El cielo comenzó a encapotarse de nubes
densas y grises. No tardaría en desencadenar una tormenta.
-Debemos darnos prisa o la lluvia nos
alcanzará- anuncié acelerando el paso hasta colocarme a la altura de Finn-
¿Cuánto tiempo nos queda para llegar?
-Nada, Kiara. Divisamos New Sun Shine
encima de esa colina- dijo señalando lo alto de ésta.
-Perfecto- le felicité dándole unos
golpecitos en el hombro- Buen trabajo, Finn.
Tras el gesto, me sonrió. Se notaba en
su mirada que estaba orgulloso de sí mismo. Dejé que él siguiera encabezando al
grupo y me dirigí donde Thyler. Tai estaba dormido, subido a su espalda. Kiara
acarició el pelo del jovencito.
-Tan pequeño y ya tiene que vivir algo
así- susurré con tono nostálgico.
-Tendrá doce años, pero Tai es
consciente de a dónde va y por qué- explicó Thyler mirando a mis ojos
preocupados- No sufras por él, no dejaré que le ocurra nada.
Eso me aliviaba, sabía que ellos dos
eran los que más tiempo llevaban en el castillo junto a Brígida. Como dos
hermanos de distinta sangre.
-Ya hemos llegado- anunció Finn- Kiara,
bienvenida a New Sun Shine.
Caminé hasta colocarme la primera del
grupo. Toda una ciudad estaba alzada a mis pies. Pequeñas casas de ladrillo
construidas a las orillas del río de aguas cristalinas que atravesaba la
ciudad. Y, a lo lejos, un gran castillo cuyas torres parecían ansiosas de
alcanzar las nubes. Una gran bandera de color rojo con cuatro cruces negras a
los extremos se encontraba en el extremo la torre central, la cual, estaba
rodeada de otras más pequeñas.
Tuvimos que cruzar el río por un estable
puente de madera. Thyler bajó a Tai de su espalda. El jovencito le costó
estabilizarse a causa del cansancio. Yo seguía pensando que era demasiado
pequeño ara este viaje. Nos adentramos en el pueblo. Los habitantes de New Sun
Shine eran muy peculiares. No eran todos de una misma raza mágica. Elfos,
enanos, hechiceros…todos ellos reunidos en un mismo lugar.
-¿Sorprendida?- me preguntó Finn.
-La verdad, no me imaginaba New Sun
Shine así. Está llena de vida y de…luz.
-Esta es una de las ciudades de
GreensCoat que Deathmort no ha logrado conquistar. La luz reina en ella, como
ya te has fijado.
-Pero, no lo entiendo. ¿Cómo es posible
que el poder de Deathmort no haya podido con una ciudad tan pequeña?
-Como habrás podido comprobar, en este
lugar hay varios seres mágicos distintos. Unieron sus fuerzas cuando Deathmort
intentó invadir New Sun Shine hace una década. Juntos eran más poderosos que la
magia oscura- me explicaba Finn- Estas es la ciudad más cordial de GreensCoat,
aquí es donde se celebran las actos y eventos más importantes de toda la
región. Eventos como el de esta noche.
Le miré sorprendida.
-¿Otra fiesta?- grité alarmada.
-Es la fiesta Élfica, la celebración más
importante para los de mi especie. En esta reunión, planean nuestro futuro los
más sabios del consejo de los elfos.
-¿Planear vuestro futuro?- le pregunté
extrañada- Pero, no pueden. Nadie puede ser dueño de vuestro futuro, únicamente
vosotros.
-Kiara, no lo entiendes. Es nuestra
tradición más sagrada, debemos cumplirla. Y…esta es la más importante para mí…
Antes de que yo le pudiese contestar, un
elfo de baja estatura y de pelo gris en su barba y el poco que le quedaba sobre
la cabeza, se nos acercó a nosotros.
-¡Bienvenidos! Os llevábamos esperando
unos días.
-Hemos tenido una serie de problemillas
por el camino, Lendgar- le comunicó Nagiel.
-Ya veo. Y vosotros viajeros. ¿Quiénes
sois?- nos preguntó Lendgar a Thyler, Tai y a mí.
-Ellos son Thyler y el pequeño Tai-
respondí señalándoles- Yo soy Kiara Wadlow.
Lendgar cambió su expresión, como todos
aquellos a los que les comuniqué mi nombre. Lo esperaban con ansia e intriga.
-¡Por todos los elfos! ¡Eres tú! ¡Kiara
Wadlow eres tú!- exclamó.
-Sí- afirmé- Eso dice en mi partida de
nacimiento…
-No os quedéis ahí parados, entrad- nos
invitó a pasar- ¿Asistiréis a la ceremonia verdad? Es las más importante para
aquellos elfos de la edad de Finn y la hermosa Nagiel- el comentario hizo que
se sonrojase- y ellos incluidos, por supuesto.
-Asistiremos encantados- dijo Thyler.
-¿No os cansáis de celebrar tantos
eventos?- se quejó Tai- Alguna vez podríais probar a permanecer sentados
durante una hora. Dicen que de esa forma no corres peligro, ¿sabéis?
Lendgar soltó una gran carcajada que
hizo que Nagiel se sobresaltase.
-Pequeño diablillo- le dijo
revolviéndole el pelo a Tai quien mostró una mueca en su rostro- Venga,
entremos dentro y prepararos Finn y Nagiel.
Los grandes portones de madera del
castillo se abrieron de par en par, dejando a la vista un gran recibidor
adornado por muebles de marfil y suelos de cristal y dos escaleras en forma de
caracol que, según intuí, dirigían a las habitaciones. Varias personas, todos
ellos elfos, vestidos con trajes largos y pomposos y esmóquines de fiesta,
atravesaban los grandes salones, bebían de sus copas y reían creyéndose
superiores.
-Creo que esta noche va a ser muy larga-
dijo Thyler mirándome.
-¿Por qué dentro del palacio todos ellos
son elfos? ¿No se suponía que era en esta ciudad donde las razas mágicas se
juntaban?- pregunté algo irritada.
-Al inicio de los tiempos, esta fue la
primera tierra habitada por los elfos. No existía WhiteTower. Pero un gran
grupo de elfos se relevaron contra el rey de entonces, iniciando un desacuerdo.
El rey aprobó su expulsión, desterrándolos a la tierra que hoy se conoce como
WhiteTower. De modo que, antes de la batalla contra Deathmort y sus secuaces,
todos los que vivían aquí eran elfos.
-Y, ¿qué paso con el desacuerdo?
-Al ver ganado la batalla contra la
oscuridad en New Sun Shine y haberla perdido en WhiteTower, decidieron firmar
un pacto de paz con la condición de mantener ambos reinos separados, pero los
bienes para ambos juntos.
-Entiendo- susurré llevándome una mano a
la cabeza. Un fuerte pinchazo se expandió por ella.
-Kiara- me llamó Thyler- ¿Qué te sucede?
Le miré, su mirada se volvió dulce, como
si el amarillo de sus ojos quisiese fundirse en oro líquido.
-Nada, estoy algo cansada por el viaje,
eso es todo- le contesté con una sonrisa forzada.
-Ven, siéntate en esos sillones de allí-
me dijo señalando unos grandes asientos de terciopelo rojo- Voy a buscar a Finn
y Nagiel, por el ajetreo que veo, la fiesta va a comenzar.
Me regaló una de sus preciosas sonrisas
y subió una de las grandes escaleras de caracol. Yo lo observé hasta que
desapareció. Un nuevo pinchazo, acompañado de un dolor realmente intenso, hizo
que me cubriese la cabeza con mis manos. No era un dolor de cabeza corriente…
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