Intente no caerme, aunque me temblaba todo el cuerpo.
Vi que una mujer se acercaba por el pasillo con paso firme. Llevaba un hermoso
vestido largo color salmón, con un poco de pedrería, su cabello negro ondeaba
por su espalda y su rostro estaba adornado por dos preciosos ojos azules que
mostraban unas pequeñas arrugas en las comisuras. Mi mirada se cruzó con la de
ella, pero paso de mí y continúo su camino. Noté el repiqueteo de unos zapatos
contra el suelo que se acercaban a mí corriendo. Una mujer un poco más mayor
que yo me miraba, vestía como una doncella.
-Aún no estás vestida, mira que le dije a ese viejo que
te trajera rápido.- dijo la mujer enfadada y empujándome para que me levantará.
-Disculpe, creo que se ha equivocado. Estoy esperando
a Thyler.- le dije cansada.
-No, Thyler se está cambiando y tú Kiara deberías
hacer lo mismo.- me dijo aquella mujer.
-Vale, vale…- dije intentando subir más rápido para
que dejará de empujarme.
Me condujo por unos pasillos iluminados por unas
antorchas de formas peculiares. Rebosaba una luz tan cálida y reconfortante que
me hacían sentirme segura y protegida. Mi dolor de cabeza se fue haciendo menos
agudo, poco a poco. Abrió una puerta y me empujó. Sacó rápidamente mi vestimenta.
-Oiga, pero esto…- dije desconcertada, no entendía que
estaba sucediendo.
-Quítate esos harapos y póntelo. La presentación será
dentro de unos minutos y aun no estás aseada.- me ordenó la mujer preocupada y
estresada.
Me quité el traje y las botas. Rápidamente me vestí
con aquel vestido blanco, el cual, era largo y ceñido. Llevaba dos finos
tirantes trenzados y un poco de pedrería por la espalda transparente. Me
coloqué los zapatos, agobiada, no me quedaba tiempo para pensar en quién era la
mujer con la que me había cruzado. Me resultaba familiar.
-Corre niña, ven aquí.- me ordenó la mujer.
Fui hasta donde estaba ella, había un pequeño tocador.
Comenzó a maquillarme y a ponerme joyas. No me gustaba aquella sensación. Me
cogió el pelo y comenzó a hacerme un moño, con algún mechón suelto. En pocos
segundos ya estaba. Seguramente, no debía de haber sido la primera vez que
aquella mujer realizaba ese trabajo.
-Ya está, estás preciosa.- me dijo la mujer.
Me empujó de nuevo hacia la puerta, estaba claro de que
llevaba prisa. Abrí la puerta y apoyado en el marco apareció Thyler vestido con
un traje.
-¡A ti también te han empujado, eh!- le dije
sonriendo.
-Venga, venga, luego tendréis tiempo para hablar.- nos
dijo la mujer alterada.
Bajamos las escaleras corriendo. Thyler me daba la
mano. Aquella mujer nos condujo hasta unas grandes puertas doradas. Se fue
corriendo y nos dejó allí. Los ojos de Thyler brillaban con un dorado especial.
-Estás preciosa, no te lo he podido decir.- me dijo
Thyler sonriendo, acto seguido, me dio un dulce y suave beso en los labios.
-Gracias, pero ahora, no estoy para fiestas- le
contesté pensando en aquella mujer que me resultaba tan conocida.
Las puertas se abrieron y sonó una música dulce. Volví
a la realidad, oí como un hombre decía nuestros nombres. Thyler y yo entramos a
la sala que estaba repleta de gente, en especial elfos, entre otros muchos. Al
fondo había siete sillas. Está claro que serían para gente importante. Avance
despacio, había sillas a los lados y en medio una gran fogata que desprendía
una luz blanca y reconfortante como la de las antorchas. Noté de nuevo ese
dolor en la cabeza, pero intenté a apartarlo de mí. Vi a Nagiel y a Finn
hablando con unos cuantos elfos. Todo el mundo allí iba de etiqueta. Nos
colocamos en una de las sillas del final, cerca de las siete grandes. Volvieron
a sonar las trompetas y las puertas se abrieron.
-Elessar de Bluelake, Arwen de BlackShadow, Saruon de
City of Dropped Sun, Valar de City of Youngblood, Olssë en representación de
los pueblos de las nevadas montañas del norte, Noldor en representación de los
pueblos nómadas de los desiertos del sur y por supuesto Corina de Green Coast,
una de nuestras líderes.- anunció un hombre con voz clara y firme.
Giré la cabeza, vi todo hombres que, de vez en cuando,
cruzaban la mirada conmigo, y allí, la mujer con la que me había cruzado. Una
de las líderes de aquel extraño lugar, no dejaba de mirarme. Situada en medio
de las sillas, estaba ella, firme y recta, observándome, admirándome. Las
antorchas se apagaron con una brisa fantasmagórica que me hizo tiritar. La luz
blanca que desprendía la hermosa fogata, que iluminaba todo el ambiente, ahora
se centraba en ella. Una neblina comenzó a flotar por el ambiente, tan bella, pero
al mismo tiempo tan misteriosa. Los allí presentes yacían sentados y cayados,
solo se oía el crepitar de la madera. De la espesa neblina apareció una joven
elfa, que vestía un hermoso vestido gris. Se aproximó alrededor de la fogata.
-Permitid que me presente, aunque casi todos me
conozcáis. Soy la representante del Oráculo del Norte, Niassar, donde se
preparan los destinos de los elfos.- dijo la joven con una voz tan dulce y
placentera que parecía una melodía.
>> Antes de empezar con los elfos, os relataré
una parte del destino que he podido observar. Afecta a una persona muy
importante, cuyo nombre no voy a mencionar, pero sea quien sea lo sabrá.-
comentó la joven elfa.
>> Hace días pisó tierras desconocidas, su luz
despertaba a cada paso que daba. Las sombras la seguían con intención de
atraparla, pero el poder que irradia, las quema. El mundo de los mortales se
cerró para ella. Conoció a nuestro mayor enemigo, lo que ella no sabe es que
forma parte de su pasado. Pronto conocerá a sus progenitores, pues su madre se
encuentra entre los nuestros. Un día, dentro de unas semanas, le sucederá algo
que cambiará su modo de ver nuestras amadas tierras. Cuando empuñe lo que le
corresponda y su luz iluminé de nuevo lo que ahora son tinieblas, una nueva era
habrá llegado. Lo que no sabe es que las dos personas a las que más quiere,
tienen un parentesco con el lado oscuro.- relató Niassar con una voz tranquila
y calmada.
En ese momento supe que era yo, ese era una parte de
un destino que se cumpliría. No lo entendí muy bien, pero lo examinaría hasta
encontrar aquellas pistas que Niassar me había dado. Los latidos de mi corazón
se aceleraron, pudiéndolos sentir por todo mi cuerpo. Mi madre estaba cerca de
mí.
-He aquí una parte del destino de una persona,
regalada por la que va a ser una importante aliada.- dijo Niassar mirándome.
>> Bien, ahora el destino de los elfos. Este
año, el Oráculo solo me ha hablado de uno en especial, no quería rebelarme ninguno
más. Eso significa que es imprescindible debido a que puede que suponga un
importante avance para las tropas de la luz.-dijo Naissar con voz divertida.
>> Que se acerque a mí, Nagiel de Lie.-ordenó la
elfa.
Vi como Nagiel se levantaba airosa y le lanzaba una
sonrisa a Finn. Esquivó las sillas ágilmente y se colocó en frente de Naissar.
La elfa le cogió una mano a Nagiel, era más alta que ella. La neblina gris
comenzó a rodear también a mi amiga elfa.
-Querida, las estrellas me han rebelado que te casarás.
Te casarás con el Capitán de los caudillos, Azarien.- anunció Naissar. Pude ver
como los ojos de Nagiel brillaban de dolor al escuchar el nombre de su futuro
marido. Intentó hablar varias veces, pero la voz se le quebraba sin remedio.
-¿Qué? Pero si él sirve a nuestros enemigos.- preguntó
Nagiel enfadada.
-Lo sabemos, pero vuestro enlace hará que se unan a
nosotros, pues entregamos a una guerrera.- le explicó Naissar.
Las lágrimas comenzaron a descender por el rostro
aniñado de Nagiel.
-¡Jamás! ¡Jamás me casaré con él!- gritó Nagiel enfadada.
-¡No osaras desobedecer al oráculo y traicionar tus costumbres! – aulló
Naissar enfadada. Desde mi silla, vi como Finn se levantaba, decepcionado. Al
irse, realizó un gesto brusco que terminó derribando la silla, la cual chocó
contra el duro suelo de cristal, provocando que todas las miradas se centrasen
en él y su marcha.
-¡Finn espera!- le gritó Nagiel. Vi cómo le lanzaba
una mirada asesina a Naissar y salía corriendo tras él.
Nagiel salió al exterior, vio a Finn sentado sobre la
hierba. Sigilosa y cautelosa, fue aproximándose a él.
-Finn- susurró Nagiel. Él no se dignó a mirarla.
-Vete- respondió frío.
-Finn, escúchame- le explicaba- No he tenido la culpa
de acabar con la persona equivocada, el Oráculo me eligió…
Le miró por primera vez. Tenía los ojos llorosos y
rojos. Había llorado, de eso no cabía duda.
-¿Y qué pasa conmigo?- se alteró- ¡Parece que no te
importe como me sienta! Nagiel, no entiendes que no puedo verte en brazos de otro,
y menos de Azarien. No puedo imaginarme a la chica que amo con una bestia como
él…
-¡No tengo elección, Finn! ¡No sé puede luchar contra
el Oráculo! ¡Es la ley!- gritó Nagiel con el rostro cubierto de lágrimas.
-¡No me importa el Oráculo!- chilló él. Se volvió y
clavo su mirada azul en los ojos llorosos de la elfa.
-No hablas en serio…tú siempre has seguido la ley, sin
una falta…
-Y entonces, ¿por qué crees qué lo hago en este
momento?- se aproximó a ella- Nagiel, tú me importas más que cualquier ley. Las
quebrantaría todas solo para poder estar contigo. Incluso me enfrentaría a
Azarien…
-¡No!- se alarmó- No puedo permitir que hagas eso.
Azarien es mucho más fuerte que tú y…
-Podría morir, sí. Pero moriría luchando por lo que
más me importa- Finn sujetó la cintura de Nagiel con una de sus manos y, con la
otra, le apartó el pelo, recogiéndoselo
detrás de la oreja- tú.
La joven elevó la mirada y se adentró en sus hermosos
ojos azules. Ahora lo veía tan cerca, demasiado cerca para saber que sus corazones
nunca estarían juntos. A Nagiel se le escapó un pequeño sollozo.
-Nagiel- le llamó Finn. Acarició su mejilla con los
nudillos de su mano derecha de forma lenta y dulce. Su piel era fría como el
hielo, pero no le importaba, al
contrario.- Déjame besarte por última vez, por favor- susurró.
Cautelosamente, fue acercando su rostro al de Nagiel,
sin apartar la mano de su rostro. Era capaz de escuchar el agudo latido de su
corazón, como se aceleraba con cada centímetro que él se aproximaba a ella.
Algo hizo que ella se estremeciese.
-Por favor- repitió Finn en voz casi inaudible. Sus
labios se rozaron, sin llegar a completar el beso- Te amo.
Y se unieron en un profundo beso lleno de sentimiento,
un sentimiento que tanto tiempo estuvo oculto en las sombras de sus vidas. Las
lágrimas de Nagiel humedecieron el rostro de Finn, pero ningún detalle les
impidió separarse.
-No sé que voy a hacer, el día que te vea con él yo…
-Finn- le alertó ella para que dejase de hablar- Mi
corazón te pertenece, Finn. No lo olvides.
Dentro del palacio, Naissar comenzó a desvanecerse en
aquella niebla gris. Cuando se desvaneció por completo, la luz de las antorchas
volvió a iluminar la sala. Nadie dijo nada. La música comenzó a sonar de nuevo.
Todo el mundo se levantó y se dirigió hacia una nueva sala.
Thyler me cogió de la mano y nos adentramos en esa
sala dorada. Con grandes cuadros majestuosos, de escenas de batallas. Estaba
lleno de camareros con hermosas bandejas doradas. En ellas aparecían elegantes
copas de cristal con un líquido de color rojo y otras de color morado. La
música inundó el ambiente y los distintos elfos comenzaron a bailar.
-¿Me concedes este baile?- me preguntó Thyler
sonriendo.
-Por supuesto.- le dije encantada, es más, estaba
esperando a que me lo pidiera. No era de quedarse sentado o hablando en una
fiesta.
Le cogí del brazo y nos adentramos en la pista de
baile. La música era suave y romántica. Me di cuenta de que todo el mundo nos observaba.
Comenzamos a bailar. Apoyé mi cabeza en el hombro de Thyler y noté su
respiración en la nuca.
-¿Crees que Finn aceptará el destino de Naggiel?- le
pregunté a Thyler.
-Le costará, pero sí.- me respondió Thyler dolido.
-Después de lo que han pasado…ellos se aman y no los
podrán separar.-le dije a Thyler. La cabeza ya no me dolía y eso me aliviaba y
reconfortaba.
-En este mundo todo es distinto Kiara. Si las
estrellas dicen que pelearas, tú peleas. Sí dicen que te cases con un enemigo,
te casas con un enemigo, sin importar que tú corazón pertenezca a otra
persona.- me explicó Thyler con la voz quebrada. Nos movíamos al compás de la
música. Levanté la cabeza de su hombro y posé mi frente en la suya. Acerqué mis
labios a los suyos y le besé. Pude oír algunas exclamaciones en la sala. Me
separé un poco de Thyler y vi a un hombre cerca de nosotros, que carraspeo la
voz varias veces.
-Joven, ¿me dejaría bailar un baile con Kiara?-
preguntó correcto. Thyler asintió y se alejó de mí.
-Por supuesto. Voy a por algo de beber.- respondió
Thyler, desapareciendo entre las parejas que bailaban.
-Permíteme que me presente, soy Elessar de Bluelake.- dijo
aquel hombre. Era más mayor que yo, de ojos azules y piel blanca como la nieve.
-Encantada, soy Kiara Wadlow.- me presenté aunque él
ya sabía quién era. Me agarró y comenzamos a bailar. Thyler no le quitaba el
ojo de encima, lo cual, me consiguió sacar una leve sonrisa.
-¿Sabes? Fui un gran amigo de tus padres.- me comentó
Elessar.
-¿De verdad los conoció? Por favor, hábleme de ellos.-
le pedí curiosa.
-Sí, conocí a tú padre en batalla y vi cómo tú madre
te entregaba a tu tía. Tienes los ojos y el pelo de tu madre y la nariz de tu
padre.- me dijo Elessar con una sonrisa.
-Sé que mi madre sigue viva, mi padre murió, ¿pero no
sé cómo?- le dije triste y cabizbaja.
-Tú padre murió en batalla, en manos de Deathmort, ¿no
te han contado la historia?- me preguntó Elessar.
Entonces vinieron los recuerdos a mi mente. Nada más
llegar a Greencoast, Brígida me contó una historia. Una mujer de gran rango en
el poder de la luz, se casó con el hombre más importante también de este.
Juntos tuvieron una hija. El mejor amigo de su marido, estaba enamorado de ella
y se lo confesó, ella ni hizo caso de sus confesiones. Empezó a haber guerras,
pequeñas, de no mucha importancia, hasta que le tocó luchar a esa mujer y a su
marido. Sabían que no podían ganar, así que mandaron a la hija con
su tía, la cual que no había desarrollado sus poderes, a la cuidad. En la
guerra, lucharon estos tres con alma y corazón, poniendo todo su empeño en la
batalla. Cuando estaban a punto de perder, él marido de ella, le dijo que se
fuera, que huyera, y así lo hizo. Cuando al cabo de unos días volvieron los que
consiguieron escapar, solo volvió el amigo de su marido, ella cayó en la pena y
no fue a por su hija. Su amigo volvió y le sirvió de apoyo para superar la
muerte de su esposo. Al cabo de los meses, ella se enamoró de él y él de ella.
Un día, un conocido de aquella mujer, que lo habían dado por muerto, apareció y
le reveló lo verdaderamente sucedido. Él mejor amigo de su marido, cuando
estaban a punto de matarlo, en lugar de ayudarlo, dejó que lo mataran. Quería a
su mujer solo para él. Ella, enfadada y llena de ira, hizo un intento de acabar
con su vida. Pero él lo sabía y cuando ella lo fue a matar, huyó, renunciando a
la luz y a sus poderes. Aquel amigo era Deathmort y mis padres son…
-Sí me la han contado. El mejor amigo de mi padre fue
capaz de matarle, en vez de ayudarle, ahora se le conoce como Deathmort. Por
eso usted me dijo que me parecía a mi madre.- le dije a Elessar.
-Tú padre se llamaba Caslan de Greencoast, fue uno de
los grandes guerreros de la luz.- me anunció Elessar rememorando viejos
tiempos.
En ese momento, la mujer de ojos azules y vestido
color salmón, carraspeó la voz. Me giré y la vi, me solté de Elessar.
-Querido amigo, permite que me lleve a Kiara unos
instantes.- le dijo la mujer a Elessar.
-Encantado de haberte conocido, Kiara.- dijo besándome
la mano.
-El placer ha sido mío.- le respondí sin borrar el
rostro de confusión. Elessar se fue.
-Demos un paseo.-dijo la mujer cogiéndome del brazo.
Salimos a una hermosa terraza. La luna brillaba
en el firmamento.
-Me temo que no me he presentado, soy Corina.- dijo
aquella mujer. Me acerqué a la barandilla de piedra y me apoyé. Había varios
metros hasta el suelo y ante mis ojos se habría un pequeño bosque verde. A lo
lejos, pude divisar como Finn y Nagiel paseban cogidos de la mano por la
pradera.
-Usted ya sabe quién soy, no creo conveniente que me
presente.- le dije educadamente, aunque algo distante.
-No me trates de usted, no soy tan mayor.- me dijo
Corina con una leve carcajada.
-Lo que desees.- le contesté.
-Antes no te he reconocido, ibas muy…oscura.- me dijo
Corina sonriendo.
-No me has sacado del baile para decirme solo como iba
vestida, ¿qué quieres?- le pregunté confusa.
-Nada, conocerte. ¿Sabes? Aun me acuerdo del día en
que tus padres te dieron a tú tía. Tu madre lloró desconsoladamente.- me
contaba Corina.
-Ya, pero luego no me vino a buscar, me dejó en un
mundo en el que no encajaba.
-Te dejó allí por tú bien, aquí corrías peligro.- me
dijo Corina, resguardando las espaldas de una madre a la que no conozco.
-Por ahora, me conformo con saber que no soy huérfana.
Pero si de verdad me quisiera, habría venido a verme cuando llegué.- le dije
fría.
-No pudo ir a verte, no se le permite salir de New Sun
Shine.- me advirtió ella. Noté un agudo pinchazo en la cabeza, comencé a
marearme. Me llevé una mano a la cabeza, hice un poder por mantenerme en pie.
-No sé por qué estoy hablando contigo sobre esto. No
tienes derecho a entrometerte en mi vida personal. Que sea vuestra elegida, no
significa que tengáis que derecho a saber de mi vida privada.- le espeté
enfadada y cansada de hablar. Todo me empezó a dar vueltas, me agarré a la
barandilla para no caerme.
-¿Te sucede algo?- me preguntó Corina preocupada.
-No, creo que…- comencé a decir, pero para entonces
los ojos se me cerraban y notaba mi cuerpo pesado.
No podía mantenerme en pie, intenté agarrarme con más
fuerza. Algo en mis adentros me empujo para que cayera al vació. Comencé a no
oír nada, solo los latidos de mi propio corazón. Abrí los ojos durante un
instante y vi que estaba cayendo y también visualice a Corina gritando mi
nombre. Noté como mi cuerpo chocaba contra algo suave. Volví a abrir los ojos y
vi que estaba en el lomo de un lobo de pelo cobrizo. Giró la cabeza y sus dos
ojos dorados penetraron en los míos. Intente gesticulas unas palabras,
pero no pude. Aquel hermoso lobo era el de mis sueños, el del cuadro del castillo
de Brígida. No podía mantenerme despierta, cerré los ojos y dejé que el
cansancio me arropará. Perdí el conocimiento con aun la mirada de aquel hermoso
lobo puesta en mí.
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