarto.
-Seguidme.
Nos adentramos en una habitación,
dividida en dos partes, como un vestuario. Los chicos pasaron a una parte y
nosotras a otra.
-Aquí tenéis ropa y máscaras.- dijo
la mujer, pude notar que nos conocía.
-Gracias.- dijimos todos al
unísono.
La mujer se fue y empezamos a revolver
los armarios. Nagiel sacó un bonito vestido ceñido, rosa palo y con un poco de
escote.
-¿Qué te parece este?- me preguntó
Nagiel.
-Póntelo y veamos cómo te queda.- le
dije animándola.
Se cambió. Salió de detrás del biombo. Aquel
vestido le hacía más mayor y más hermosa. Resaltaba su figura, aquella que
siempre pretendía esconder. Bueno, yo no era quien para criticar eso…
-Estás preciosa.- le dije
sonriendo.
-Gracias y también he encontrado
esto.- me dijo enseñándome un antifaz de este mismo color y con un poco de
purpurina. Se había puesto unos zapatos de tacón.
-Estás genial. ¿Qué te parece
este?- le pregunté enseñándole un vestido blanco ceñido y corto, de un solo
hombro, con tonos plateados y alguna transparencia.
-Me encanta, póntelo.- me dijo animada.
Me metí detrás del biombo y me lo puse,
salí con unos tacones blancos de este mismo tono. Nagiel me ofreció una máscara
que había encontrado en tonos plateados.
-Te favorece- me dijo Nagiel.
-Gracias- agradecí sonrojada.
-Será mejor que bajemos, nos
estarán esperando.-le dijo Nagiel sin ocultar su sonrisa.
Nos colocamos las hermosas máscaras y
nos sonreímos. Abrí la puerta y salí, Nagiel me pisaba los talones. Incliné la
cabeza para ver si había alguien en el pasillo. Nadie. Bajamos las escaleras,
yo iba primero. Los tacones repiqueteaban en los viejos escalones de madera. El
calor del hall fue envolviéndome poco a poco. La mujer estaba sentada en un
taburete, observando por la ventana mientras tejía. No pude vislumbrar a Finn y
a Thyler hasta que no estuvimos completamente en la habitación. Estaban
sentados en un sillón, viendo el fuego en la hermosa chimenea, al vernos se
levantaron. Pude ver como Finn se ponía sonrojaba al ver a Nagiel, un gesto muy
poco propio en él, siempre era muy serio y correcto.
-Estáis preciosas.- dijo la mujer
sonriendo.
-Gracias.-le agradecí aquel
cumplido.
-Bueno, será mejor que…que nos
vayamos.- tartamudeó Finn.
Se acercó a Nagiel y le tendió el
brazo, ella lo aceptó. Thyler también se acercó a mí y me cogió la mano con
suavidad. Me limité a sonreírle.
Salimos de la casa, la posadera no nos
había dicho donde era aquella fiesta, pero por el ruido se podía averiguar
fácilmente. Thyler no dejaba de mirarme con sus dorados ojos, me ponía
nerviosa.
-¿Cómo sabías lo del Mardi Gras?-
le pregunté confusa. Thyler conocía muchas cosas de mi mundo.
-Estuve allí un verano, no
encontré lo que buscaba y me fui. Era horrible.- me respondió Thyler sonriendo.
-¿Qué buscabas?- le pregunté
curiosa.
-El descanso.- me respondió únicamente.
Sabía que me mentía, sus ojos ahora yacían oscuros. No quería empezar a
discutir por eso, entendía que no deseará decírmelo. Mientras íbamos
callejeando, la música cada vez era más fuerte y las calles vibraban.
-Y… ¿Por qué hay un equipo de
música de la tierra?- le pregunté extrañada, no le veía relación a nada.
-A parte de lo que te he contado
antes, hubo algunas personas que se marcharon para descubrir los avances de la
tecnología, y luego volvieron para hacer de GreenCoast un lugar más moderno.-
me explicó Thyler.
Finn y Nagiel pararon súbitamente. Habíamos
chicos y chicas de, más o menos, mi edad en los alrededores de una puerta
abierta que destellaba luces de colores. Todos iban bien vestidos y las chicas
llevaban todas máscaras.
Poco a poco nos fuimos adentrando en ese
lugar, al estar rodeada de tantos desertores la ira mi corría por las venas,
algo me empujaba a desear actuar contra ellos. Thyler me agarró con fuerza la
mano. La música sonaba con fuerza en aquella sala oscura, la gente bailaba y
otros miraban y bebían.
-Nagiel, ven vamos a bailar.- le
dije. Le agarré la mano a Nagiel y se la solté a Thyler.
Nos adentramos en medio de la pista de
baile, había un pequeño círculo de gente, levanté la vista, encima había unos
balcones, donde debían estar los reservados. Comencé a bailar, dejando que la
música corriera por mis venas, recordando las discotecas de mi lugar de origen.
Esa música tenía algo que te poseía, Nagiel también bailaba conmigo. Las
máscaras ocultaban nuestras identidades. Poco a poco se fue haciendo un corro
alrededor nuestro, dos chicos de ojos azules y pelo oscuro se acercaron a
nosotras.
-Soy Izan y este es mi amigo
Kevin, ¿queréis bailar con nosotros?- se ofrecieron, los dos nos sonreían
pícaramente.
-No lo siento estamos con unos
amigos.-respondió Nagiel temerosa.
-Pues yo no los veo.-dijo Izan
mordiéndose el labio inferior.
-Venga, bailar solo un baile con
nosotros.- dijo Kevin agarrándome por la muñeca. Algo ardió dentro de mí con
fuerza cuando me rozo.
-Os hemos dicho que no.- les grité
intentando controlar esa ira, pero se me hacía imposible.
-No…-comenzó a decir Kevin, cuando
una voz grave le cortó.
Thyler y Finn aparecieron por
detrás en una milésima de segundo.
-¡Ya os han dicho que no! ¡Largaos!-
dijo Thyler enfadado.
-¿Y vosotros quienes sois?- le
preguntó Izan.
-Sus amigos.- le respondió Finn
gravemente, sus ojos azules mostraban enfado y al mismo tiempo un extraño y
hermoso brillo.
-Vámonos Izan, está noche no
queremos problemas.- le recordó su amigo tirando de él.
Aquellos jóvenes se dieron la vuelta y
se sumergieron entre la multitud. Thyler me abrazó contra él y Finn se acercó a
Nagiel. Vi como la cogía de la mano y tiraba de ella, para llevársela fuera de
la pista.
-¿A dónde van?- le pregunté
curiosa.
-Me parece que Finn tiene que
confesarle algo importante a Nagiel.-me respondió Thyler sonriendo.
- Creo que sé
de qué se trata.-le dije con una pequeña risa inocente.
Me devolvió la sonrisa y se acercó
a mí, hasta rozar su cuerpo con el mío.
-Aprovechemos ahora que estamos
solos.- me susurro al oído.
-Creo que no has visto bien a tu
alrededor.- le dije sonriendo.
La música cambió, ahora se trataba de
una lenta. De repente una ondeante neblina rosa inundo en ambiente, al
inspirarla me comencé a sentir más libre, mis bailes no tenían tiempo, parecían
lentos cuando me veía las manos, pero eran normales, a Thyler pareció pasarle
lo mismo. Aquella neblina anulaba los sentidos, dejándote expuesto a cualquier
peligro. Noté que las manos de Thyler estaban en mi cadera, seguí bailando,
notaba la boca seca, pero no era importante. Mi cabeza y cuerpo ahora parecían
independientes. Me giré y apoye la cabeza en el hombro de Thyler, notaba su
respiración en el cuello. Aquella música enigmática y aquella neblina me
hipnotizaban. Noté sus labios besando mi cuello con delicadeza, nuestros
cuerpos se movían al compás de la música. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al
sentir sus labios sobre mí piel. En aquel lugar no existía la hora ni el mundo.
Mis labios buscaron los de Thyler, me giré y me topé con su dorada mirada, sus
ojos reflejaban deseo y felicidad, brillaban con fuerza. Una ligera sonrisa se
dibujó en mis labios. Tiró de mí con fuerza, mi cuerpo no dejaba de moverse y
mi cabeza había desconectado por completo. Nos sumimos en un deseado y
codiciado beso. sus labios eran una tentación en aquel estado, no se separaron
en ningún momento. Se separó de mí, lo suficiente para poder decir algunas
palabras.
-¿Qué te parece si nos subimos
arriba?- me preguntó sonriendo.
-Vale.-le susurré.
Me agarró la mano con fuerza y me saco
de la pista de baile, aquella ira que corría por mis venas al estar allí, fue
aplacada por unas ansias de deseo y una extrema confusión. Subimos unas escaleras
de piedra hacia los balcones que daban a la pista de baile. El pasillo estaba
lleno de cortinas cerradas y otras abiertas, se podían escuchar susurros
provenientes de sus adentros. De repente, un hombre salió de una de las
cortinas de más adelante, se dirigió hacia nosotros con paso firme. Sus ojos
eran azules y desafiantes y llevaba una camisa oscura. Ya estaba cerca de
nosotros. Un escalofrío recorrió mi espalda con fuerza que me hizo despertar un
poco. Su hombro rozó el mío y noté como una fuerte descarga corrió por mi
cuerpo con fuerza, como cuando estaba con Thyler. Al notarlo me quedé confusa,
pero no iba a volver la vista atrás, seguro que era fruto de mi imaginación.
Pude notar como sintió lo mismo que yo y se volvió para mirarme. Su gélida mirada
clavándose en mi nuca. Mis sentidos se volvieron a nublar y a desorientar.
Nos metimos en un reservado, la cortina
roja impedía que entrara la luz del exterior, aquella pequeña sala iluminada
por la poca luz de las estrellas que quedaba, estaba amaneciendo, se filtraba
por una pequeña ventana. Thyler cerró la cortina con fuerza, yo estaba detrás
de él, aun no le había soltado la mano. Se giró y me volvió a besar con pasión,
como si fuera nuestro último beso. Sus manos me agarraban con fuerza y mis manos
acariciaban su nuca. Sus pestañas cosquilleaban mis pómulos y sus labios no
dejaban de buscar a los míos. Aun no me había quitado aquella máscara, no
molestaba. En ese mismo momento, un escalofrío me recorrió la espalda con
fuerza. Se separó un poco de mí.
-¿Estás bien? ¿Tienes frío?- me preguntó Thyler.
-No, es que…va a pasar algo malo,
lo noto.-le explique. Me sujetó la mano con fuerza.
-Será mejor que nos vallamos. No
pienso correr el riesgo de comprobar si te equivocas.- me dijo Thyler sonriendo
y mostrando sus perlados dientes. Me dio un pequeño y dulce beso antas de
marcharnos.
Thyler me cogió de la mano y bajamos las
escaleras. Aun había mucha gente en aquel lugar, la música seguía sonando igual
de fuerte. Salimos del tumulto de gente.
El frío de la calle inundó nuestros
cuerpos. Me di cuenta de que no sabía dónde estaban Finn y Nagiel, no los
había visto en toda la noche. Vi que Thyler miraba anonadado y sonriente una
dirección, giré la vista hacia donde la estaba poniendo él y pude ver a dos
jóvenes besándose. El chico la protegía a ella con su cuerpo. Achiné los ojos y
adiviné quienes eran. Finn y Nagiel. Nos acercamos a ellos sonrientes.
Thyler carraspeo la voz para que
pararan, pero no lo hicieron.
-Nos vamos, pero si os queréis
quedar…
Los jóvenes al oír aquella
conocida voz, se separaron de inmediato y clavaron la vista en nosotros.
- Sí…nosotros...- balbuceó Finn.
-Venga, vámonos- reí.
Le cogió la mano a Nagiel quien sonreía
tontamente. Estaba enamorada y él de ella. Nos adentramos por las calles, el
sol comenzaría a salir dentro de unas pocas horas.
En pocos minutos llegamos a la posada,
Finn se dio cuenta de que la puerta estaba abierta. Entramos y dejamos el
cerrojo echado. Subimos las escaleras cansadas pero felices. Me quité la
máscara. Sin decirnos nada, nos metimos en nuestros respectivos cuartos. Finn
besó a Nagiel con cariño, y le deseo buenas noches.
Thyler y yo entramos en la habitación,
solo había una cama, de modo nos habían mentido. Había un pantalón de algodón y
unos pantalones cortos con una camiseta de tirantes. También estaban allí
nuestras cosas, las que habíamos dejado en los vestuarios. Cogí el pijama y me
metí al baño sin decir nada. Me cambié y cuando salí Thyler ya estaba metido en
la cama, no me apetecía pensar, solo dormir. Cerré las cortinas y deje el
vestido apoyado en una silla con los tacones. Me metí en la cama dándole la
espalda a Thyler y me coloqué a unos centímetros de él. Thyler pasó un brazo
por mi cintura abrazándome y tiró de mí hacia él. Acabé pegadita a él,
abrazándome. En pocos segundos me quedé plácidamente dormida.
Un fuerte portazo me despertó. La posadera
había entrado de golpe, dejado entrar la luz en la habitación.
-¡Corred, despertad…!- gritó la
mujer.- Viene hacia aquí una redada, debéis marcharos…-decía la mujer
preocupada.
-Vale, ¿en cuánto estarán aquí?-
le preguntó Thyler.
-En menos de veinte minutos.- le
respondió asustada.
-¿Cómo lo sabe?- le pregunté
comenzándome a preocupar.
-Soy amiga de Brígida y me ha
dicho quienes erais. Tengo aliados que conspiramos contra Deathmort,
pero...ayer te debió de ver y ha mandado redadas.- le explicó la mujer.
-¿Los demás están despiertos?- le
pregunto Thyler saliendo de la cama.
-Sí. ¡Daros prisa!- gritó la mujer
saliendo de la habitación y cerrando la puerta de un golpe.
Corriendo me metí en el baño y me puse
el vestido negro. Me enfundé las armas y la capa. Cuando salí Thyler estaba
esperándome. Le seguí y bajamos las escaleras lo más rápido que nos permitían
nuestras piernas. Finn, Nagiel y Thai estaban esperándonos. Sin decir nada, nos
pusimos las capuchas, me quité el arco y lo sujete con la mano. Debía de estar
preparada. Nos tapamos los rostros con las capuchas.
-A partir de ahora, hablo yo.- dije
seria. Los demás asintieron.
Salimos a la calle, estaba desierta.
Comenzamos a recorrer el tramo del día anterior hasta la puerta principal,
estaba cerrada y custodiada por dos guardias y un hombre apoyado en ella. Nos
acercamos hasta allí. En pocos segundos pude ver patrullas de hombres vestidos
de negro y rojo por las calles.
-¿Qué deseáis?- preguntó el hombre
que estaba apoyado en la puerta. Era de pelo oscuro y me sonaba de haberlo
visto antes.
-Salir.- le respondí seria y
tajante.
-¿Y a qué tanta prisa?- preguntó
en un tono frío. Levantó la mirada. Era el hombre de la noche anterior, entonces
recordé lo sucedido y lo que sentí al pasar su lado.
-Somos viajeros y debemos de
llegar a Bluelake cuanto antes.- le respondí seria, agarre el arco con fuerza.
-Identificaos y os dejaré
salir.-ordenó el hombre muy serio.
-Encantada.- me quité la capa con
un rápido movimiento de muñeca, dejando ver mi rostro. Los demás hicieron lo
mismo.- Soy Kiara Wadlow.
El rostro de aquel hombre se
sorprendió. De repente, todas las tropas nos rodearon. La ira brotó de mí con
tanta fuerza que no creí poder contenerla.
-Querida Kiara… ¿seguro que no me
conoces?
-Desde luego, mi destino es
matarte, Deathmort.- le dije confiada, mis músculos se tensaron.
-Ya, eso es lo que dicen, pero…
¿se cumplirá?- dijo en tono burlón.
-Lo tengo todo de mi parte. Un pueblo,
unos amigos y un destino, cosas que tú no posees, verdaderamente.- le reproché.
Sus ojos se oscurecieron y pude notar como las palabras emanaban de mí, sin
control.
-¡Cogedlos!-aulló Deathmort.
Noté como una sensación invadía todos
los músculos de mi cuerpo, mi cabeza y mi corazón. Cuando me quise dar cuenta
estaba disparando flechas a toda persona que se me acercará con un arma, los
demás observaban fascinado la rapidez con la que las flechas fluían. Noté como
algo dentro de mí se saciaba poco a poco, algo que deseaba salir al exterior. No
estaba cansada, notaba que aun podía dar más de mí. Acudió un nuevo batallón a
por nosotros, pero Deathmort paro el ataqué.
-¡Dejad que se vayan!- gritó con
fuerza a sus soldados.
Acababa de rendirse. Cogí todas las
flechas, les hice un gesto a los míos para que me siguieran, sabía que lo decía
enserio. Comenzamos a andar hacia la puerta, que ahora yacía abierta. Me cargué
el arco a la espalda y seguí dirigiéndome con paso fuerte hacia la puerta. Los
soldados miraban horrorizados aquel paisaje de derrota, pero Deathmort sonreía
maliciosamente. Parecía haber encontrado lo que buscaba. Pase por al lado de
Deathmort y este me agarro del brazo.
-¿Sabes? Eres igual de bella que
tú madre…-me susurro al oído. Me solté de él brazo con desprecio y continúe mi
camino sin mirar en ningún momento atrás, aunque las preguntas invadieran mi
cabeza. Él conocía a mi madre…