Descripción del blog:

Este es un blog en el que dos amigas publicamos nuestra historia. Comenzamos con la primera parte; "Aullido en la oscuridad" ¡Esperamos que os guste!

domingo, 1 de diciembre de 2013

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 8

Arrojé la nota sobre mi cama desecha y abrí la caja. En su interior, se guardaba un traje de color blanco. Lo tomé entre mis manos y lo desdoblé. Era una cazadora de cuero blanco, con unos pantalones de este mismo tono y material. Es irónico que, justamente aquel chico que me enseñó a luchar, me dijera que ojalá no lo hiciera. Suponía que Thyler temía por mí. Por muy valiente que afirmase ser, a su lado siempre me sentiría mejor y mucho más segura. Y no solo a la hora de combatir.
Me quité el pijama, dejándolo sobre la desordenada cama, y me vestí con el extraño traje de lucha. El traje se adhería a cada centímetro de mi piel resultando incómodo al principio.  Me calce unos botines negros con cordones gruesos y salí al exterior.  Necesitaba varias armas, así que me acerqué a una gran caja de metal pesado y cogí dos cuchillos iguales a los que lancé para dar en el blanco de la diana el otro día en el bosque. Dos dagas con la empuñadura dorada y de hoja muy afilada. Los cuatro instrumentos, los guardé en unos compartimentos que había en el cinturón de mi traje. A lo lejos, había una gran plancha donde se guardaban los arcos y las flechas. No me dirigí allí, no era tan buena con el arco como lo era con los cuchillos.
-¿No te arriesgas con el arco?- me preguntó una voz cercana a mí. Brígida.
-No soy tan buena- afirmé y me giré para mirarla. Tenía unas pronunciadas ojeras y los ojos rojos, típico de no haber dormido en toda la noche. Vestía con un traje completamente negro, con puntilla blanca adornando los puños de las mangas.
-¿El joven Thyler ya ha marchado?
-Sí…- susurré entristecida- Se debió de ir esta mañana, temprano.
-Es mejor así- dijo seria.
-¿Perdone?- le pregunté desconcertada. ¿Lo decía a buenas o a malas?
-Solo es un impedimento para ti en este viaje a WhiteTower. Es más, si de verdad lo conocieras, no querrías permanecer a su lado.
-Se equivoca- aseguré- algo nos une, es una sensación inexplicable y, a la vez, inigualable. Estar a su lado me ayuda a seguir con esto, a creer en mí misma. Algo que nunca antes había hecho. Puede que usted tenga razón, tal vez solo conozca una parte de Thyler, pero nada conseguirá que me separe de él. Nada.
Me alisé el traje con ambas manos y fulminé a la anciana con la mirada.
-Ahora, si me disculpa, me voy. Tengo un largo camino por recorrer.
Decidida a darle la espalda, Brígida me agarró del brazo.
-No irás sola, voy a mandar a Thai para que emprenda el viaje contigo- anunció la anciana.
-¿¡Cómo!?- chillé alarmada- ¡Thai tiene once años! ¡Tú misma me dijiste que solo salen preparados de aquí al ser mayores de edad! ¡Puede morir!
-¡Yo decido en este castillo! ¡Yo soy la que manda aquí!- la vena del cuello comenzó a hincharse- ¡Thai!- le llamó.
El crujir de las ramas al pisarlas me sobresaltó. El joven niño apareció de entre los arbustos. Caminó hasta situarse junto a la anciana vestida de negro. 
-El joven Thai todavía no ha encontrado su poder debido, como tú has dicho, a su temprana edad.
- No…no estoy preparada para cuidar también de él, aparte de ocuparme de mí.- le dije desviando la mirada de Thai, me miraba de forma entristecida.
-No te preocupes, Thai se sabe proteger él solito.- dijo Brígida, aquel niño, llevaba un traje parecido al mío, aunque de talla mucho más reducida.
-De acuerdo.- dije mirando fijamente a Brígida.  
Me fui hacia las cuadras, Thai caminaba a mi lado. Dentro estaba Alma y un pequeño caballo grisáceo. Thai cogió una silla y se la colocó a ese caballo. Me acerqué a la de Alma. Encima de la silla, había una rosa, tan roja como la misma sangre. Era un rosa fresca, no hacía mucho que estaba allí. Tenía una etiqueta en donde ponía, te quiero y por detrás, firmaba Thyler. Me sonroje y la olí, tenía un fresco aroma. La deje en la barra de madera que separaba las cuadras. Ensille a Alma mientras que Thai, le cepillaba el pelo a su caballo.
-¿Cómo se llama?- le pregunté rompiendo aquel silencio que, para mí, no parecía incomodo pero, para Thai, sí.
-Tear, me lo regaló Brígida el año pasado.- dijo mirando a aquel caballo a los ojos.
-Será mejor que partamos.- le dije intentando huir de aquella situación, aún más incómoda que la anterior. Thai no respondió. Se subió a Tear de un salto. Yo le imité con Alma.
Salimos de los dominios de aquel castillo, dejando atrás a Brígida. La brisa fría, ondeaba mis morenos cabellos. De vez en cuando, miraba a Thai. Tenía la mirada fija en un punto, sin vocalizar ni una palabra. Supe porque estaba así, pero no quería decir nada. Hasta que el rompió aquel silencio, con el tema más inesperado.
-¿Cuál crees que es la ayuda que te va a prestar el jefe de los elfos?- preguntó sin dejar de mirar al frente.
-No lo sé, ni lo quiero pensar.- dije temerosa.
-¿Por qué no viene tú querido Thyler? – preguntó en voz baja.
-Porque tenía que…solucionar unos asuntos...- le dije tartamudeando. No sabía que podía haber ido a hacer, solo que corría el riesgo de morir. Aunque me había prometido que no, que volvería.
-Así que no lo sabes.- dijo Thai, averiguando así como hacerme daño.- Te ha dejado plantada.
-O no te lo quiero decir. Esta noche vendrá, no te preocupes.- dije sin dejar de mirar hacia el horizonte. Se veía una hermosa torre blanca al fondo.
-No…tú no lo sabes…no te lo ha dicho.- dijo Thai mirándome fijamente.
-¿Qué no sé el qué?- le pregunté comenzando a irritarme.
-El mayor secreto de tu queridísimo Thyler.- dijo sonriendo.
-¿Cuál es?- le pregunté. Igual esto me llevaba a alguna pista para conocerle mejor.
-Si Thyler no te lo ha dicho, es porque…por una vez no quiere hacer daño a nadie. Haz caso a Brígida, hazme caso a mí…si no quieres acabar mal, déjale ir. Por una vez…sólo por una vez escúchame, olvídale.- dijo mirándome. Mis ojos se cruzaron con los suyos, brillaban.
-No, no puedo dejarle, no voy hacer caso Brígida, ni te lo voy a hacer a ti.- le dije bruscamente.
-¿Por qué? ¿No te das cuenta de que acabaréis mal los dos? Sólo eres un capricho suyo, que al ser nueva en este lugar, se ha aprovechado de ti. Aunque no lo quieras admitir, está noche no vendrá y comprobarás lo que te quiere, no eres más que uno de sus muchos trofeos.- dijo con fiereza, las mejillas se le habían puesto rojas. Intentaba ocultar que estaba celoso.
-¡No sabes nada! ¡Solo tienes once años!- grité.- Cada vez que estoy con él algo en mi interior aparece y hace que me sienta segura, libre y lo más importante, feliz. He encontrado una parte de mí que no conocía, que me faltaba y que al estar con Thyler se completa. Y, aún así, a ti que más te da si me hacen daño o no, no me conoces de nada, Thai.- le dije bajando la voz, intentando calmarme.
-¿Y por eso es especial?- preguntó Thai con voz incrédula.
- Para mí sí, para ti no. Ni tú, ni Brígida lo entendéis. Y sí lo hacéis, no lo queréis admitir.- le dije ya calmada.
Poco a poco, nos estábamos acercándonos a un castillo de torres blancas y una gran muralla negra. Las altas hierbas de los alrededores estaban teñidas de un color rojo intenso, bañadas de sangre, parecía haber habido una batalla. El sol estaba en su punto más alto y hacía que las pequeñas hierbas manchadas de sangre, resaltarán. Los pocos minutos de camino ya no hablamos. El discursito de Thai sobre porque no Thyler no era bueno para mí, había sido suficiente. Esperaba sus disculpas.
Llegamos a la puerta principal del castillo, estaba cerrada. Llamamos con fuerza, desde fuera de aquellos murallones no se oía nada. Parecía una ciudad fantasma, deshabitada.
-Si no nos van a abrir, entraremos a la fuerza.- le dije a Thai buscando la forma de entrar.
-¿Cómo?- preguntó confuso.
Cogí uno de los cuchillos y lo lancé con fuerza. Este se quedó clavado. Tiré el otro, dando justo al lado del primero.
-Si vas a estar así todo el rato…- dijo Thai sentándose en el suelo.
-En Greencoast, nada es lo que parece ser…si no me equivoco, está puerta por muy robusta que parezca, tiene que tener un punto débil.- le dije desclavando los cuchillos y observando las marcas. No eran muy profundas. Pero de repente, las marcas comenzaron a desaparecer.
- ¡Han desaparecido!- exclamó Thai, se que se levantó pensativo.
-Espera,  ¿hay algún árbol en la que su madera se regenere? Eso es imposible, ¿no?- dije exhausta. Volví a pasar los dedos por dónde estaban las marcas.
-Que yo sepa no.- dijo Thai mirándome. Yo volví mi mirada a la hierba de la colina.
-Tengo otra idea.- dije y, acercándome a la hierba manchada de sangre roja, la arranque de raíz. Me volví a acercar a la puerta y pasé las finas hileras verdes por la puerta, dejando un rastro rojo. No sé cuántas veces lo hice, hasta que la puerta estaba completamente roja. Me aleje para comprobar el resultado, las marcas de los cuchillos no estaban en el centro de la puerta, si no en uno de los laterales.
-Mira, eso es, dale a uno de los laterales y así las marcas darán en el medio, y podrás crear los agujeros que tanto ansías.- dijo volviéndose a sentar
-Vamos a tirar a la vez.-le dije a Thai, este saco dos cuchillos parecidos a los míos. Se colocó al otro lado de la puerta, estábamos uno enfrente de uno de los laterales de está. – 1, 2, 3…
Tiramos a la vez los cuchillos. Ya debían de ser avanzadas horas de la tarde y aún no habíamos obtenido ningún resultado visible, hasta ese momento. Un gran agujero apareció en el centro de la puerta manchada de sangre. Me acerqué, desclavando los cuchillos. Le pegué una patada a la puerta y finalmente se rompió, dejándonos pasar.
Había una gran calle, parecía un mercado medieval. El color que más predominaba era el blanco. No había nadie. Al fondo de este, había un bonito castillo, con una hermosa torre de mármol blanco en el centro. A eso venía el nombre de la ciudad, a su hermosa torre. Continuamos andando por aquella gran avenida, de las que desviaban otras más pequeñas callejuelas. No había rastro de nadie. Todo estaba sumido a un silencio aterrador.
-¿Has visto eso? -dijo Thai echándose a correr. Corrí detrás de él.
-¿El qué?- le pregunté mientras corría detrás de él entre los callejones estrechos.
-He visto a alguien.- dijo Thai. De repente paró en seco, en medio de una replaceta. Le conseguí alcanzar.
-¿Thai que pasa…?- dije rozándole el hombro, pero mis palabras se fueron cortando poco a poco.
Más de mil hombres en aquella plaza ocupaban las callejas, iban todos armados. Saqué una daga que llevaba cruzada a la espalda y coloqué a Thai detrás de mí. Se había quedado paralizado. En medio, había un hombre mayor, con los ojos azules, vestía una especie de traje gris y tenía las orejas acabadas en punta, como todos los demás.
- ¿Quiénes sois? ¿Cómo osáis venir aquí después de una batalla?- dijo aquel hombre clavando su mirada en mí.
-Y, ¿quién es usted?- pregunté centrando mi mirada fría en sus penetrantes ojos azules celeste.  
-Yo hago las preguntas, dame una razón para que no te mate por tu osadía.-dijo aquel hombre, señalándome.
-No le han enseñado, que es de mala educación señalar. A ver una razón, para que no nos matéis…así, mi destino.- dije vacilante, aquel hombre vibraba de odio y las palabras que a mí me brotaban solas de la boca.  
-¿Tú destino?- se echó a reír.- ¿Y cuál es tu destino joven humana?
-No creo que sea motivo de risas, más creo que me debéis respeto y me habéis hecho llamar para cierta alianza.- dije mirándole enfadada, sus risas se cortaron de cuajo.
Su expresión cambio por completo. El asombro se adueñó de él.
-¡Bajad las armas! No, no serás…Kiara…- dijo examinándome.
-Así se me conoce.- dije mirándole fijamente. Se acercó a mí e inclinó la cabeza como símbolo de respeto.
-Disculpad este recibimiento. Soy Loren, el jefe de los elfos. Acompañadnos a palacio y os explicaré lo sucedido.- dijo sonriente.
-Claro.- dije guardando la daga en su lugar.
Thai iba a mi lado, pero ahora mi cabeza solo la podía ocupar una persona. Thyler. Él me dijo que estaría aquí, que vendría. Está empezando a hacerse tarde y no ha aparecido. Nos llevaron por la gran avenida, la gente se iba yendo a sus casas, hasta que solo quedamos en aquella gran avenida Thai, Loren y yo.
Llegamos al hermoso castillo blanco, que lucía su torre con orgullo. Abrió la puerta del hermoso castillo, seguíamos a Loren. Tras enseñarnos el inmenso hall, las grandes paredes con ventanas góticas y cuadros de antiguos líderes de aquella ciudad. Nos llevó a una sala, una especie de despacho, con una estantería llena de libros. Loren se sirvió una taza de té, nos ofreció una y se sentó en uno de los sillones que daban a una hermosa chimenea. Me senté en el otro sillón. Thai no paraba de mirar los libros que había en las estanterías. Se sentó en la alfombra de piel con un libro de la estantería. Loren le miraba, poco interesado. Bebió un tragó de té y poso mi mirada en mí.
-¿Por qué me ha hecho llamar?- le pregunté rompiendo con aquella incómoda situación.
-Porque quiero participar en tu lucha.- dijo mirando hacía el fuego.
-Pero es que es solo mi lucha, no la suya, ni la de nadie más.- le dije sin quitarle los ojos de encima.
-Los campos de afuera están llenos de sangre porque cada vez Deathmort ansía más esta torre y ante nuestra insistencia en no abandonar este lugar nuestro, ataca.- suspiró.- Las murallas eran blancas, pero conforme Deathmort las ha ido atacando, su luz ha ido desapareciendo, quedando así indefensos.- dijo entre suspiros, bebió un trago de té.
-¿Y por eso me quiere ayudar? ¿Para salvar a los suyos y a este lugar?- pregunté creyendo entender lo que quería decir.
-      Sí, pero nosotros los elfos, no somos lo más importante de este lugar. Lo más importante es la torre.- dijo levantándose. Dejó la taza de té en la mesilla y cogió un mapa. Se volvió a sentar.- Esto es Greencoast, desde el principio, hasta el final. Deathmort pose City of Flowers, Bluelake, Blackshadow y, por supuesto, City of Dropped Sun. - dijo señalando cada parte del mapa. - Ha conquistado casi todas las ciudades importantes, con el fin de rodear New Sun Shine. Nosotros somos la última ciudad importante en caer, sí consiguiera conquistarnos, se daría un batalla que mataría a sombras y a la luz. No quedaría nada.- dijo entre con un tono entrecortado y entristecido.
-Entonces, estáis bajo la protección de New Sun Shine.- dije segura de mis palabras, el rostro de Loren se retorció y echo una carcajada.
-Ya nos gustaría, por eso necesitamos tú ayuda.-dijo Loren girándose.
-Entiendo. ¿Y yo que gano?- pregunté, un poco exhausta, me acerqué a una de las ventanas, para ver si veía algún rastro de Thyler.
-Te daré a mis dos mejores guerreros, que te jurarán fidelidad y lucharán a tu lado.- dijo acercándose a mí.
-De acuerdo, yo conseguiré que estéis bajo protección de New Sun Shine y mía, y a cambio, tú me das a tus dos mejores guerreros. Sí me mintieses, te mataría en medio de la plaza.- le dije sonriendo.
Loren tragó saliva antes de responder. La jovencita tenía agallas.
-Me parece justo.- dijo Loren devolviéndome una forzada sonrisa.
-¿Cuándo esos dos maravillosos guerreros me jurarán fidelidad?- le pregunté sin dejar de mirar por la ventana. Poco a poco se estaba haciendo tarde y Thyler no aparecía, no daba señales de ningún tipo.
-Sabía que aceptarías mi alianza, por eso he planificado un baile en el que te los presentaré y te jurarán fidelidad ante toda la ciudad.- dijo Loren. Se hizo una pausa de unos minutos.- Por cierto, tienes un vestido arriba para esta noche, no puedo dejar que la invitada de honor vaya con un traje de lucha.
-Sí, claro.- dije. Pronto, el cielo se tiñó de negro, pero sin estrellas ni luna que lo iluminarán por ahora. Thai seguía leyendo.
-Querida, ¿te pasa algo?- pregunto Loren acercándose.- Te noto ausente. Parece que… ¿estás esperando a alguien?- preguntó asomándose también por la ventana.
-Supongo…que ya no.- dije desviando la vista de la ventana. Thai levantó la cabeza para mirarme.
- Ven te acompañaré a tu cuarto para que descanses. A las nueve baja las escaleras y dirígite a la puerta del jardín, ahí se celebrará la fiesta.- dijo cogiéndome de la mano.
-Yo me quedo aquí.- anunció Thai.
Salí de la habitación con Loren. Subimos dos tramos de escaleras y me llevó a una puerta. Las escaleras eran de mármol blanco y las puertas marrones muy oscuras, de color caoba.
-Descansa, tienes una hora.- dijo sonriendo.
Loren se fue y entré en la habitación. Tenía dos preciosas ventanas góticas que daban al jardín, que a su vez este conectaba con el bosque, cuya entrada la diseñaba un precioso laberinto de arbustos y rosales. La habitación era cruda, con un hermoso cuadro de un bosque en invierno. La adornaba un recargado cabecero de madera oscura y una gran cama con un edredón azulado, del mismo tono que las paredes. Había dos puertas más, supude que un baño y un vestidor.
Me tumbé en la cama y me quedé mirando el techo de la habitación, sumida en mis pensamientos. Ahora sí que podía oírlos bien. Thyler me había fallado, me había hecho daño, me dice que me quiere y luego no aparece. “Si al final Thai iba a tener razón, solo soy un trofeo para él. Pero lo que siento por él, él también lo nota. Casi no le conozco y ya me gusta” pensé. Por un momento me ruboricé. “Esta noche, tengo que dar la imagen adecuada y sonreír, aunque me vaya a costar” pensé esta vez en voz alta.  Miré el reloj, las ocho y media. Había estado media hora pensando en Thyler y en mí, sin preocuparme de lo que ahora se me venía encima.
Me levanté rápidamente y abrí una de las dos puertas al azar, era un majestuoso baño con una enorme bañera. Abrí la otra puerta. Un vestidor con más de quince vestidos, de todos los tamaños y colores, zapatos, joyas... Solo uno de los vestidos me llamó la atención. Un precioso vestido de seda rojo, de espalda descubierta y abrochado al cuello. Lo saqué y lo deje encima de la cama, entré en el baño corriendo y me desvestí. Tomé un baño y salí envuelta en una gran toalla negra. Me sequé el pelo. Con horquillas que había encima del tocador, me hice un moño. Me maquille un poco y salí. Me vestí con mi hermoso vestido rojo. Parecía más mayor.
Me acerqué al armario y me puse dos zapatos de tacón negros. Cogí un sencillo collar de perlas negras, que me colgaba hasta por la desnuda espalda y los pendientes a juego. Me di cuenta de que había también una especie de pasador como el collar, me lo coloqué en el moño.
Deje todo un poco ordenado y salí de mi cuarto. Bajé las escaleras a toda prisa, hasta  llegar al hall. Allí estaba un hombre esperándome, era Loren, que al oír mis tacones se giró.
-Vaya, estás preciosa.- dijo admirándome de arriba abajo. El llevaba una especie de traje gris.
-Gracias.- le respondí sonriendo, intentando ocultar mi infelicidad.
- ¿Qué tal estás?- me preguntó, llegue en frente de él.
-Bueno… pero olvidémoslo, por muy difícil que sea, es un día de alegría.- le dije sonriendo.
-Lo que desees.- dijo sonriendo.
Se metió por una puerta y accedimos al inmenso jardín repleto de gente, la cual, se quedó callada al verme entrar. Solo podía escucharse el ritmo de la música.
-Tú te sientas a mi lado.- susurro Loren. Afirmé con la cabeza.
La hermosa y enigmática música paró, toda la ciudad estaba allí. Un pasillo se abrió a través de la gente. Yo miraba hacia el frente, de manera dura, firme. Al fondo del jardín había dos sillas, una más grande que otra, suponía que la mía era la pequeña, pero no fue así. Me senté, dejando mi pierna al aire. Se oían cuchicheos.
- La alianza ha sido aceptada.- anunció Loren. Después, vinieron los aplausos.- Y como ya sabéis, nosotros también tenemos que cumplir. Naggiel de Lie y Finn de Aslow. Estos son nuestros mejores guerreros. – dijo Loren.
Dos chicos salieron de entre la multitud. Una chica pelirroja, de tez blanca y ojos verdes y un chico de piel clara, ojos azules fríos como el hielo y pelo oscuro. Se arrodillaron ante mí. Me levanté y me acerqué hasta ellos.
-Levantad.- les dije suavemente.- Encantada de conoceros, soy Kiara Waldlow. -dije de forma amigable.
-Encantada, yo soy Naggiel de Lie.- dijo con una voz suave y tímida.
-Encantado, soy Finn de Aslow.- dijo el chico con una voz grave.
-Bueno es hora de que juréis.- dijo Loren indicándoles con un leve gesto.
-Si señor.- dijeron a la vez. Les pase mi daga, pusieron las manos sobre ella y empezaron a recitar.- Nosotros, elegidos para proteger nuestra ciudad, luchando, le juramos pleitesía a Kiara Waldlow. Lucharemos por y para ella, acataremos sus normas y ella a cambio protegerá a los nuestros. También juramos que por nuestros padres, no dejaremos que ningún elfo inocente muera en manos de Deathmort sin antes haber luchado.- retiré la daga, dándosela a uno de los mayordomos.
-Bien, ya está. Pero lo dejaremos solo en amistad. Podréis venir aquí cuando queráis y vivir aquí. Será un honor luchar con vosotros.- dije amigablemente.
- El honor es todo nuestro.- dijo Finn.
-A partir de ahora, me podéis llamar Kiara, no hace falta que inclinéis la cabeza, me gusta que me miren a los ojos y basta ya de ese rollo falso de “ el honor es nuestro”, dejar de ser tan pelotas así no me demostráis que sois guerreros.- dije intentando picarlos. Me giré para volver a ir a mi silla.
-Que no....- susurrí Finn cogiendo un cuchillo y lanzándomelo directamente a la espalda.
-¡No, Finn!- gritó Naggiel.
Me giré y lo cogí al vuelo. Podía escucharse el filo del cuchillo al arañar en aire.
- Eso era lo que quería ver, que no erais unos blandos. Me gusta que me traten como soy, no por lo que soy. Primera lección.
-Lo siento Kiara, yo…lo siento. Tengo que aprender a controlarme.- dijo Finn.
-Bueno, de los errores se aprende.- dijo Loren sonriendo- ¡Y ahora a disfrutar!- anunció. Yo me volví a sentar.
Ya eran las diez y media y las estrellas ya habían salido, solo podía pensar en Thyler, no estaba allí conmigo. Veía a la gente bailar y disfrutar. Todos reían, gozaban de la fiesta. Todos menos yo, me faltaba él para disfrutar de cada minuto de cualquier día.
-¿Quieres bailar conmigo?- me preguntó Loren.
-Porque no…- me levanté, le cogí del brazo y salimos a la improvisada pista de baile.
Empezamos a bailar. Mis pies se cansaron enseguida pero, hasta que no llevábamos ni un minuto al compás de la música, Loren no paró de bailar.
-Tengo un regalo para ti, pero lo tienes que adivinar.- dijo Loren sonriendo.
-¿El qué?- pregunté confusa pero, sobre todo, exhausta. Segundos después, noté como unas manos tapaban mis ojos. Estaban calientes, ardiendo. No podía ser… Noté como afloraban de mis ojos lágrimas.
-Eh, pero no te pongas a llorar.- dijo una voz conocida.
-¡Thyler!- grité de alegría mientras que las lágrimas surcaban mi rostro. Poco a poco las manos se fueron quitando de mis ojos. Me giré y vi a Thyler, vestido con un traje negro. Me abalancé sobre él y le abrecé, estrechando su cuerpo contra el mío.
-Será mejor que os deje solos.- dijo Loren dándonos la espalda. Tenía ganas de pegarle una bofetada a Thyler, pero en vez de eso me tiré a sus brazos de nuevo y le besé.
- ¿Por qué no has venido antes? Creía que te habían matado.- dije mirándole fijamente. Mis ojos aún seguían llorosos.
-Lo he intentado, pero no he podido, he tenido un problemilla técnico.- dijo sonriendo y me volvió a besar.
-¿Y cómo has llegado aquí? ¿Dónde has estado? ¿Qué problema?- yo no paraba de preguntar, así que me agarró por la cintura y comenzamos a bailar.
-Porque un jovencito ha mandado a unos cuantos elfos a buscarme.- dijo Thyler en voz baja.
-Thai…
-Sí. He estado en el Bosque de las sombras, ayudando a un amigo, y cuando volvía hacia aquí, le han disparado una flecha a Vivaz, ya le están curando.- dijo mirándome fijamente.
-Te quiero.- le solté así como así.
-Y yo a ti aún más.- dijo Thyler, le volví a besar. Sus brazos me abrazaban cada vez con más fuerza.
Bailamos y bailamos, hablando de lo sucedido. Le notaba igual, era el mismo joven apuesto de siempre, pero más cariñoso conmigo en esta noche. Me cogió de la mano y me llevó al laberinto de setos. Caminamos en silencio durante un corto tiempo hasta que se situó delante de mí y me miró fijamente a los ojos.
-He de irme.- dijo abrazándome contra él.
-No, no por favor no te vayas.- le dije, sus ojos empezaban a brillar fijamente, como anillos dorados. Como aquella noche que oí aquel aullido tan conocido.
-Te prometo que mañana estaré en tu cama antes de que te despiertes.- dijo acariciándome el pelo.
-¿Pero por qué has de irte? ¿A qué tanta prisa?- le pregunté. La luna llena empezó a acercarse a lo más alto del firmamento.
-Ya te lo explicaré, de verdad.- dijo y me besó.- Por favor confía en mí, pero ahora has de volver a la fiesta y yo he de irme.
-Está bien, te quiero.- le dije sintiendo de nuevo ese vacío en mi interior.
-Y yo a ti.- respondió y, corriendo, empezó a adentrarse en el bosque.
Me quedé inmóvil hasta que la oscuridad me impidió ver el cuerpo de Thyler entre los altos árboles del bosque. De nuevo, volví a la fiesta. Loren me esperaba en la puerta del salón.
-¿Qué tal?- me preguntó.
-Pues…- y un aullido me cortó, muy conocido para mí. Aquel lobo, el de la otra noche. Estaba segura.
Me quité los zapatos, el collar y desgarré el vestido, de forma que me ayudase a conseguir moverme con agilidad, delante de todo el mundo. Empecé a correr.
- Ahora vuelvo…
-¡No! ¡Vuelve!- gritó Loren.- Seguirla y traerla.
Me adentré en el bosque y empecé a correr. Notaba como las piedras se clavaban en mis pies, pero me daba igual. De repente, vi una sombra de un lobo con el pelaje cobrizo y ojos dorados, se giró y se sorprendió.
-Espera por favor.- le dije, éste paro por un momento en seco. Conseguí acercarme a él. - Mi destino es también el tuyo. ¿Quién eres?- le pregunté acariciando su cabeza.

De repente una lanza me rozo el brazo, haciéndome una gran brecha. Aquel hermoso lobo se fue corriendo. Sumergiéndose así en la oscura noche y en las profundidades del bosque. 

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