Arrojé la nota sobre mi cama desecha y abrí la caja.
En su interior, se guardaba un traje de color blanco. Lo tomé entre mis manos y
lo desdoblé. Era una cazadora de cuero blanco, con unos pantalones de este
mismo tono y material. Es irónico que, justamente aquel chico que me enseñó a
luchar, me dijera que ojalá no lo hiciera. Suponía que Thyler temía por mí. Por
muy valiente que afirmase ser, a su lado siempre me sentiría mejor y mucho más
segura. Y no solo a la hora de combatir.
Me quité el pijama, dejándolo sobre la desordenada
cama, y me vestí con el extraño traje de lucha. El traje se adhería a cada
centímetro de mi piel resultando incómodo al principio. Me calce
unos botines negros con cordones gruesos y salí al
exterior. Necesitaba varias armas, así que me acerqué a una gran
caja de metal pesado y cogí dos cuchillos iguales a los que lancé para dar en
el blanco de la diana el otro día en el bosque. Dos dagas con la empuñadura
dorada y de hoja muy afilada. Los cuatro instrumentos, los guardé en unos
compartimentos que había en el cinturón de mi traje. A lo lejos, había una gran
plancha donde se guardaban los arcos y las flechas. No me dirigí allí, no era
tan buena con el arco como lo era con los cuchillos.
-¿No te arriesgas con el arco?- me preguntó una voz
cercana a mí. Brígida.
-No soy tan buena- afirmé y me giré para mirarla.
Tenía unas pronunciadas ojeras y los ojos rojos, típico de no haber dormido en
toda la noche. Vestía con un traje completamente negro, con puntilla blanca
adornando los puños de las mangas.
-¿El joven Thyler ya ha marchado?
-Sí…- susurré entristecida- Se debió de ir esta
mañana, temprano.
-Es mejor así- dijo seria.
-¿Perdone?- le pregunté desconcertada. ¿Lo decía a
buenas o a malas?
-Solo es un impedimento para ti en este viaje a
WhiteTower. Es más, si de verdad lo conocieras, no querrías permanecer a su
lado.
-Se equivoca- aseguré- algo nos une, es una sensación
inexplicable y, a la vez, inigualable. Estar a su lado me ayuda a seguir con
esto, a creer en mí misma. Algo que nunca antes había hecho. Puede que usted
tenga razón, tal vez solo conozca una parte de Thyler, pero nada conseguirá que
me separe de él. Nada.
Me alisé el traje con ambas manos y fulminé a la
anciana con la mirada.
-Ahora, si me disculpa, me voy. Tengo un largo camino
por recorrer.
Decidida a darle la espalda, Brígida me agarró del
brazo.
-No irás sola, voy a mandar a Thai para que emprenda
el viaje contigo- anunció la anciana.
-¿¡Cómo!?- chillé alarmada- ¡Thai tiene once años! ¡Tú
misma me dijiste que solo salen preparados de aquí al ser mayores de edad!
¡Puede morir!
-¡Yo decido en este castillo! ¡Yo soy la que manda
aquí!- la vena del cuello comenzó a hincharse- ¡Thai!- le llamó.
El crujir de las ramas al pisarlas me sobresaltó. El
joven niño apareció de entre los arbustos. Caminó hasta situarse junto a la
anciana vestida de negro.
-El joven Thai todavía no ha encontrado su poder
debido, como tú has dicho, a su temprana edad.
- No…no estoy preparada para cuidar también de él,
aparte de ocuparme de mí.- le dije desviando la mirada de Thai, me miraba de
forma entristecida.
-No te preocupes, Thai se sabe proteger él solito.-
dijo Brígida, aquel niño, llevaba un traje parecido al mío, aunque de talla
mucho más reducida.
-De acuerdo.- dije mirando fijamente a Brígida.
Me fui hacia las cuadras, Thai caminaba a mi lado.
Dentro estaba Alma y un pequeño caballo grisáceo. Thai cogió una silla y se la
colocó a ese caballo. Me acerqué a la de Alma. Encima de la silla, había una
rosa, tan roja como la misma sangre. Era un rosa fresca, no hacía mucho que estaba
allí. Tenía una etiqueta en donde ponía, te quiero y por detrás, firmaba
Thyler. Me sonroje y la olí, tenía un fresco aroma. La deje en la barra de
madera que separaba las cuadras. Ensille a Alma mientras que Thai, le cepillaba
el pelo a su caballo.
-¿Cómo se llama?- le pregunté rompiendo aquel silencio
que, para mí, no parecía incomodo pero, para Thai, sí.
-Tear, me lo regaló Brígida el año pasado.- dijo
mirando a aquel caballo a los ojos.
-Será mejor que partamos.- le dije intentando huir de
aquella situación, aún más incómoda que la anterior. Thai no respondió. Se
subió a Tear de un salto. Yo le imité con Alma.
Salimos de los dominios de aquel castillo, dejando
atrás a Brígida. La brisa fría, ondeaba mis morenos cabellos. De vez en cuando,
miraba a Thai. Tenía la mirada fija en un punto, sin vocalizar ni una palabra.
Supe porque estaba así, pero no quería decir nada. Hasta que el rompió aquel
silencio, con el tema más inesperado.
-¿Cuál crees que es la ayuda que te va a prestar el
jefe de los elfos?- preguntó sin dejar de mirar al frente.
-No lo sé, ni lo quiero pensar.- dije temerosa.
-¿Por qué no viene tú querido Thyler? – preguntó en
voz baja.
-Porque tenía que…solucionar unos asuntos...- le dije
tartamudeando. No sabía que podía haber ido a hacer, solo que corría el riesgo
de morir. Aunque me había prometido que no, que volvería.
-Así que no lo sabes.- dijo Thai, averiguando así como
hacerme daño.- Te ha dejado plantada.
-O no te lo quiero decir. Esta noche vendrá, no te
preocupes.- dije sin dejar de mirar hacia el horizonte. Se veía una hermosa
torre blanca al fondo.
-No…tú no lo sabes…no te lo ha dicho.- dijo Thai mirándome
fijamente.
-¿Qué no sé el qué?- le pregunté comenzando a
irritarme.
-El mayor secreto de tu queridísimo Thyler.- dijo
sonriendo.
-¿Cuál es?- le pregunté. Igual esto me llevaba a
alguna pista para conocerle mejor.
-Si Thyler no te lo ha dicho, es porque…por una vez no
quiere hacer daño a nadie. Haz caso a Brígida, hazme caso a mí…si no quieres
acabar mal, déjale ir. Por una vez…sólo por una vez escúchame, olvídale.- dijo
mirándome. Mis ojos se cruzaron con los suyos, brillaban.
-No, no puedo dejarle, no voy hacer caso Brígida, ni
te lo voy a hacer a ti.- le dije bruscamente.
-¿Por qué? ¿No te das cuenta de que acabaréis mal los
dos? Sólo eres un capricho suyo, que al ser nueva en este lugar, se ha
aprovechado de ti. Aunque no lo quieras admitir, está noche no vendrá y
comprobarás lo que te quiere, no eres más que uno de sus muchos trofeos.- dijo
con fiereza, las mejillas se le habían puesto rojas. Intentaba ocultar que
estaba celoso.
-¡No sabes nada! ¡Solo tienes once años!- grité.- Cada
vez que estoy con él algo en mi interior aparece y hace que me sienta segura,
libre y lo más importante, feliz. He encontrado una parte de mí que no conocía,
que me faltaba y que al estar con Thyler se completa. Y, aún así, a ti que más
te da si me hacen daño o no, no me conoces de nada, Thai.- le dije bajando la
voz, intentando calmarme.
-¿Y por eso es especial?- preguntó Thai con voz
incrédula.
- Para mí sí, para ti no. Ni tú, ni Brígida lo entendéis. Y sí lo hacéis, no
lo queréis admitir.- le dije ya calmada.
Poco a poco, nos estábamos acercándonos a un castillo
de torres blancas y una gran muralla negra. Las altas hierbas de los
alrededores estaban teñidas de un color rojo intenso, bañadas de sangre,
parecía haber habido una batalla. El sol estaba en su punto más alto y hacía
que las pequeñas hierbas manchadas de sangre, resaltarán. Los pocos minutos de
camino ya no hablamos. El discursito de Thai sobre porque no Thyler no era
bueno para mí, había sido suficiente. Esperaba sus disculpas.
Llegamos a la puerta principal del castillo, estaba
cerrada. Llamamos con fuerza, desde fuera de aquellos murallones no se oía
nada. Parecía una ciudad fantasma, deshabitada.
-Si no nos van a abrir, entraremos a la fuerza.- le
dije a Thai buscando la forma de entrar.
-¿Cómo?- preguntó confuso.
Cogí uno de los cuchillos y lo lancé con fuerza. Este
se quedó clavado. Tiré el otro, dando justo al lado del primero.
-Si vas a estar así todo el rato…- dijo Thai
sentándose en el suelo.
-En Greencoast, nada es lo que parece ser…si no me
equivoco, está puerta por muy robusta que parezca, tiene que tener un punto
débil.- le dije desclavando los cuchillos y observando las marcas. No eran muy
profundas. Pero de repente, las marcas comenzaron a desaparecer.
- ¡Han desaparecido!- exclamó Thai, se que se levantó pensativo.
-Espera, ¿hay
algún árbol en la que su madera se regenere? Eso es imposible, ¿no?- dije
exhausta. Volví a pasar los dedos por dónde estaban las marcas.
-Que yo sepa no.- dijo Thai mirándome. Yo volví mi
mirada a la hierba de la colina.
-Tengo otra idea.- dije y, acercándome a la hierba
manchada de sangre roja, la arranque de raíz. Me volví a acercar a la puerta y
pasé las finas hileras verdes por la puerta, dejando un rastro rojo. No sé
cuántas veces lo hice, hasta que la puerta estaba completamente roja. Me aleje
para comprobar el resultado, las marcas de los cuchillos no estaban en el
centro de la puerta, si no en uno de los laterales.
-Mira, eso es, dale a uno de los laterales y así las
marcas darán en el medio, y podrás crear los agujeros que tanto ansías.- dijo
volviéndose a sentar
-Vamos a tirar a la vez.-le dije a Thai, este saco dos
cuchillos parecidos a los míos. Se colocó al otro lado de la puerta, estábamos
uno enfrente de uno de los laterales de está. – 1, 2, 3…
Tiramos a la vez los cuchillos. Ya debían de ser avanzadas
horas de la tarde y aún no habíamos obtenido ningún resultado visible, hasta
ese momento. Un gran agujero apareció en el centro de la puerta manchada de
sangre. Me acerqué, desclavando los cuchillos. Le pegué una patada a la puerta
y finalmente se rompió, dejándonos pasar.
Había una gran calle, parecía un mercado medieval. El
color que más predominaba era el blanco. No había nadie. Al fondo de este,
había un bonito castillo, con una hermosa torre de mármol blanco en el centro.
A eso venía el nombre de la ciudad, a su hermosa torre. Continuamos andando por
aquella gran avenida, de las que desviaban otras más pequeñas callejuelas. No
había rastro de nadie. Todo estaba sumido a un silencio aterrador.
-¿Has visto eso? -dijo Thai echándose a correr. Corrí
detrás de él.
-¿El qué?- le pregunté mientras corría detrás de él
entre los callejones estrechos.
-He visto a alguien.- dijo Thai. De repente paró en seco,
en medio de una replaceta. Le conseguí alcanzar.
-¿Thai que pasa…?- dije rozándole el hombro, pero mis
palabras se fueron cortando poco a poco.
Más de mil hombres en aquella plaza ocupaban las
callejas, iban todos armados. Saqué una daga que llevaba cruzada a la espalda y
coloqué a Thai detrás de mí. Se había quedado paralizado. En medio, había un
hombre mayor, con los ojos azules, vestía una especie de traje gris y tenía las
orejas acabadas en punta, como todos los demás.
- ¿Quiénes sois? ¿Cómo osáis venir aquí después de una batalla?- dijo aquel
hombre clavando su mirada en mí.
-Y, ¿quién es usted?- pregunté centrando mi mirada
fría en sus penetrantes ojos azules celeste.
-Yo hago las preguntas, dame una razón para que no te
mate por tu osadía.-dijo aquel hombre, señalándome.
-No le han enseñado, que es de mala educación señalar.
A ver una razón, para que no nos matéis…así, mi destino.- dije vacilante, aquel
hombre vibraba de odio y las palabras que a mí me brotaban solas de la boca.
-¿Tú destino?- se echó a reír.- ¿Y cuál es tu destino
joven humana?
-No creo que sea motivo de risas, más creo que me
debéis respeto y me habéis hecho llamar para cierta alianza.- dije mirándole
enfadada, sus risas se cortaron de cuajo.
Su expresión cambio por completo. El asombro se adueñó
de él.
-¡Bajad las armas! No, no serás…Kiara…- dijo
examinándome.
-Así se me conoce.- dije mirándole fijamente. Se
acercó a mí e inclinó la cabeza como símbolo de respeto.
-Disculpad este recibimiento. Soy Loren, el jefe de
los elfos. Acompañadnos a palacio y os explicaré lo sucedido.- dijo sonriente.
-Claro.- dije guardando la daga en su lugar.
Thai iba a mi lado, pero ahora mi cabeza solo la podía
ocupar una persona. Thyler. Él me dijo que estaría aquí, que vendría. Está
empezando a hacerse tarde y no ha aparecido. Nos llevaron por la gran avenida,
la gente se iba yendo a sus casas, hasta que solo quedamos en aquella gran
avenida Thai, Loren y yo.
Llegamos al hermoso castillo blanco, que lucía su
torre con orgullo. Abrió la puerta del hermoso castillo, seguíamos a Loren.
Tras enseñarnos el inmenso hall, las grandes paredes con ventanas góticas y
cuadros de antiguos líderes de aquella ciudad. Nos llevó a una sala, una
especie de despacho, con una estantería llena de libros. Loren se sirvió una
taza de té, nos ofreció una y se sentó en uno de los sillones que daban a una
hermosa chimenea. Me senté en el otro sillón. Thai no paraba de mirar los
libros que había en las estanterías. Se sentó en la alfombra de piel con un
libro de la estantería. Loren le miraba, poco interesado. Bebió un tragó de té
y poso mi mirada en mí.
-¿Por qué me ha hecho llamar?- le pregunté rompiendo
con aquella incómoda situación.
-Porque quiero participar en tu lucha.- dijo mirando
hacía el fuego.
-Pero es que es solo mi lucha, no la suya, ni la de
nadie más.- le dije sin quitarle los ojos de encima.
-Los campos de afuera están llenos de sangre porque
cada vez Deathmort ansía más esta torre y ante nuestra insistencia en no
abandonar este lugar nuestro, ataca.- suspiró.- Las murallas eran blancas, pero
conforme Deathmort las ha ido atacando, su luz ha ido desapareciendo, quedando
así indefensos.- dijo entre suspiros, bebió un trago de té.
-¿Y por eso me quiere ayudar? ¿Para salvar a los suyos
y a este lugar?- pregunté creyendo entender lo que quería decir.
-
Sí, pero nosotros los elfos, no somos lo más importante de este lugar. Lo
más importante es la torre.- dijo levantándose. Dejó la taza de té en la
mesilla y cogió un mapa. Se volvió a sentar.- Esto es Greencoast, desde el
principio, hasta el final. Deathmort pose City of Flowers, Bluelake, Blackshadow y, por supuesto, City of
Dropped Sun. - dijo señalando cada parte del mapa. - Ha conquistado
casi todas las ciudades importantes, con el fin de rodear New Sun Shine.
Nosotros somos la última ciudad importante en caer, sí consiguiera
conquistarnos, se daría un batalla que mataría a sombras y a la luz. No
quedaría nada.- dijo entre con un tono entrecortado y entristecido.
-Entonces, estáis bajo la protección de New Sun
Shine.- dije segura de mis palabras, el rostro de Loren se retorció y echo una
carcajada.
-Ya nos gustaría, por eso necesitamos tú ayuda.-dijo
Loren girándose.
-Entiendo. ¿Y yo que gano?- pregunté, un poco
exhausta, me acerqué a una de las ventanas, para ver si veía algún rastro de
Thyler.
-Te daré a mis dos mejores guerreros, que te jurarán
fidelidad y lucharán a tu lado.- dijo acercándose a mí.
-De acuerdo, yo conseguiré que estéis bajo protección
de New Sun Shine y mía, y a cambio, tú me das a tus dos mejores guerreros. Sí
me mintieses, te mataría en medio de la plaza.- le dije sonriendo.
Loren tragó saliva antes de responder. La jovencita
tenía agallas.
-Me parece justo.- dijo Loren devolviéndome una
forzada sonrisa.
-¿Cuándo esos dos maravillosos guerreros me jurarán
fidelidad?- le pregunté sin dejar de mirar por la ventana. Poco a poco se
estaba haciendo tarde y Thyler no aparecía, no daba señales de ningún tipo.
-Sabía que aceptarías mi alianza, por eso he
planificado un baile en el que te los presentaré y te jurarán fidelidad ante
toda la ciudad.- dijo Loren. Se hizo una pausa de unos minutos.- Por cierto,
tienes un vestido arriba para esta noche, no puedo dejar que la invitada de
honor vaya con un traje de lucha.
-Sí, claro.- dije. Pronto, el cielo se tiñó de negro,
pero sin estrellas ni luna que lo iluminarán por ahora. Thai seguía leyendo.
-Querida, ¿te pasa algo?- pregunto Loren acercándose.-
Te noto ausente. Parece que… ¿estás esperando a alguien?- preguntó asomándose
también por la ventana.
-Supongo…que ya no.- dije desviando la vista de la
ventana. Thai levantó la cabeza para mirarme.
- Ven te acompañaré a tu cuarto para que descanses. A las nueve baja las
escaleras y dirígite a la puerta del jardín, ahí se celebrará la fiesta.- dijo
cogiéndome de la mano.
-Yo me quedo aquí.- anunció Thai.
Salí de la habitación con Loren. Subimos dos tramos de
escaleras y me llevó a una puerta. Las escaleras eran de mármol blanco y las
puertas marrones muy oscuras, de color caoba.
-Descansa, tienes una hora.- dijo sonriendo.
Loren se fue y entré en la habitación. Tenía dos
preciosas ventanas góticas que daban al jardín, que a su vez este conectaba con
el bosque, cuya entrada la diseñaba un precioso laberinto de arbustos y rosales.
La habitación era cruda, con un hermoso cuadro de un bosque en invierno. La
adornaba un recargado cabecero de madera oscura y una gran cama con un edredón
azulado, del mismo tono que las paredes. Había dos puertas más, supude que un
baño y un vestidor.
Me tumbé en la cama y me quedé mirando el techo de la
habitación, sumida en mis pensamientos. Ahora sí que podía oírlos bien. Thyler
me había fallado, me había hecho daño, me dice que me quiere y luego no
aparece. “Si al final Thai iba a tener razón, solo soy un trofeo para él. Pero
lo que siento por él, él también lo nota. Casi no le conozco y ya me gusta”
pensé. Por un momento me ruboricé. “Esta noche, tengo que dar la imagen
adecuada y sonreír, aunque me vaya a costar” pensé esta vez en voz alta. Miré el reloj, las ocho y media. Había estado
media hora pensando en Thyler y en mí, sin preocuparme de lo que ahora se me
venía encima.
Me levanté rápidamente y abrí una de las dos puertas al
azar, era un majestuoso baño con una enorme bañera. Abrí la otra puerta. Un
vestidor con más de quince vestidos, de todos los tamaños y colores, zapatos, joyas...
Solo uno de los vestidos me llamó la atención. Un precioso vestido de seda
rojo, de espalda descubierta y abrochado al cuello. Lo saqué y lo deje encima
de la cama, entré en el baño corriendo y me desvestí. Tomé un baño y salí
envuelta en una gran toalla negra. Me sequé el pelo. Con horquillas que había
encima del tocador, me hice un moño. Me maquille un poco y salí. Me vestí con
mi hermoso vestido rojo. Parecía más mayor.
Me acerqué al armario y me puse dos zapatos de tacón
negros. Cogí un sencillo collar de perlas negras, que me colgaba hasta por la
desnuda espalda y los pendientes a juego. Me di cuenta de que había también una
especie de pasador como el collar, me lo coloqué en el moño.
Deje todo un poco ordenado y salí de mi cuarto. Bajé
las escaleras a toda prisa, hasta llegar
al hall. Allí estaba un hombre esperándome, era Loren, que al oír mis tacones
se giró.
-Vaya, estás preciosa.- dijo admirándome de arriba
abajo. El llevaba una especie de traje gris.
-Gracias.- le respondí sonriendo, intentando ocultar
mi infelicidad.
- ¿Qué tal estás?- me preguntó, llegue en frente de él.
-Bueno… pero olvidémoslo, por muy difícil que sea, es
un día de alegría.- le dije sonriendo.
-Lo que desees.- dijo sonriendo.
Se metió por una puerta y accedimos al inmenso jardín
repleto de gente, la cual, se quedó callada al verme entrar. Solo podía
escucharse el ritmo de la música.
-Tú te sientas a mi lado.- susurro Loren. Afirmé con
la cabeza.
La hermosa y enigmática música paró, toda la ciudad
estaba allí. Un pasillo se abrió a través de la gente. Yo miraba hacia el
frente, de manera dura, firme. Al fondo del jardín había dos sillas, una más
grande que otra, suponía que la mía era la pequeña, pero no fue así. Me senté,
dejando mi pierna al aire. Se oían cuchicheos.
- La alianza ha sido aceptada.- anunció Loren. Después, vinieron los aplausos.-
Y como ya sabéis, nosotros también tenemos que cumplir. Naggiel de Lie y Finn
de Aslow. Estos son nuestros mejores guerreros. – dijo Loren.
Dos chicos salieron de entre la multitud. Una chica
pelirroja, de tez blanca y ojos verdes y un chico de piel clara, ojos azules fríos
como el hielo y pelo oscuro. Se arrodillaron ante mí. Me levanté y me acerqué
hasta ellos.
-Levantad.- les dije suavemente.- Encantada de
conoceros, soy Kiara Waldlow. -dije de forma amigable.
-Encantada, yo soy Naggiel de Lie.- dijo con una voz
suave y tímida.
-Encantado, soy Finn de Aslow.- dijo el chico con una
voz grave.
-Bueno es hora de que juréis.- dijo Loren indicándoles
con un leve gesto.
-Si señor.- dijeron a la vez. Les pase mi daga,
pusieron las manos sobre ella y empezaron a recitar.- Nosotros, elegidos para
proteger nuestra ciudad, luchando, le juramos pleitesía a Kiara Waldlow.
Lucharemos por y para ella, acataremos sus normas y ella a cambio protegerá a
los nuestros. También juramos que por nuestros padres, no dejaremos que ningún
elfo inocente muera en manos de Deathmort sin antes haber luchado.- retiré la
daga, dándosela a uno de los mayordomos.
-Bien, ya está. Pero lo dejaremos solo en amistad.
Podréis venir aquí cuando queráis y vivir aquí. Será un honor luchar con
vosotros.- dije amigablemente.
- El honor es todo nuestro.- dijo Finn.
-A partir de ahora, me podéis llamar Kiara, no hace
falta que inclinéis la cabeza, me gusta que me miren a los ojos y basta ya de
ese rollo falso de “ el honor es nuestro”, dejar de ser tan pelotas así no me
demostráis que sois guerreros.- dije intentando picarlos. Me giré para volver a
ir a mi silla.
-Que no....- susurrí Finn cogiendo un cuchillo y
lanzándomelo directamente a la espalda.
-¡No, Finn!- gritó Naggiel.
Me giré y lo cogí al vuelo. Podía escucharse el filo
del cuchillo al arañar en aire.
- Eso era lo que quería ver, que no erais unos
blandos. Me gusta que me traten como soy, no por lo que soy. Primera lección.
-Lo siento Kiara, yo…lo siento. Tengo que aprender a
controlarme.- dijo Finn.
-Bueno, de los errores se aprende.- dijo Loren
sonriendo- ¡Y ahora a disfrutar!- anunció. Yo me volví a sentar.
Ya eran las diez y media y las estrellas ya habían
salido, solo podía pensar en Thyler, no estaba allí conmigo. Veía a la gente
bailar y disfrutar. Todos reían, gozaban de la fiesta. Todos menos yo, me
faltaba él para disfrutar de cada minuto de cualquier día.
-¿Quieres bailar conmigo?- me preguntó Loren.
-Porque no…- me levanté, le cogí del brazo y salimos a
la improvisada pista de baile.
Empezamos a bailar. Mis pies se cansaron enseguida
pero, hasta que no llevábamos ni un minuto al compás de la música, Loren no
paró de bailar.
-Tengo un regalo para ti, pero lo tienes que
adivinar.- dijo Loren sonriendo.
-¿El qué?- pregunté confusa pero, sobre todo,
exhausta. Segundos después, noté como unas manos tapaban mis ojos. Estaban
calientes, ardiendo. No podía ser… Noté como afloraban de mis ojos lágrimas.
-Eh, pero no te pongas a llorar.- dijo una voz
conocida.
-¡Thyler!- grité de alegría mientras que las lágrimas
surcaban mi rostro. Poco a poco las manos se fueron quitando de mis ojos. Me
giré y vi a Thyler, vestido con un traje negro. Me abalancé sobre él y le
abrecé, estrechando su cuerpo contra el mío.
-Será mejor que os deje solos.- dijo Loren dándonos la
espalda. Tenía ganas de pegarle una bofetada a Thyler, pero en vez de eso me
tiré a sus brazos de nuevo y le besé.
- ¿Por qué no has venido antes? Creía que te habían matado.- dije mirándole
fijamente. Mis ojos aún seguían llorosos.
-Lo he intentado, pero no he podido, he tenido un
problemilla técnico.- dijo sonriendo y me volvió a besar.
-¿Y cómo has llegado aquí? ¿Dónde has estado? ¿Qué
problema?- yo no paraba de preguntar, así que me agarró por la cintura y
comenzamos a bailar.
-Porque un jovencito ha mandado a unos cuantos elfos a
buscarme.- dijo Thyler en voz baja.
-Thai…
-Sí. He estado en el Bosque de las sombras, ayudando a
un amigo, y cuando volvía hacia aquí, le han disparado una flecha a Vivaz, ya
le están curando.- dijo mirándome fijamente.
-Te quiero.- le solté así como así.
-Y yo a ti aún más.- dijo Thyler, le volví a besar.
Sus brazos me abrazaban cada vez con más fuerza.
Bailamos y bailamos, hablando de lo sucedido. Le
notaba igual, era el mismo joven apuesto de siempre, pero más cariñoso conmigo
en esta noche. Me cogió de la mano y me llevó al laberinto de setos. Caminamos
en silencio durante un corto tiempo hasta que se situó delante de mí y me miró
fijamente a los ojos.
-He de irme.- dijo abrazándome contra él.
-No, no por favor no te vayas.- le dije, sus ojos
empezaban a brillar fijamente, como anillos dorados. Como aquella noche que oí
aquel aullido tan conocido.
-Te prometo que mañana estaré en tu cama antes de que
te despiertes.- dijo acariciándome el pelo.
-¿Pero por qué has de irte? ¿A qué tanta prisa?- le
pregunté. La luna llena empezó a acercarse a lo más alto del firmamento.
-Ya te lo explicaré, de verdad.- dijo y me besó.- Por
favor confía en mí, pero ahora has de volver a la fiesta y yo he de irme.
-Está bien, te quiero.- le dije sintiendo de nuevo ese
vacío en mi interior.
-Y yo a ti.- respondió y, corriendo, empezó a
adentrarse en el bosque.
Me quedé inmóvil hasta que la oscuridad me impidió ver
el cuerpo de Thyler entre los altos árboles del bosque. De nuevo, volví a la
fiesta. Loren me esperaba en la puerta del salón.
-¿Qué tal?- me preguntó.
-Pues…- y un aullido me cortó, muy conocido para mí. Aquel
lobo, el de la otra noche. Estaba segura.
Me quité los zapatos, el collar y desgarré el vestido,
de forma que me ayudase a conseguir moverme con agilidad, delante de todo el
mundo. Empecé a correr.
- Ahora vuelvo…
-¡No! ¡Vuelve!- gritó Loren.- Seguirla y traerla.
Me adentré en el bosque y empecé a correr. Notaba como
las piedras se clavaban en mis pies, pero me daba igual. De repente, vi una
sombra de un lobo con el pelaje cobrizo y ojos dorados, se giró y se
sorprendió.
-Espera por favor.- le dije, éste paro por un momento
en seco. Conseguí acercarme a él. - Mi destino es también el tuyo. ¿Quién
eres?- le pregunté acariciando su cabeza.
De repente una lanza me rozo el brazo, haciéndome una
gran brecha. Aquel hermoso lobo se fue corriendo. Sumergiéndose así en la
oscura noche y en las profundidades del bosque.
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