Notaba unos fuertes brazos rodeándome
con ternura. El calor del edredón no se había evaporado. El bonito vestido estaba
tirado por el suelo, los zapatos, las joyas… La luz entraba a raudales por la
habitación. Un vendaje tapaba lo que era un gran arañazo. La noche pasada,
descubrí a él lobo de la foto. Pero… ¿quién sería?
Noté una mirada fija. Poco a poco me fui
girando para ver quién era.
-Buenos días- me saludó Thyler.- Te
prometí que estaría contigo antes de que te despertases.- dijo suavemente. Yo
me desperecé un poco. Sus dorados ojos se volvieron muy brillantes con aquella
luz matutina.
-Buenos días.- dije mirándole
fijamente. Pasé mi mano por su rostro, suavemente, para comprobar que no era un
sueño. Thyler poco a poco se fue acercando a mí, hasta que acabó en un bonito
beso mañanero.
-No has pasado aquí toda la noche.
¿A dónde te fuiste a noche?- pregunté. Su pecho se encontraba junto al mío. No
llevaba camiseta. Pude notar como su respiración aumentaba por momentos. Sus
ojos se oscurecieron, haciendo desaparecer aquel brillo que tanto me gustaba.
-Tuve que arreglar unos asuntos.-
dijo suavemente, sus ojos seguían oscuros.
-Mientes.- aseguré fría y
duramente.
-¿Por qué iba a mentirte?-
preguntó sonriendo torcidamente.
- Cada vez que mientes, tus ojos se
oscurecen. Se vuelve fríos e inquebrantables.- le dije con la voz entrecortada,
él se levantó. Un frío exterior se quedó prendado en mis carnes.- Seguro que
tiene que ver con ese secreto, ese que yo no puedo saber. Lo sabe todo el mundo
menos yo.- le dije incorporándome también.
Thyler ahora estaba sentado en el borde
de la cama, yo salí deella. Me di cuenta de que llevaba un camisón corto de
seda rojo. Di la vuelta a la cama despacio. Él frio suelo se clavaba en mis
pies como punzantes agujas. Me acerqué a él hasta que le tuve en frente. Tenía
la cabeza agachada. Yo me encargué de
elevarla, sosteniéndola entre mis manos. Sus manos se apoyaron sobre las mías.
Suavemente.
-Si no te lo puedo decir es por tu
seguridad. Llegado el momento te lo confesaré.- dijo mirándome fijamente. Sus
ojos dorados se me clavaban como dagas de oro.
-¿Es malo? ¿Tan malo que no me lo
puedes decir? -le pregunté desviando la
mirada.
-Para mí es una tortura.- dijo sin
quitarme la vista de encima.
-Dímelo y así sabré si te podré
ayudar.- le miré de forma tierna.
-No, no me podrás ayudar. Nada ni
nada puede. Es mi poder, forma parte de mí. Por mala suerte…-dijo Thyler, su
expresión parecía dolida.
-Tú sabes quién soy yo, pero yo no
sé quién eres tú.- le dije mirándole fijamente. Las palabras sonaban suaves y
duras en esa conversación. Hacían más daño que un puñetazo.
-Kiara, créeme. Sigo te lo oculto
es porque…huirías de mí, me temerías. Dejarías de quererme, para siempre. No
puedo controlarme cuando el poder se adueña de mí. Si te llegase a hacer daño
no me lo perdonaría jamás.
-Thyler…
-Por favor, no me recuerdes más
este tema. Cuando estoy contigo se me olvida y, por unas horas, puedo ser totalmente
feliz.- susurró suavemente. Sus labios dibujaban una bonita sonrisa, pero no
lograban ocultar el dolor que sus ojos expresaban.
-No lo haré.- le dije pasando mi
mano por su mejilla.
Se levantó y, sus manos, ahora
resbalaban por mis brazos; estaban calientes. Finalmente se posaron en mi
cintura, en ese instante, pegó su frente contra la mía. Mis brazos,
sincrónicamente, se posaron en su pecho. Podía notar los latidos de su corazón.
Cerré los ojos.
-Tienes que saber que si te
hiciera daño de esa forma, no me lo perdonaría y…buscaría la muerte.- susurró
Thyler con voz grave. Me impulsó contra él y nos fundimos en un nuevo beso,
apasionado, romántico.
Mi cuerpo encajaba perfectamente con el
suyo y mi corazón volvió a latir con fuerza. Me estremecí, aquella corriente
eléctrica me atravesó, al igual que a él. Se apartó un poco de mí, pero yo no
deje que fuera por mucho tiempo. Volví a unir nuestros labios, con necesidad.
Poco a poco se fue apartando de mí.
-Será mejor que nos cambiemos.-
dijo Thyler sonriéndome. Ahora sus ojos volvían a brillar y su rostro se
iluminó de nuevo.
-Hoy nos iremos, ¿no?- le pregunté
confusa.
-Sí, cuanto antes mejor.-aseguró.
Me acerqué a la silla en la que estaba
el traje de lucha, lo cogí. Me metí en el baño y cerré la puerta. Me quité
aquel camisón y me puse la blusa blanca y aquellos incómodos pantalones de
cuero negros. Me lave la cara, los dientes y me peiné. Abrí la puerta para
salir del baño, Thyler estaba esperándome, mirando por la ventana. Me acerqué a
él y me asomé. Había una muchacha pelirroja, vestida con un traje verde,
despidiéndose de una mujer con el pelo de su mismo tono y un hombre de piel
pálida. A su lado un chico de pelo oscuro, despidiéndose de una mujer con el
pelo gris y de baja estatura, la cual, le entregaba una gran espada.
-Voy a tener que luchar y romperé
familias ¿verdad? Ellos no tienen la culpa de esta guerra que se acerca.- esas
palabras salieron del fondo de mi alma, y Thyler se giró, me cogió de las manos
y me miró fijamente.
-Ni tú, ni nadie tiene la culpa.
Ellos están escogiendo luchar por su ciudad, por sus familias.- dijo Thyler
mirándome fijamente.
-Pero ellos… ¿Creen en lo que creo
yo? ¿Ellos me quieren por lo que soy o por quién soy?- le dije confusa.
-Dales tiempo. Yo ya te estaba esperando,
ellos no.-dijo Thyler sin quitarme las manos de encima.
-Quiero partir a New Sun Shine.-
le dije sin rodeos.
-¿Cuándo?- preguntó desconcertado.
-Mañana o pasado, quiero exigir su
protección. Y quiero averiguar quién es ese tal Deathmort.- le dije mirándole a
los ojos, como él a mí.
-Sabes que iré a donde vayas y que
te protegeré.- dijo Thyler. Nos estuvimos mirando unos minutos a los ojos,
hasta que nos volvimos a besar.
-Está bien.- dije obligada a
separarme de él, desganada- No perdamos
el tiempo, tenemos un largo viaje hasta casa.- dije cogiéndole de la mano.
Me puse la chaqueta de cuero negra y
enfundé las múltiples armas. Thyler hizo lo mismo, llevaba más armas que yo.
Salimos de aquella estancia y bajamos las escaleras, raudos. Se oía el
repiquetear de mis botas en las escaleras. Pero de fondo se oían unos pasos,
caminando por el hall. Cuando llegamos, había un hombre esperándonos y un niño.
Thai y Loren.
-Buenos días.- nos saludó Loren.
-Buenos días, partimos ya.- dije mirando
a Thai, quien se puso a mi vera.
-¿No os queréis quedar?- preguntó
Loren, decepcionado.
-Quiero partir mañana a New Sun
Shine.- le dije bruscamente.- Gracias por todo, Loren.
-Hay un pequeño problema,
Vivaz…aún no está curado del todo.- dijo serio.
-No pasa nada, iré en su caballo.
Cuando esté bien, me avisarás y vendré a por él. ¿Entendido?- dijo Thyler.
-Bien, pues gracias. Siempre serás
bienvenida aquí, elegida.- dijo Loren haciendo una media reverencia.
Salí marcando un fuerte paso por aquel
hall. Cuatro caballos estaban esperándonos. Aquellos dos muchachos, Nagiel y
Finn, estaban acariciando a dos caballos negros como la misma noche.
-Nos vamos.- les comuniqué.
-Bien, iremos con vosotros.- dijo
Finn.
-No es necesario.- les dije
mientras subía a Alma.
-Iremos.- afirmó Nagiel mirándome
fijamente- Te juramos fidelidad, no te vamos a fallar.
- Lo que deseéis.- les dije sonriendo.
Subieron a sus respectivos caballos,
Thai me miraba fijamente, mientras Thyler subía a Alma. Agarró con una mano las
riendas y con la otra me rodeo a mí con la mano derecha.
-Tenemos prisa. ¿Entendido?- dije
mirando a Nagiel y a Finn.
-Entendido.- dijo Finn con vos
firme.
De repente Alma comenzó a correr. Veía
los tenderetes y a la gente despedirse de Nagiel y Finn, deseándoles suerte.
Las puertas de la gran ciudad se abrieron, yo eché el último vistazo a la
hermosa torre blanca. Toda la pradera, hasta llegar al bosque, estaba manchada
de sangre. Las patas de Alma se empezaron a poner rojas, como las de los demás
caballos. En pocos minutos, ya no había rastro de la maravillosa ciudad,
estábamos adentrándonos en aquel bosque que contenía pequeños claros que
dejaban pasar la luz del sol. Todos íbamos corriendo, mientras salíamos. Había
oído como unas mujeres comentaban que había habido un ataque esa misma mañana.
El cuerpo de Thyler estaba ardiendo. Noté algo raro en el ambiente y Thyler lo
notó también. Llevábamos muy poco camino recorrido.
-¿Lo notas?- me preguntó ordenando
a Alma que corriera más.
-Sí, no estamos solos. ¿Te
importa?- le pregunté a Thyler. Le sequé el arco y las flechas. Preparé una flecha en el arco.
Le besé.- Por si nos pasará algo, te quiero.
-Y yo a ti.- dijo Thyler. Algo en
mi interior notaba una presencia muy oscura en ese bosque, se movían rápido.
Compartí miradas con Nagiel y Finn, que desenvainaron unas hermosas dagas.
Thai, sacó su arco.
Ninguno dispararía hasta que yo lo
hiciera y yo era la que sabía dónde estaba cada uno de ellos. Sujeté el arco
con fuerza y empecé a disparar entre los matorrales, humo negro empezó a salir desde
los adentros de estos. De repente, unas flechas negras nos empezaron a llegar y
a disparar. Nagiel y Finn, se adentraron por los matorrales y empezaron a
rematar. En pocos minutos, ya no notaba nada más allí. Alma dejo de correr, se
fue parando. Las manos de Thyler empezaron a resbalarse de mi estómago y de las
riendas Cayó al suelo. Nagiel y Finn que iban por delante con Thai, vinieron
corriendo hacia mí. Salté del caballo y me incorporé al lado de Thyler, quien se
estaba empezando a quedar pálido y frío.
-¡Thyler! ¡Thyler! ¿Qué te pasa…?-
grité agobiada. Noté algo húmedo en la mano que le sostenía por detrás. Las saqué.
Mi mano estaba cubierta de sangre. Le apoyé en el suelo con cuidado. Tenía una
gran flecha negra clavada en la espalda. Nagiel, estaba a mi lado.
-¿Qué ha pasado?- preguntó
confusa.
-Le han disparado. Hay que taponarle la herida y llevarle
corriendo al castillo de Brígida.- dijo Finn. Desclavándole la flecha de la
espalda, Thyler emitió un quejido. Le había atravesado la cazadora de cuero.
Finn la rasgó e hizo lo mismo con la camiseta. Su espalda ahora lucía roja.- Me
dejas la flecha.- la examinó durante unos minutos.- Lo que me temía, es de
plata.
-¿Y qué tiene que ver?- pregunté
nerviosa, intentándole hacerle un torniquete con su camisa. Pero no era
suficiente.- Sujeta.- dije entregándole la chaqueta de cuero a Nagiel.
Me quité la camisa, dejando mi pecho al
aire. Amarré un extremo de la manga con el otro y, con mucha fuerza, le rodeé
el pecho, ajustándoselo a la espalda. Se la apreté. Nagiel me pasó la chaqueta
y me la pusé. Tape a Thyler con su chaqueta de cuero manchada de sangre.
-Thyler es…alérgico, por decirse
de algún modo, a la plata.- me informó Finn.
-Bien, ayudadme a subirle a Alma.-
dije levantándome. Thyler, tenía los ojos cerrados. Estaba consciente, por
ahora.
Le subí; con ayuda de Finn y Nagiel, a
Alma. Luego subí yo. Le sostenía entre mis brazos. Estaba frío. Alma corría
rauda, yo solo tenía puesta la mirada en Thyler. Pequeñas lágrimas corrían
fugaces por mi rostro. La brisa fresca de aquel bosque, entraba como una puerta
abierta a mí pecho, no importaba. Lo importante era salvar a Thyler. De
repente, una de sus manos, me agarro la muñeca. Se empezaba a ver el castillo.
Thyler abrió los ojos.
-Kiara…- susurró. Sacó fuerzas y prosiguió.-…yo, por
si no sobreviviera, quiero que sepas que te quiero muchísimo. Y si algún día
conoces cara a cara a Deathmort, quiero que le claves una daga en el corazón
por mí.- dijo sacando fuerzas, su mano resbalo y sus ojos comenzaron a
cerrarse.
-¡Thyler! ¡Thyler! -grité
llamándole. Estábamos ya en el campo de entrenamiento.-…aguanta, por favor, estamos
llegando. Dijiste que me llevabas esperando mucho tiempo, pues ahora, aguanta
un poco más, solo unos minutos…por favor…yo también te quiero…- dije muy dolida
mientras las frías lágrimas brotaban de mis ojos.
Las puertas de aquel castillo se
abrieron de par en par. Brígida apareció. Baje del caballo y cogí a Thyler, por
debajo de los hombros y arrastrándolo como pude y, con la ayuda de Finn, le
lleve hasta ella. Brígida vino corriendo a ayudarme. Finn y Naigiel, junto con
Thai, me ayudaron a pasorle sobre el suelo.
-¿Qué ha pasado?- preguntó la
anciana. Llevaba un traje blanco.
-Nos han atacado.- le dije
duramente.-Por favor, tienes que ayudarle.
-Te dije que uno de los dos
acabaría herido, te dije que te apartarás de Thyler y no me hiciste caso.- dijo
en tono frío y distante. Le llevábamos a dentro. La imagen del cuadro se había
cumplido y, ahora, brillaba con mucha fuerza.
-No hay tiempo para sermones,
sálvale.- le dije comenzando a irritarme.
Estábamos ya en su cuarto, le tumbamos
en la cama y Brígida le quitó el improvisado torniquete. Thai se quedó fuera.
-Está muy débil. No creo que le
pueda salvar.- anunció Brígida mirándome fijamente. Su rostro no expresaba ni
una gota de dolor. Nada.- Traedme paños, agua y unos polvos dorados que hay en
mi escritorio.- exigió.
- Voy yo.- dijo
Finn. Salió de la habitación, corriendo. Cogí la mano inerte y fría de Thyler.
- Hola Nagiel.
¿Qué tal por White Tower?- le preguntó Brígidahasta que Finn regresó. Dejo todo
lo necesario en una mesilla, al lado de Brígida.
-Será mejor que te vayas querida.-
dijo Brígida mirándome fijamente.
-No, no puedo.- respondí dije sin
desviar la mirada del frío rostro de Thyler.
-Llévatela Nagiel, no dejes que
entré hasta que yo te diga.- dijo ordenándole a Nagiel, me cogió de la cintura
y tiró de mí.
-¡No!- chillé- ¡Suéltame!
Parecía no tener fuerza, pero consiguió
arrastrarme hasta la puerta. Me empujo y salí. Cerró la puerta tras de mí, con
fuerza. Mi espalda resbalo por la pared, hasta encontrarse con el suelo. Hundí
la cabeza entre las piernas. Volvía a llorar.
-No te preocupes, le salvará.- dijo
sentándose enfrente mío.
-No, no he llegado a tiempo. Él me
protegía a mí, ¿pero quién le protegía a él?- las lágrimas surcaban mis
mejillas.
-Yo le conocía, viene a entrenar
aquí. Hubo una vez, que vino con la ropa hecha girones y una gran brecha en la
rodilla izquierda. Le dijeron que no se curaría, que no volvería a poder andar
bien. Y Brígida le curó con esos mismos polvos.- dijo sonriendo.
- ¿Tú conociste
a Thyler de pequeño?- le pregunté intrigada y sorbiendo por la nariz.
-Sí. Él vivió con nosotros hasta
los dieciséis.- respondió Nagiel.
-Me hubiera encantado haberle
conocido antes, de pequeño.-dije sonriendo- Todo sería distinto.
-No te preocupes, él no se rinde
tan fácilmente, sobre todo si tiene algo por lo que luchar.-dijo Nigiel
sonriendo.- ¿Estáis…juntos?
-Se podría decir que sí. ¿Y tú con
Finn?- le pregunté, sonriéndole pícaramente, ella se puso roja.
-Solo somos compañeros de lucha.- dijo
Nagiel con la voz entrecortada.
-He visto cómo te mira y te puedo
asegurar que le gustas, mucho.- le dije sonriéndole.
-¿Pero él a mí no me…?- dijo
escondiendo su rostro entre sus manos.
-Solo hace falta ver cómo te estás
poniendo.- le dije sonriendo. De repente un gritó ahogado salió de la
habitación.- Thyler…
-No, es normal. Eso es bueno, se
está curando.- dijo calmándome.
-Tendría que estar allí dentro,
con él.- susurré.
-Thyler no hubiera querido que le
vieras así.-dijo mirándome fijamente.
-Tengo una pregunta para ti. Las dos
mujeres y aquel hombre de mediana edad que os estaban despidiendo. ¿Eran
vuestros padres?- le pregunté curiosa.
-Sí, ellos querían decirnos que
nos querían. Que lucháramos por lo que creemos y que sobre todo, por nuestra
especie.- dijo. Su cara se entristeció.- Luchams por nuestra ciudad, por nuestras
familias, por el resto de los nuestros, por lo que creemos, por quien creemos.
¿No me estarás preguntando esto para ponerme a prueba?- preguntó intrigada.
-No, es solo que no quiero que
seáis solo mis aliados, quiero que seamos amigos. Todo camino, empieza
encontrando a las personas con lo que lo vas a recorrer.- le dije mirándole a
los ojos- En mi mundo yo no tuve esa oportunidad…
-Sé lo que quieres saber y adónde
intentas llegar a parar.- dijo finalmente, andándose sin rodeos.- Yo no te voy
a decir el poder de Thyler. Finn y yo ya hemos asumido que hay muchas
posibilidades de que no volvamos a casa, a ver a los nuestros. ¿Moriremos en
batalla?...Puede pero, al menos, me podré ir con la cabeza bien alta, porque
habré luchado por lo que creo.- dijo seria.
-Palabras muy sabias, pero no
dejaré que muráis.- le dije finalmente.
La puerta se abrió y Finn apareció.
Sonriendo suavemente, interrumpió nuestra conversación.
-Ya puedes pasar.- dijo sonriendo.
Me levanté rauda y abrí la puerta del
todo. Entré en la habitación. Brígida estaba sentada. Thyler, medio consciente,
con un vendaje tapándole el pecho. Me acerqué a él y le cogí la mano. Estaba
caliente y tenía sudor por la cara. Le besé en la frente.
-Lo siento.- le dije suavemente.
Brígida escuchaba nuestra conversación.
-¿Por qué?- preguntó con un hilo
de voz.
-Porque tú me protegías a mí y
¿quién te protegía a ti?...Nadie.- le dije mirándole fijamente. Las lágrimas
pretendían brotar de nuevo. No quería que me viese llorar, no otra vez.
-No te preocupes. Mañana volveré a
estar en pie. Volveremos a cabalgar juntos, sin que nadie me disparé.- dijo
intentándose reír.
-Descansa, no fuerces.-dije
agarrándole la mano con fuerza.
Y, sin soltar la mano del joven,
me dirigí a Brígida.
-En cuanto a usted, cuando Thyler
esté bien partiremos a New Sun Shine. La situación es delicada, estamos
rodeados por Deathmort. Lo de esta mañana ha sido solamente el principio.- le
dije mirándola fijamente.
-Hacer lo que os plazca, aquí
tenéis un lugar dónde regresar.- dijo sonriendo. Se levantó y salió de la
habitación.
Thyler me miraba fijamente. Sus ojos
expresaban dolor, cansancio y amor. Me cogió la otra mano.
-Lo acabará aceptando.- dijo
suavemente.
-Esperemos…-le dije sonriendo.
-Ahora que estamos solos, ¿te
importaría dormir conmigo? Tengo miedo a dormir y luego a no despertar. – dijo
sonriéndome. Di la vuelta a la cama, me quité todas las armas, las botas y la
chaqueta de cuero. Me tumbé junto a él y pasé mi mano por su abdómen.
-Buenas noches, mañana te prometo
que te despertarás.- le dije sonriendo. Le bese en los labios.
-Te quiero, Kiara Waldlow.-dijo
Thyler sonriendo.
Cerramos los ojos y, poco a poco, el
cansancio se fue convirtiendo en sueño y el sueño en realidad.
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