El frío viento rozaba los fragmentos de
su piel al descubierto como cuchillas afiladas. Con la mirada puesta fija en el
horizonte, recordaba mi llegada a GreensCoat. Todo ocurrió tan rápido…las
charlas de Brígida, las lecciones de Thyler, los misteriosos cuadros,
WhiteTower…eran demasiados acontecimientos en tan poco tiempo. Ella era la
elegida, la que debía cambiar el futuro de este lugar. Liberarlo de la
oscuridad, de Deathmort…
-¿No puedes domir?- preguntó una voz
grave a sus espaldas. Thyler. Giré levemente
mi rostro para poder contemplar el suyo.
-¿Qué haces levantado? Deberías
descansar.
-Tú también- aseguró aproximándose a
ella- ¿No has dormido en toda la noche, me equivoco?
Suspiré antes de contestar.
-No, no te equivocas. Llevo varias
noches que no concilio el sueño como debería.
-¿Por qué?
Thyler ya estaba situado a su lado
cuando me quise darme cuenta de dónde estaba él. ¿Cómo era posible que una
persona llegase de la noche a la mañana cambiando tu rumbo y expectativas?
¿Cómo era posible que conociera tus puntos más débiles con unas solas clases de
entrenamiento? ¿Cómo era posible…quererle de esta forma en la que lo hacía?
-Thyler, me han pasado muchas cosas en
menos de treinta días. En mi vida normal era una chica de diecisiete años, no
tenía una vida perfecta ni mucho menos. Más bien, todo era un desastre. Y, el
día de mi dieciocho cumpleaños, mi mundo gira trescientos sesenta grados y me
nombran la elegida de una mundo fantástico y paralelo al de donde yo procedo.
Tengo que aprender a luchar, una cualidad que según tú, la domino a la perfección. ¡Tengo que salvar
a este mundo de la oscuridad eterna y no sé cómo hacerlo!- me costaba hablar,
la angustia se apoderaba de mí por segundos- ¿Por qué yo, Thyler?
-Nadie elige su destino, Kiara. Es otra
de las muchas lecciones que debes aprender- dijo muy serio.
-Todas estas lecciones no me ayudarán a
vencer a Deathmort- hice un amago de irme pero Thyler me retuvo, agarrándome
del brazo con fuerza. Sentía sus dedos ardiendo aferrados a mi antebrazo.
-No estás sola en este viaje, Kiara.
Espero que eso lo tengas claro- sus ojos dorados se volvieron impenetrables-
Muchos seres están dando su lealtad, incluso su vida por ti. Por su elegida.
La fuerza de su mano fue disminuyendo
hasta llegar a soltarme. Le miré a los ojos durante unos segundos, sin
gesticular ni una sola palabra y terminé
desviando la mirada al suelo.
-Voy a buscar a Nagiel, Finn y Tai.
Partimos de nuevo a WhiteTower.
Le contemplé por última vez y salí de
allí, dejándole solo.
Atravesé los pasillos del castillo hasta
llegar al hall de éste. Los dos elfos y el pequeño Tai me esperaban, éste
último sentado sobre el suelo, con su cabeza apoyada sobre su mano. Con los
párpados entrecerrados por culpa de la hora temprana. Carraspeé antes de entrar para llamar la
atención de los presentes. Tai se sobresaltó a verme y se levantó, mientras que
Nagiel y Finn terminaron de preparar sus armas.
-Hora de partir.
Los elfos asintieron y Tai se acercó a
mí con pequeños pasitos.
-¿Dónde vamos, Kiara?
-Emprendemos el camino a WhiteTower.
-¿Otra vez?- se quejó el jovencito- ¿Andando?
¿Otra vez?
-Que yo sepa, ninguno de nosotros sabe
volar- le advirtió Finn- deja de ser tan insolente.
-¡Eh! ¡Yo no soy inso…como se diga!
-¡Silencio!- grité- No tenemos tiempo
que perder, en marcha.
Salimos al exterior, con Finn a la
cabeza. Él era quien se sabía mejor que ninguno el camino. Nos esperaban varias
horas a pie y, quien sabe los acontecimientos que nos depararía el camino. A lo
lejos, en el último campo de entrenamiento, nos esperaba Thyler. Se encontraba
de brazos cruzados y con la mirada puesta en nosotros. Como una fiera a punto
de cazar a su presa. Se acercó a mí y me tendió la mano cerrada. En su puño
guardaba algo. La abrió y le dio un colgante plateado con una reluciente piedra
roja en forma de rombo.
-¿Qué es esto?- pregunté confusa y, al
mismo tiempo, ansiosa.
Thyler no hizo caso a mi pregunta.
-Emprendamos ya el camino, la elegida
debe actuar cuanto antes- dijo serio y frío.
Y, con Finn como guía, nos adentramos en
el frondoso bosque. Yo, temerosa de lo que pudiese pasar, avanzaba con pasos
sigilosos y cautelosos. De vez en cuando, admiraba el brillo y la belleza del
colgante que Thyler le había… ¿regalado? No lo consideraba como un regalo.
-Es una de las piedras Volcán- le
explicó Nagiel.
-¿Perdona?
-Las piedras Volcan son, tal vez, las
más poderosas de GreensCoat. Ellas te ayudan en los momentos más peliagudos,
pero también pueden pasarte muy malas pasadas si no sabes tratarlas. Cuenta la
leyenda que los tres dioses creadores de nuestro mundo, invocaron todos sus
poderes en los tres elementos más importantes de nuestra Tierra. El agua, el
fuego y la luz. Pero la convivencia entre esos magos poderosos no fue muy
amistosa, todos estaban sedientos de poder y ambición. Tanto, que estalló una
guerra entre los elementos. El poder de la luz, que era el más poderoso de
entonces, acabó con todo ese mal provocado, autodestruyendo a todos los dioses
de forma que la luz reinaría sobre GreensCoat debido a su gran poder. Pero la
maldición de Deathmort recayó sobre nuestras familias y la luz desapareció,
dejando el mando de la oscuridad. Para Deathmort, el fuergo es su mayor aliado,
solo destruye al igual que él. De esa forma, convirtió a la piedra Volcán en la
más poderosa de nuestros días. Dentro de ella- Nagiel señaló la joya- hay magia
oscura. Deathmort obligó a sus tropas de seres de la noche que vertieran parte
de su sangre en aquellas hermosas piedras que, a su vez, las convirtieron en
armas de un poder inquebrantable.
-Y, ¿por qué me la ha dado?
-Eso deberías preguntárselo a él, Kiara-
Nagiel se adelantó unos pasos de mí- No
eres la única que busca respuestas, Thyler también. Debes saberlo.
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